Capítulo 52

2.8K 314 76
                                    

"Tenemos que hablar, me entere de lo de la boda con ese tal Vegetta. ¿Como te atreves a casarte sin decírmelo? Hay que hablar Guillermo. Te espero"

Samuel leía aquel mensaje repetidas veces haciendo que perdiera el sentido. El celular de Guillermo temblaba en sus manos y la pregunta del millón le carcomía la cabeza. ¿Estaba siendo engañado... por Willy? ¿Quién era esta tal Ana que aparecía como remitente del confuso mensaje? ¿Willy? ¿Su Willy sería capaz de engañarlo con otra mujer a tan solo una semana antes de la boda? No, él era demasiado bueno, él nunca haría algo así. De seguro todo era una confusión tonta de la cual se reiría más tarde. Samuel intentó sonreír, pero solo logró formar una mueca extraña. ¿Él sería capaz de hacerle eso? Después de todo lo que pasaron, todo lo que experimentaron juntos... todos esos besos, roces y cariños... ¿eran mentira?
-No...- susurró sin apartar los ojos de la pantalla. No era posible, él había visto el brillo en los ojos de Guillermo, ese brillo que le hizo entender que en verdad lo amaba, que el sentimiento era mutuo. Si no... ¿Cómo habría tenido el valor de proponerle matrimonio?
-¡Samu!- gritó Guillermo desde el baño terminando de ducharse- ¿¡Me pasas una toalla!? ¡Olvide traerla!
-C-claro- tartamudeó un poco shokeado por el mensaje. Bloqueó el celular y lo dejó sobre la mesita de luz en la misma posición que antes para que su prometido no se percatara de que lo había tomado. Se dirigió hacia el armario y sacó una toalla blanca. Todo en la habitación del hotel era de un tono blanco cegador. Lo único que resaltaba eran los pétalos de rosas desparramados por el cuarto que antes habían estado en la cama, cama que ya había sido estrenada la noche anterior.
Aún un poco perdido en sus pensamientos giró su cabeza hacia la ventana, en donde podía verse a la perfección la Torre Eiffel y la ciudad que yacía debajo de ella. París era un lugar muy bonito, un lugar que además de ser romántico tenía una historia especial para ellos. Una historia que había empezado cuando eran dos críos inocentes, dos niños que no sabían nada del amor, pero que sin saberlo, lo sentían. Al menos así era para Samuel, ese mensaje le hizo dudar un poco sobre los sentimientos que Guillermo tenía hacia él. ¿Y si realmente no lo amaba? ¿Que pasaría si lo dejara de un día para otro? ¿Que pasaría si esa tal Ana interviniera en la boda y arruinara todo? Imaginaba la típica película romántica en donde uno de los novios realmente no quiere casarse con su prometido y de la nada antes de que se casen aparece el verdadero amor de aquella chica, evitando la boda y siendo felices para siempre... ¿pero que pasaba con el otro novio? ¿qué pasaba con el otro prometido que si sentía algo por ella? ¿Vegetta era ese otro novio?
-¡Samuel voy a enfermarme! ¡Apúrate!- volvió a gritar desde el baño.
-Y-a voy- tartamudeó una vez más saliendo de sus pensamientos y caminando hacia él. ¡Qué tonto era! ¡Willy no sería capaz de hacerle algo así! Esta vez trató de sonreír y obtuvo un buen resultado. Todo saldría bien, en una semana estaría casado con el amor de su vida y nada ni nadie, ni Ana, podría separarlos. Nada.
-Al fin, muero de frío- se quejó Guillermo al ver a su novio en la puerta del baño- ¿Por qué tardaste tanto?
Vegetta se aproximo al cuerpo desnudo de Willy. No le afectaba tanto verlo desnudo, la confianza entre ellos siempre había sido inmensa. Desde niños se habían bañado juntos, no tenían por qué avergonzarse.
-Lo siento- dijo cubriéndolo con la toalla- me distraje.
-Es tan suave...- suspiró Guillermo acariciando la toalla y dándose calor. Samuel sonrió un poco más tranquilo. ¿Cómo era posible que desconfiara de él? De esta persona tan adorable que se relajaba con una simple tela. Se aproximó a él y lo abrazó por la espalda oliendo el agradable aroma que despedía su cabello mojado y limpio.
-¿Me amas?- murmuró cerca del oído de Guillermo.
-Claro que...- el sonido de un celular no lo dejó terminar- ¡L-lo siento debo contestar!- gritó separándose de Samuel y corriendo hacia su móvil. Vegetta suspiró rendido y comenzó a caminar hacia la puerta para salir del baño, pero al escuchar como Willy hablaba decidió esconderse para escuchar la conversación.
-Si... está bien, esta bien lo olvide... vamos Ana no te enojes no es para tanto.
¿Ana? ¿No es para tanto? ¿Qué cosa no es para tanto? ¿Su amor? ¿No es nada?
-si... pero... ¡Ana!... escúchame hablemos luego... Vegetta está aquí... no quiero que escuche...
¿Por qué no? ¿Qué es lo que no quería que escuchara? ¿Que ya no lo ama? ¿Que va a dejarlo por Ana?
-Vale... voy para allá... adiós... yo también te quiero- dijo cortando la llamada y sonriendo bobamente.
-¿Y esa sonrisa por qué?- escupió Samuel saliendo del baño.
-¡S-samu! N-no sabía que estabas ahí!- rió nervioso rascando su nuca.
-¿Quién es Ana?- preguntó fulminándolo con la mirada.
-E-es una a-amiga que vendrá a la boda... e-ella no encontraba el hotel y me llamó- explicó rogando a que Vegetta dejara de hacerle preguntas.
-Guillermo- lo nombró seriamente acercándose a él y haciendo que este retrocediera- ¿Me estas mintiendo? Te conozco demasiado bien- le dijo cuando lo tuvo a centímetros de distancia.
-¿Q-q-qué dices? No seas paranoico- protestó tratando de alejarse de él.
-¿Lo soy?- preguntó pegando su frente con la de Willy- Dime la verdad- susurró cerrando los ojos.
-¿Qué te pasa? Deberías salir a tomar un poco de aire. ¡Qué buena idea! ¡Yo también saldré un rato!- dijo escapando de Samuel y terminando de secarse para luego buscar alguna vestimenta.
-Entonces iremos juntos...
-¡No! D-digo... es mejor que vaya solo... iré a muchos lugares que seguro tu no querrás ir.
-Vamos Willy... no me molesta- dijo buscando su campera de cuero.
-En serio estoy bien- dijo terminando de cambiarse y abriendo la puerta de la habitación- ¡Nos vemos luego! ¡Te amo!- grito antes de salir corriendo por los pasillos del hotel.
Samuel quedó con la palabra en la boca. Ahora sus sospechas eran mucho más acertadas. ¿Realmente Willy lo engañaba? ¿Qué hizo mal? ¿No era lo suficientemente bueno? ¿Acaso ahora prefería a las mujeres? Tal vez el sexo no era tan bueno como antes.
-Mierda- maldijo colocándose su abrigo y saliendo de la habitación a paso rápido. No podía creer que espiaría a Guillermo, pero si era la única manera de borrar sus dudas lo haría con gusto.
Al salir del lujoso hotel comenzó a mirar de un lado a otro tratando de divisar a su novio. Había tantas personas frente al edificio que se le hacía difícil encontrarlo, pero cuando estaba a punto de volver adentro divisó el cuerpo de Willy doblando en una esquina.
-Te encontré- susurró sonriendo maliciosamente y comenzando a correr hacia aquella esquina. Mientras corría trataba de pensar positivamente, tal vez Willy simplemente quería comprarle algún regalo y darle una bonita sorpresa, tal vez solo se encontraría con su amiga a charlar y le daba vergüenza que él fuera. ¿Pero por qué no se lo dijo? ¿Por qué le mintió? Samuel había leído ese mensaje, y también había escuchado la conversación telefónica. Esa sonrisa embobada que puso Willy al cortar la llamada... ¿era de amor? Sus teorías no calzaban con lo que había visto.
Al doblar en la esquina vio a lo lejos como Guillermo se dirigía a una plaza y se sentaba en un banco mirando al cielo. Estaba sonriendo, estaba sonriendo de una manea tan sincera que a Samuel le dio celos no ser el responsable de esa felicidad inexplicable. ¿Sería Ana la responsable?
-¡Willy!- un grito de mujer hizo que Vegetta se sobresaltara. Era una chica joven, de pelo negro, largo y rizado. Sus ojos parecían ser de un tono oscuro y vestía un bonito vestido amarillo acompañado de una boina que protegía su cabeza. Corría hacia Guillermo sacudiendo su mano frenéticamente.
-¡Ana!- gritó Guillermo ampliando su sonrisa. A Samuel le hirvió la sangre al ver como SU novio alzaba a aquella chica, que al parecer era la famosa Ana, en brazos y la abrazaba comenzando a darle vueltas sin dejar de reír. Esa escenita parecía digna de una película parisina. Luego del abrazo Vegetta observó como la chica aventaba su palma abierta en la mejilla de Willy cambiando su expresión a una de furia incontrolable.
-¡¿Por qué no me dijiste que te casabas!? ¿¡Crees que soy una cualquiera!?- gritó lo suficientemente fuerte como para que Samuel la escuchara.
-Ven...- suspiró Willy agarrando su mano dulcemente. ¿Por qué la trataba tan bien aún después de que le había dado una merecida cachetada? ¿La amaba? La chica pareció relajar el ceño y comenzó a seguirlo. Vegetta estaba confundido, rabioso, decepcionado, triste. Decidió no seguirlos más. Ya había visto suficiente y no tenía ganas de ver más gestos cariñosos entre ese par.
Entonces después de todo Willy no lo quería... estaba bien. Lo amaba demasiado como para corromper su felicidad. Si él era feliz con Ana estaría feliz por él. Pero lo que le tocaba los cojones era que Guillermo le mintiera. ¿No confiaba en él? Tal vez no sabía cómo decírselo. Tal vez se había juntado con Ana para preguntarle como podría explicarle a su prometido que ya no lo quería. Se puso en su lugar y suspiró cerrando los ojos, los cuales comenzaban a arderle. Era demasiado perfecto para ser verdad, siempre se había repetido eso, y ahora la respuesta se la habían tirado en la cara. ¿Por qué había aceptado casarse con él si en verdad no lo quería? Hace dos meses Guillermo parecía totalmente enamorado de Samuel, ¿y ahora? Ya no existía la chispa. Siguió caminando con la mirada perdida por las calles de París. Este lugar tan especial en donde habían prometido una vez que estarían juntos por toda la eternidad.
-Que promesa tan estúpida- susurró pateando la vereda con suavidad. Quería la felicidad de Willy, pero quería ser el causante de esa sonrisa, esa sonrisa que tanto lo había enamorado.
-Mierda- insultó furioso percatándose de las gotas de agua que caían de sus ojos. ¿Hacía cuanto no lloraba? ¿Hacía cuanto su vida era feliz y sin preocupaciones?- Nada es para siempre- aseguró al aire levantando la mirada. Frente a él, se alzaba la poderosa y majestuosa estructura que caracterizaba a la ciudad. La veía un poco borrosa por sus ojos humedecidos.
- Êtes-vous d'accord?- escuchó una voz chillona y un agarre en su pantalón. Apartó su vista de la Torre Eiffel y miró hacia abajo. Una niña con un vestido rojo y llena de pecas lo miraba preocupada.
-Perdona, no hablo francés- le dijo amablemente mientras secaba sus lágrimas.
- Pourquoi pleures-tu?- insistió sin soltar su pantalón.
-No entiendo, lo siento- trató de explicarle más lento. La niña lo miró sin entender y Samuel suspiró poniéndose de cuclillas para estar a la misma altura que aquella niña- ¿Estas perdida?- le sonrió sabiendo que no entendería.
- Je ne veux pas voir les gens pleurent- le dijo limpiando tímidamente una lágrima que se le había escapado a Samuel. Este la miró conmovido. No entendía por qué, pero veía angustia y dolor en aquella niña, sin embargo parecía más pura que el agua misma.
-Estoy triste- le dijo mirando sus pies. Tenía dos zapatitos rojos con brillos. Sonrió amargamente negando con la cabeza. Estaba hablando con una niña que ni siquiera le entendía.
- Ne pouvez-vous parler? Vous n'êtes pas allé à l'école?
Samuel entendía que la niña le preguntaba cosas, pero no sabía qué exactamente.
-Tengo miedo de perderlo. Yo no quiero que esté con Ana, quiero que sea mío.- le explicó tratando de desahogarse.
-Ana?- preguntó la niña comprendiendo solo esa palabra.
-Si... ella se está llevando a mi Willy- sonrió dejando caer una nueva lágrima.
- S'il vous plaît ne pleure pas- le suplicó limpiando su mejilla mojada.
-Tus manos son muy suaves- rió amargamente- como las de Guille...
-¡Chloé!- Samuel escuchó a una señora gritar a lo lejos. La buscó con la mirada y la vio, se veía muy preocupada.
-¿Es tu mamá?- le preguntó a la niña que buscaba a la señora- Está ahí- dijo señalándola. Chloé sonrió al verla y abrazó a Vegetta sorprendiéndolo un poco, pero no tardo en corresponderle.
- Merci- dijo separándose de él y corriendo hacia su madre.
-A ti...- susurró Samuel entendiendo el agradecimiento. Se levantó y limpió un poco sus ropas. Era extraño pero, esa niña lo había calmado un poco. Hubiera sido lindo tener una niña así con Guillermo. Una familia... que lejano se veía todo eso ahora. Decidió volver al hotel, ya no tenía ganas de caminar y quería hablar con Willy. Si quería dejarlo lo entendería, pero no soportaría más mentiras. Tendría que decirle todo en la cara frente a frente.
Entró al hotel con un sabor amargo en su boca, aunque no quería que le mintiera, no sabía si aceptaría esas palabras dolorosas salir de la boca de Willy. "Samu, ya no te quiero. Lo siento" ¿Podría soportar aquello sin largarse a llorar como un crío? No estaba seguro. Cuando entró en la habitación observó como Guillermo se veía al espejo sonriendo tontamente. Estaba vestido elegante y a la vez casual.
-¿Vas a salir?- preguntó cerrando la puerta a sus espaldas.
-¡Samu! Menos mal que volviste, y si... voy a salir.
¿Cómo podía ser tan falso? ¿Cómo podía estar tan tranquilo?
-Que bueno- se limitó a decir fríamente- dormiré un poco...
-No seas tonto. Tu vienes conmigo así que ve a cambiarte.- rió posando sus ojos en Vegetta, pero al ver su rostro apagado se alarmó- ¿Ocurre algo?- preguntó preocupado.
-¿No tienes nada que decirme?- dijo sentándose en la punta de la gigantesca cama.
-Si, pero te lo diré si me acompañas- contestó divertido. A Samuel se le heló la sangre al escuchar eso. Entonces tenía razón, lo terminaría. Limpió rápidamente una lágrima y corrió al baño aprovechando a que Willy se miraba al espejo de cuerpo entero que yacía en la pared.
-No puedo...- murmuró agarrándose del lavabo. No podía soportarlo más, si quería acabarlo que lo hiciera de una puta vez.
-¿Samu..? ¿Estás bien?- sintió unos golpecitos en la puerta del baño.
-S-si es solo que me duele el estómago- mintió tratando de esconder el nudo en su garganta.
-Samuel... ábreme la puerta- dijo más serio al notar el tono de voz angustiado de su novio.
-No... espera un poco.
-Samuel. Dime qué te pasa ahora
-¿¡Cómo que qué me pasa!?- gritó enfurecido con la voz quebrada.
-No grites, ábreme vamos...- insistió tranquilo. Vegetta limpió su rostro con su antebrazo y abrió la puerta encontrándose con el rostro preocupado de Guillermo.
-¿Estabas llorando?- preguntó al ver sus ojos brillantes. Samuel se limitó a asentir un poco avergonzado. ¿Desde cuando Willy era el más "macho" de la relación? Guillermo tenía poder sobre él aunque no lo quisiera.
-Tonto... ¿estás emocionado por la boda?- preguntó abrazándolo y sonriendo. ¿Cómo podía decir algo así? Sinceramente había olvidado por completo la boda. Después de todo no se realizaría ¿verdad? ¿Cómo explicarían a los invitados que todo se había cancelado?
-Guille...- suspiro correspondiendo el abrazo. Si esa era la última ves la aprovecharía lo más que pudiera.
-Vamos... quiero enseñarte algo. Cámbiante.- le ordenó dulcemente para luego deshacer el abrazo y dejándolo solo en el baño. Samuel se lavó la cara tratando de deshacer sus preocupaciones. Si Willy le había preguntado que si estaba así por la boda entonces significaba que no lo dejaría ¿verdad? Un poco de esperanza no le vendría mal ahora. Se cambió la ropa por una un poco más elegante y salió del baño encontrándose con su novio.
-¿Listo?- preguntó mirándolo de arriba a abajo.
-Supongo- dijo tratando de sonreír- ¿A donde iremos?
-Sorpresa- aseguró agarrando a Samuel de la mano y jalándolo fuera de la habitación. Vegetta sonrió un poco aliviado. Tal vez estaba haciéndose un lío en la cabeza que ni siquiera existía. Decidió disfrutar al máximo de Guillermo y lo siguió entusiasmado.

Por Siempre y Para Siempre (Rubelangel) ~ [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora