Capítulo 9

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Un rayo de luz alumbró ténuemente el rostro relajado del castaño, despertándolo de su profundo sueño a los pocos segundos. Separó sus párpados lentamente y lo primero que vio fue que su ventana estaba abierta. Demoró unos cuántos segundos en reaccionar y luego se dispuso a ponerse de pie, sintiéndose algo mareado. 

Arrugó el ceño, aún con su mirada enfocada en la ventana.

¿Por qué estaba abierta? Él siempre la cerraba para no despertar con la luz del sol. Además no podía recordar cómo había llegado a la cama, según él se había dormido sobre su guitarra.

La guitarra...

Desvió su mirada por el cuarto, temeroso, hasta que para su alivio la divisó con rapidez. Estaba guardada en su estuche. Sana y salva.

-¿Cómo llegaste ahí?- preguntó aún más confundido, sosteniéndose la cabeza. 

De pronto, un aroma inusual invadió sus fosas nasales. Era un olor agradable, como de comida casera. Instintivamente recordó a su madre, cuando ese delicioso aroma rondaba en su casa y él corría a la mesa a sentarse y devoraba todo el manjar. Pero no tenía sentido... su madre ya no estaba.

Atraído y complacido por aquellos recuerdos cálidos que despertaron en su mente, Rubén salió de su habitación de manera tímida, encontrándose luego con algo aún más extraño. Su sala estaba completamente ordenada, todo estaba en su lugar, limpio y brillante. Las ventanas estaban abiertas y una suave brisa recorría el interior del departamento. Casi podría decirse que el ambiente era mas agradable y fresco.

Los recuerdos de su antigua casa cuando las cosas parecían ir bien continuaron llegando a la mente del confundido castaño como flechazos. ¿Por qué todo estaba tan cambiado de repente? ¿Acaso todo había sido una horrible pesadilla? Una pequeña esperanza ingénua se encendió en su interior, pero fue entonces cuando sus pensamientos se difuminaron finalmente al divisar en la cocina al último hombre que pensó que volvería a ver.

Sí volvió...

-¿Qué... qué haces?- preguntó algo temeroso, repentinamente sintiéndose fuera de lugar en su propio hogar.

Miguel, sobresaltado, se giró y vio a Rubén de pie detrás de él a unos pocos pasos. No esperaba que se despertara aún. En su rostro pálido pudo ver una mueca de total extrañeza, sin embargo no había ni rastros de aquella expresión de desagrado que antes siempre le dedicaba. Miguel apreció aquello y no pudo evitar sonreír con cariño, para luego volver la vista al platillo que estaba cocinando.

-Preparo el almuerzo, dormiste mucho.

-No me refiero a eso.- musitó Rubén, intentando sonar más serio.- Mi pregunta es... ¿qué haces en mi casa? 

-Bueno... ahora se le puede decir casa. Estaba muy desordenada así que estuve toda la noche ordenando un poco. Espero que no te moleste. Sí te advertí que volvería, ¿verdad?

-Yo... pero... c-claro que me molesta.- Rubén estaba muy nervioso. No entendía por qué dejaba que este extraño siguiera ahí... tan tranquilo. La seguridad que emanaba el pelinegro le intimidaba y desarmaba a la vez.

-Pues... no suenas muy seguro de eso.- Miguel giró sobre sus talones, volviendo a regalarle una sonrisa amable al confundido castaño.- Te propongo algo, comamos esto y después me voy. Me esforcé mucho haciéndolo, ¿por favor?- suplicó, haciendo un pequeño mojín con sus labios.

Rubén suspiró indeciso y se alejó unos pasos. Olía demasiado bien, no quería perderse esa comida, además el pelinegro había ordenado todo y aunque no le gustaba la idea y era un completo entrometido... tenía que agradecérselo de alguna forma. Al final Rubén caminó rendido hacia su pequeña mesa y se sentó molesto por su propia decisión, refunfuñando para sí mismo en voz baja.

Por Siempre y Para Siempre (Rubelangel) ~ [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora