Capítulo 27

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Luego de unas horas Mangel despertó con un poco de dolor en su pierna, pero ya era más soportable, al menos no pegaba gritos de dolor. Miró a sus lados para entender que estaba pasando y entonces recordó. Había sentido un fuerte dolor en su pierna y se había desmayado. Pero algo faltaba.
-Rubén...- dijo en un tono casi inaudible.
-¿Señor Miguel? ¿Cómo se encuentra?- preguntó su doctor.
-Mejor...- decía débilmente- un pocoh cansado
-No me extraña, tuvimos que suministrarle muchos medicamentos para calmar el dolor y borrar la infección. Pero logramos extraer todo el veneno.
-¿Venenoh?- preguntó Mangel extrañado.
-Si, al parecer fue picado por una araña muy peligrosa. No debería dormir en el pasto la próxima vez. En esa zona hay muchos insectos peligrosos. Tiene suerte de estar vivo. Si su compañero no hubiera llamado a la ambulancia probablemente usted no hubiera sobrevivido.
-¿Compañeroh?...- preguntó Mangel- ¿Rubén?
-Él también se desmayó, pero solo tuvo una baja de presión, debió haberse asustado mucho.
Era cierto, Mangel recordaba la cara de horror de Rubius. Recordaba su rostro cansado y asustado. Le dolía verlo así, pero en ese momento su pierna dolía mucho más.
-¿Dónde estáh?- preguntó cada vez más débil- quiero verloh
-Por el momento debe descansar, ya después tendrá tiempo para las visitas.
-Por favor, necesitoh verloh...- dijo cerrando sus ojos. Estaba realmente cansado.
-Volveré en unas horas, no se preocupe Miguel, luego podrá verlo, descanse, lo necesita - y sin más el doctor se fue dejando una vez más solo a Mangel.
-Rubiuh...- suspiró Mangel cayendo en un profundo sueño.

Luego de tres horas Mangel volvió a despertar, esta vez no estaba cansado ni adolorido, se sentía bien y los doctores desconectaron todos los aparatos y cables que lo ayudaban a estar estable.
-Vale Miguel, ya le dimos de alta, puede irse si lo desea, solo debe firmar unos papeles y todo estará listo.
-Graciah doctor, pero dígameh algo... Rubén... él... ¿no ha venidoh?
-Lo siento, pero no lo he visto. Esta mañana preguntó mucho por usted y creo que lo vino a ver, pero usted aún estaba dormido.
-Y-y... ¿tiene ideah si dijo algoh?- preguntó nervioso. No le gustaba que Rubén no estuviera a su lado, le preocupaba mucho pensar que podía llegar a hacer.
-Le dijo algo a usted, pero yo no lo escuché, debe haber sido algo personal.
-¿P-personal?- tartamudeó Mangel, cómo desearía saber que había dicho.
-Si... supongo que si. Bueno es todo Miguel. Cuídese y trate de no hacer esfuerzo con su pierna.
-Ehta bien doctor graciah- se despidió él un poco angustiado. ¿Por qué Rubén no estaba ahí con él, apoyándolo y cuidándolo? ¿Acaso ya no lo quería? ¿Había cambiado de opinión? ¿Su enfermedad había tenido que ver en todo esto? Suspiró pesadamente, tenía demasiadas preguntas y pocas respuestas. Lo mejor sería aclarar todo hablando con él. Se levantó y luego de colocarse su ropa se dirigió a la recepción en donde le hicieron firmar unos papeles y le informaron que las cosas que habían dejado en la montaña habían sido recogidas y llevadas a su departamento. Ya todo listo comenzó a caminar por el pueblo camino a la casa de Rubén, debía aclarar las cosas. Una vez que se encontró frente a su puerta amagó para abrirla pero se percató de que estaba cerrada.
-Que raroh...- suspiro frunciendo el ceño. Rubén siempre dejaba la puerta abierta.- ¡Rubiuh!- llamó tocando la puerta- ¡Rubiuh ábreme soy Mangel!- dijo gritando un poco más fuerte. Pero nadie contestó. Supuso que se encontraría en la plaza tocando su guitarra, por lo que se decidió a buscarlo por aquella zona. En el camino pasó por la cerrajería y decidió hablar con Gustavo. La semana ya había terminado y debía volver a trabajar, pero cuando se dirigió hacia la tienda se percató de que estaba cerrado.
-Eh verdad, hoy eh domingo- dijo recordando que ese día no abrían. Se encogió de hombros y siguió su camino.
Ya habían pasado 2 horas, Mangel seguía dando vueltas en la plaza pero Rubén no estaba ahí. Comenzaba a preocuparse. Si no estaba ni en su casa ni el la plaza... ¿En dónde se había metido?
-¡El campo de floreh!- dijo feliz como si acabara de resolver un acertijo. Comenzó a correr lentamente en dirección al campo. No corría muy rápido para no lastimarse la pierna, era lo que menos quería en este momento. Quería respuestas y las quería ahora. Pero cuando llegó se desilusiono nuevamente, Rubén no estaba ahí.
-Mierda Rubiuh ¿dónde te metisteh?- bufó molesto. Cansado y desanimado volvió caminado a su departamento sin antes pasar por el de Rubén para ver si había vuelto, pero nadie contestaba, por lo que siguió su camino. Al llegar, cansado, se recostó en su cama, repasando cada momento de la noche anterior. Recordaba ese beso que se habían dado como algo ficticio. Necesitaba volver a besarlo para saber que era real, que en verdad había probado sus dulces labios vírgenes. Esos labios tan suaves e inocentes.
-Mierda- se quejó poniendo su almohada en su cara. Realmente lo deseaba, ahora que le correspondía lo tentaba más. Necesitaba sentirlo ahí, con él, haciéndolo reír y viendo su hermosa sonrisa y sus preciosos ojos verdes.
-Joder Rubiuh... de verdad te amoh.

Al día siguiente Mangel volvió a ir a el departamento del castaño, pero nuevamente nadie contestó. Molesto y preocupado se dirigió a la cerrajería, aunque no lo quisiera debía trabajar.
-¡Miguel!- lo saludo su jefe feliz
-Buenoh díah jefe- respondió Mangel mostrando una sonrisa sincera.
-¿Estas bien? Te ves un poco pálido... estás comiendo bien ¿verdad?- le preguntó Gustavo preocupado al verlo algo decaído.
Mangel se sorprendió ante esa afirmación, no se había dado cuenta, pero el día de ayer no había comido nada, estuvo todo el día pensando en Rubén, y no había tenido apetito. Suspiro sin darse cuenta y su jefe se percató de eso.
-¿Es por Rubén?- preguntó en un tono algo molesto- te dije que no era bueno relacionarse con él, espero que lo hayas entendido- afirmó acomodando unas cajas.
-No hableh así de él- dijo Mangel un poco cabreado.
-¿Y cómo quieres que hable? Ese chiquillo solo trae problemas al que lo ayuda. Es egoísta y reservado.
-Basta... no hableh sobre él tan a la ligerah, no lo conoce- decía Mangel tratando de calmarse.
-No hace falta conocerlo para saber cómo es, todos en el pueblo estarían mejor sin su presencia, incluso tu estarías más sano, mírate. Seguro el tiene que ver con tu estado.- seguía diciendo indiferentemente.
-¡Ya callese!- le gritó Mangel enojado- ¡Rubén eh un gran hombre, soloh que le han pasadoh cosah mala!
-No me levantes la vos Miguel- le contestó Gustavo frunciendo el ceño- no me hagas reaccionar, si te lo digo es porque es cierto y estas enojado porque lo sabes, sabes que él tiene la culpa.
-¡Él noh tiene la culpah de nada!
-¡Ya basta!- le gritó su jefe haciendo que Mangel se asustara un poco- ¡si no quieres aceptarlo esta bien! ¡Anda y comete los mismos errores que mi padre! ¡Me da igual!
Mangel quedó sorprendido. Había olvidado completamente la historia que Gustavo le había contado. Comprendió su enojo, pero estaba seguro que la situación tal vez era parecida, pero no la misma. Sin responder se dirigió a la salida.
-Renuncioh- dijo sin mirarlo cerrando la puerta a sus espaldas. Estaba enojado, cansado y angustiado. Necesitaba hablar con Rubén. ¿Y si le había pasado algo malo? Tal vez se había ido a la casa de sus padres o se había mudado. No tenía idea de donde podría estar. Estaba enojado porque Rubén sabía mucho de él, pero él no sabía nada del castaño. ¿Por qué lo había dejado de esa manera, con tantas dudas? Volvió a dirigirse a la casa de Rubén y cuando llegó tocó la puerta sin respuesta, como siempre. Bajo la mirada al suelo observando sus pies.
-Puta arañah- susurró en lo bajo. Todo había sido culpa de ese estúpido arácnido. Sin ganas colocó su mano sobre la manija de la puerta sin esperanzas tratando de abrirla y ésta sorprendentemente se abrió haciendo que Mangel abriera los ojos como platos. Entró a paso rápido y se sorprendió una vez más al percatarse de que no había nada, todo estaba oscuro y los poco muebles que antes decoraban el lugar habían desaparecido.
-¿¡Rubiuh!?- gritó tratando de localizarlo. Buscó cuarto por cuarto, no había nada, las cortinas, las sábanas, las vajillas, incluso el baño estaba vacío. Comenzó a asustarse. ¿Cómo había hecho desaparecer todo en tan poco tiempo? Solo había pasado un día.
-¿¡Rubiuh dónde estáh!?- preguntó nuevamente sin obtener respuesta. Asustado volvió a la cocina y un sonido le hizo bajar la vista. Había pisado un papel, un sobre. Lo levantó y se percató de que era una carta. "Para Mangel" decía en uno de sus lados.

Por Siempre y Para Siempre (Rubelangel) ~ [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora