Qué rápido pasa el tiempo...
Ese era el principal pensamiento que recorría la mente cansada de Rubén, el cual se encontraba sólo en el departamento mientras que acariciaba su vieja guitarra; su fiel compañera. El instrumento sin vida producía acordes vacíos en respuesta a los movimientos de los dedos del perdido castaño. Este miraba por la ventana, viendo las lindas luces de colores estallar en el oscuro cielo. Se veía sumamente hermoso, pero Rubén podría jurar que incluso le costaba ver los colores en aquellos fuegos artificiales.
-Feliz año nuevo Mangel...- susurró con lágrimas en los ojos mientras que sonreía con dolor, dolor por no estar con la persona que más quería en aquel momento tan especial.
Y todo por su culpa y era tan cobarde que no lograba descifrar qué hacer y tenía un lío en la cabeza y temía por el paradero de su morocho querido y sentía una opresión en el pecho cada vez que veía aquel anillo de oro dorado sobre la mesa, en donde Miguel lo había dejado hace unos meses. Rubén no se había atrevido a tocar el anillo, tampoco el suyo propio, el cual aún descansaba en su dedo, quemándole la piel con remordimientos. Pero no lograba sacárselo, sentía que si lo hacía finalmente su relación con Miguel se terminaría por completo. Y temía tanto a no poder soportarlo...
-¿Y qué esperaba...?- se preguntaba sin quitar su sonrisa resignada.- Esto es lo que me merezco...- Estaba completamente convencido de ello. Desde el momento en que vio a Mangel supo que no era una buena idea, pero aún así, las sensaciones que le producía el morocho eran como una anestesia a todas sus incomodidades. Una anestesia que se había agotado.
-Pero él no se lo merece...- no, Miguel no se merecía nada de lo que estaba pasando. Rubén sentía que su amado estaba desmejorado.
La última vez que habían hablado fue cuando Rubén confesó que no le hubiera dicho jamás a Miguel que era un asesino si no fuera por el fallecido peliblanco. Aquella confesión fue suficiente para el morocho y luego de unos días de encerramiento en su habitación, Rubén pudo apreciar horrorizado cómo Miguel dejaba el anillo de oro sobre la mesa. Desde ese día las cosas se tornaron oscuras entre ambos. No hablaban, no se miraban, no se prestaban atención. Rubén sentía vergüenza de sí mismo y Miguel tenía sus obvias razones para no observarle más de tres segundos. El morocho odiaba que los demás supieran que era infeliz, porque sí, era infeliz. Tener a Rubén tan cerca de él y no poder... tocarlo, no poder besarlo, acariciarlo, mimarlo con regalos, hacerle el amor, llenarlo con palabras cariñosas... no poder amarlo, simplemente era una tortura. Miguel sabía que el único que le impedía aquello era él mismo pero... ¿cómo amarlo? ¿cómo hacerlo después de haber sido traicionado de esa manera tan cruel? Rubén era prácticamente alguien desconocido ahora. ¿Qué le aseguraba que no le volvería a mentir? ¿Cuántos secretos más ocultaba? ¿Por qué no podía confiar en él?
Miguel sentía la infelicidad las 24 horas del día. Al menos eso fue así en los primeros días luego de la discusión con Rubén. Su familia y sus amigos se habían percatado de su estado demacrado y Miguel odiaba aquello con toda su alma. Odiaba que los demás se percataran de sus debilidades, y mucho más cuando era el propio castaño el que se daba cuenta de ello. Así que decidió fingir. Fingir indiferencia era algo que en el pasado se le había hecho sumamente fácil. Él sabía cómo olvidar, y lo hizo. Comenzó a beber, a fumar, a liarse con cualquier mujer que se le cruzara en medio, aunque jamás tuvo el valor de llegar hasta el final con alguna de ellas porque esa maldita carita llorosa y pálida de ojos verdes siempre se le aparecía en la cabeza, atormentándolo aún cuando tenía varios litros de alcohol encima. No lo soportaba. Miguel sentía que en verdad jamás podría sacarse a Rubén de la cabeza y es que... lo amaba. Lo seguía amando y se odiaba por ello. ¿Cómo podía seguir queriéndolo después de que le hubiera tratado como un idiota? Porque eso era lo que había hecho Rubén. Le había visto la cara de gilipollas y sentía su sangre hervir de rabia cuando lo recordaba. Pero más que todo... se sentía traicionado, dolido, sin fuerzas para seguir. ¿Una vida sin Rubén..? Aquello... no podía ser vida.
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Por Siempre y Para Siempre (Rubelangel) ~ [Editando]
FanfictionRubén sufre de una enfermedad que le hace actuar antes de pensar, de esa manera termina alejando a todos los que lo rodean... pero un médico llamado Miguel consigue acercarse a tal punto de sentir algo por él. Aunque lo que él no sabe es que Rubén o...