Capítulo 53

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-Mierda- susurró el castaño al entrar al aeropuerto. Incluso sentía más nervios que cuando visitó Algarinejo. Nunca se había detenido a pensarlo, pero no recordaba haber viajado en avión alguna vez y la experiencia le parecía aterradora. El morocho se había cansado de darle razones de por qué el avión era más seguro incluso que el tren, pero para Rubén, la idea de estar encerrado en un tuvo de metal que flota en el aire no era muy atractiva. Tampoco quería verse como un cobarde, pero los nervios y el miedo le ganaban.
-Vale, debemoh ir a dar nuestrah documentacioneh y luego guardar las valijah. ¿De acuerdo?- preguntó Mangel regalándole una sonrisa tranquilizadora.
-V-vale- contestó un poco inseguro.
Caminaron hacia el mostrador de la aerolínea y luego de obtener sus tarjetas de embarque y de guardar su equipaje se dirigieron hacia la seguridad para revisar sus bolsos de mano. Rubén había decidido llevar su guitarra ya que se quedarían un tiempo en París, y deseaba poder tocar de vez en cuando. Pero luego de pensarlo bien llevó la que Kevin le había obsequiado. No sabría que hacer si algo le pasara a su viejo instrumento, tenía demasiado valor sentimental para él.
Estuvieron un rato tratando de convencer al policía de que no llevaban ninguna droga extraña en la guitarra por media hora. Los de seguridad eran muy irritantes pero el castaño lo comprendió y agradecía de que si había algún terrorista le sería dificil poner una bomba en el avión. Finalmente lograron pasar a la pequeña terminal donde se encontraban las puertas de embarque. En esta sección todos parecían estar más relajados. El ambiente era tranquilo y la gente no tenía tantas prisas como en la entrada.
-¿Quiereh comer algo? Aún falta para me salga nuestroh avión- preguntó el morocho buscando entre los restaurantes algo para comer.
-Esta bien Mangel, no tengo hambre y además aquí todo parece muy caro- negó Rubén recordando las incómodas palabras de Sebastian.
-Pero el dinero no eh problema Rubiuh...
-No tengo hambre, gracias.- insistió, aunque la verdad si tenía hambre, pero supuso que en el avión les darían algo.
-Vale, entonces... vamoh a centarnoh a algún lugar- se rindió.
Buscaron con la mirada hasta que encontraron una ilera de sillas pegadas. Frente a estas podía verse la pista de aterrizaje y algunos aviones. Se sentaron y se quedaron observando el inmenso vidrio que los separaba de aquello. Rubén observaba atentamente como los aviones aterrizaban y se deslizaban en la pista majestuosamente sin ningún problema, al parecer los pilotos eran profesionales porque todo se veía completamente calculado y perfecto, de alguna manera eso lo tranquilizó.
-¿Tieneh miedo?- preguntó Mangel entrelazando su mano con la del castaño. Este se sorprendió por el gesto y lo miró con los ojos muy abiertos, para luego mirar alrededor buscando a alguien que los hubiera visto. Suspiró aliviado al ver que nadie les prestaba atención y volvió su cabeza hacia Mangel, pero se asustó al verlo con el ceño fruncido.
-¿Q-que pasa?- preguntó temeroso por la dura mirada del morocho.
-¿Te da vergüenzah lo nuestroh?- dijo sonando un poco cabreado.
-¿De que hablas?- musitó sin entender.
-Te pusisteh incómodo al ver que te tomaba la manoh en público.
-Eso no es...
-Rubiuh, a mi no me molestah lo que la gente diga de nosotroh, yo te quiero y de esoh estoy seguroh- lo interrumpió apretando el agarre. Rubén suspiro y volvió la mirada a la pista.
-No me avergüenzo de ti Mangel, pero no estoy acostumbrado a hacer estas cosas en público- explicó tratando de parecer razonable.
-Entiendoh- contestó de mala gana soltando la mano del castaño.
Este sintió una fea opresión en el pecho. Culpa. Como odiaba ese sentimiento, Mangel no merecía tener que soportar sus caprichos. ¿Por qué tenía que importarle tanto lo que los demás digieran entonces? ¿No podía solo ignorarlo? No, no podía. Toda su vida lo habían criticado y molestado. Lo habían despreciado y torturado psicológicamente. Había creado un perfil de si mismo basado en las opiniones ajenas y ya era demasiado tarde para borrarlo. Tampoco quería que molestaran a Mangel por estar con un perdedor como él, no quería que las malas miradas se posaran en él. ¿Entonces que hacer? Suspiró mirando hacia otro lado y comenzó a buscar con su mano la de Mangel resignado, pero al rozarla sintió como el morocho la apartaba y se levantaba al escuchar el anuncio para abordar el avión.
-Vamoh, ese eh el nuestroh.- dijo comenzando a caminar sin esperarlo.
La maldita opresión en el pecho de Rubén no se iba y le molestaba la actitud de Mangel. ¿Tanto le afectaba que no quisiera tomarle la mano en público? Se levantó y comenzó a seguirlo con su tarjeta de embarque en la mano. Divisó una larga fila que se movía lentamente y paró junto a Mangel, que ya se había posicionado al último. No pasó mucho para que comenzaran a haber personas detrás de ellos.
-¿Mangel?- preguntó Rubén tratando de mirarlo a los ojos. Esa mirada fría le hacía temblar, odiaba sentirse tan culpable.
-¿mm?
-¿Estas enojado?
-No
-Vale...- se resignó avanzando un poco.
Tenía que disculparse, sabía que debía hacerlo, pero le costaba expresarse y tenía miedo de arruinar todo aún más. Se quedaron en un silencio incómodo mientras avanzaban en la fila. Quería disculparse, necesitaba hacerlo para dejar de sentirse mal y para que Mangel lo perdonara. Quería escuchar sus dulces palabras de nuevo, sus comentarios vergonzosos... quería ver su redonda y tierna mirada posarse sobre sus ojos verdes. Pero lo único que podía ver era como Mangel seguía avanzando con la mirada perdida y con una expresión indescifrable. Jamás lo había visto así, molesto pero en silencio. Sinceramente prefería que le gritara o que lo mandara a la mierda, pero sus fríos ojos ahora parecían más oscuros de lo normal, y sus labios se mantenían sellados en una línea recta. La había cagado, esta vez la había cagado en serio.
-Mangel...
-¿Me permite su tarjeta de embarque por favor?- preguntó una señorita vestida con ropas ajustadas y piernas largas y finas. Su cabello era rubio y su sonrisa demasiado artificial adornada con un potente labial rojo. Rubén suspiro molesto por haber sido interrumpido.
-Claroh- habló por primera vez extendiéndole el papel. La aeromoza pareció examinarlo y luego de revisarlo sonrió nuevamente y se lo devolvió para luego revisar el pasaporte. Sonrió una vez más y dejó pasar a Mangel.
-Buen viaje señor- se despidió para luego volverse hacia Rubén, que miraba asustado como Miguel se alejaba lentamente por un largo y estrecho pasillo.
-¿Me permite señor?- preguntó ella al ver que el castaño no le prestaba atención.
-S-si...- contestó mostrándole los papeles. Después de un interminable minuto lo dejó pasar y este corrió en busca de Mangel. Aún no había subido al avión pero estaba parado esperándolo. Suspiro aliviado y caminó hacia él regulando su respiración agitada.
-Joder, podrías haberme esperado- soltó arrepintiéndose inmediatamente de sus palabras.
-Penséh que no te gustabah que nos vieran juntoh- susurró Mangel entrando al avión.
-¡Buenos días señor!- saludó una azafata con una sonrisa aún más falsa que la de la anterior. Rubén bajó la cabeza sintiendo como la culpa lo ahogaba y entró en silencio detrás de Mangel. Lo siguió hasta que vio como paró y colocó su bolso de mano sobre el compartimiento de arriba. Al ver como Mangel lo miraba de repente se le erizo la piel.
-Dameh tu guitarra, la guardaréh aquí- ordenó sin suavizar su ojos. Rubén tragó saliva y la descolgó de su espalda para luego pasársela sin poder sostenerle la mirada. Era demasiado, la culpa lo estaba carcomiendo. Mangel no era así, él no era tan frío y recto.
El morocho acomodo todo y luego se sentó en el asiento que daba a la ventana. Rubén se sentó a su lado tímidamente y lo miró de reojo. Estaba toqueteando su celular como si fuera lo más entretenido del mundo.
-Mangel...- susurró, pero no pudo terminar ya que vio como este aproximaba el móvil a su oreja.
-¿Mamá?... Si ya subimoh... vale nos vemoh... si, estoy bien... si, él también está bien... adióh- se despidió y luego colgó volviendo su mirada a la ventana. Rubén jugaba con sus manos tratando de encontrar las palabras correctas para disculparse. ¿Un "lo siento, soy un idiota" bastaría? No perdía nada con intentarlo.
-Mangel... yo... lo siento.- murmuró mirando al morocho. Este solo mantenía la mirada en la ventana. Rubén fruncio el ceño enojado, al menos podría mirarlo ¿no? Una voz comenzó a hablar por los parlantes del avión pero Rubén no le prestó atención. Quería que Mangel lo perdonara pero ya.
-Vamos Mangel no te enojes... por favor- le suplicó sin dejar de mirarlo.
-Dime una cosah Rubiuh...- habló sorprendiendo un poco a Rubén.
-D-dime.
-Si te dijerah que quieroh presentarte a mis amigos como mi novio...- comenzó para luego girarse y ver a los ojos al castaño- ¿te molestaría?
Rubén vacilo un poco. ¿Qué si le molestaría? Le gustaba la idea de que Mangel lo presentara de esa manera, así sabrían que el morocho solo era de él y de nadie más, pero a la vez le daba pánico pensar en las opiniones que estos tendrían. ¿Y si miraban con asco a Mangel? ¿Y si ya no lo querían? ¿Y si se burlaban de él? No quería eso... pero quería que supieran...
-Vale, con eso me bastah- concluyó el morocho al no obtener respuesta de Rubén. Se giró molesto y se propuso a dormir el resto del viaje.
-No espera... déjame explicarte.
-Si tanto te avergüenzoh lo mantendremoh en secreto ¿vale? Tal y como hicimos con mi familiah- contestó sin mirarlo.
-Mangel no me avergüenzo de ti, no digas gilipolleces.
-¿Gilipolleceh? Yo solo digo lo que veo, y lo que veo eh que te pones nerviosoh cuando estoy contigo en públicoh.
-Si, me pongo nervioso. Pero no es porque me avergüence de ti. Es porque me da miedo lo que digan los demás.
-¿No eh lo mismo?
-Mangel mírame- dijo firme harto de hablar con la espalda de Mangel. Este se giró y miró a Rubén, pero esta vez su mirada no era dura, era triste y vacía. Al castaño se le estrujó el corazón al verlo así.
-¿Quéh?
-Lo siento. Todo esto es nuevo para mi, realmente no se cómo reaccionar, pero lo que si sé es que te quiero muchísimo y que nunca me avergonzaría de ti. Tu eres lo único no vergonzoso en mi vida... porque soy patético.- finalizo sacándose un peso de encima. Escuchó a Mangel suspirar y luego vio una hermosa sonrisa formarse en sus labios. Con amaba su sonrisa...
-No ereh patético...
-Si, si lo soy. No trates de convencerme de lo contrario.
-Bastah, estoy cansado de escucharteh hablar mal de ti.
-Pero es la verdad Mangel.
-Rubén- su tono de voz sonó tan firme que el castaño se estremeció, y como era de costumbre, su piel se erizo al escuchar su nombre de los labios de Mangel.
-Lo siento...
Notó como Mangel le sonreía de manera sincera, luego vio su mano moverse hacia la suya pero la detuvo en seco al percatarse de lo que iba a hacer. Se acomodó un poco nervioso y suspiró.
-Hazlo- dijo Rubén seguro.
-¿Quéh?- preguntó Mangel sin entender. El castaño bufó rodando los ojos un poco avergonzado y tomó firmemente la mano de Mangel, haciendo que este diera un brico sorprendido. Su sonrisa se ensanchó y miró tiernamente a Rubén, que estaba rojo como un tomate.
-Graciah- murmuró para volver a mirar por la ventana. El avión había comenzado a desplazarse por la pista lentamente. Sintió como Rubén le apretaba la mano más fuerte y se giró verlo. Estaba temblando y con los ojos fuertemente cerrados. Algunas personas lo miraban comprensivas y simplemente lo ignoraban.
-Rubiuh, tranquilízate.
-Mierda Mangel estoy asustado- confesó abriendo sus ojos. El morocho sonrió débilmente y le abrochó el cinturón para luego abrochar el suyo.
-¿Mejor?- preguntó divertido.
-Cabrón... ¿Crees que un cinturón nos salvara de una tormenta?- preguntó enfadado y asustado.
-Ya Rubiuh... tengo una manerah de hacer que te tranquliceh- exclamó al encontrar una forma.
-¿Cual?- preguntó Rubén girándose a verlo. Grave error. En cuanto lo hizo sintió los labios de Mangel posarse sobre los suyos de manera rápida. Su corazón comenzó a latir fuertemente y muy rápido. Veía y sentía como Mangel movía sus labios y succionaba los suyos apasionadamente. Era una imagen bastante... excitante. Dejándose llevar cerró los ojos y se relajó siguiéndole el beso. La lengua de Mangel se abrió paso en su boca y comenzó a lamer cada rincón, jugando de vez en cuando con la lengua de Rubén, que se movía tímidamente. El castaño sintió si cuerpo vibrar y estremecerse al notar como una mano del morocho lo agarraba por la cintura. Se sentía tan bien en sus brazos, tan seguro de si mismo. Su panza comenzó a sentirse extraña, un hormigueo intenso se formaba haciéndole más dificil respirar. Jadeo en la boca de Mangel y este se separó con una sonrisa burlona en sus labios mirándolo directamente a los ojos. Rubén al darse cuenta de lo que acababa de hacer se puso violentamente rojo y cubrió su rostro con las manos.
-¿Qué crees que haces?- preguntó totalmente avergonzado.
-¿Me vah a decir que no te gustóh?
-Idiota- insultó en un tono muy bajito.
-Lo se, lo se...- rió Mangel- ¿te gustaríah mirar por la ventana?
Rubén descubrió su rostro y miró la ventana ovalada curioso. Nubes, solo es podía ver, muchas nubes blancas y gordas tapando el claro cielo celeste. Abrió los ojos como platos. ¿¡Estaban en el aire ya!? ¿Pero en qué momento? ¡No sintió anda! Miró a Mangel aún sorprendido y este le sonrió dulcemente.
-¿No fue tan maloh o si?
-Wow- solo pudo decir cruzándose sobre Mangel para admirar el paisaje. Siempre había mirado el cielo curioso, como buscando alguna respuesta a sus inquietudes en él. Ahora podía verlo de cerca... no... él estaba literalmente en el cielo. Estaba volando. Sonrió maravillado mirando como la civilización ahora parecía un pequeño pedazo de tierra. No lo podía creer, estaba volando.
-Joder...- murmuró aún sin poder reaccionar.
-Ya Rubiuh, me aplastah- se quejó Mangel tardando de sacárselo de encima. Rubén rió nervioso y se acomodó en su asiento. Era tan escalofriante y emocionante, no podía evitar sentir la adrenalina en sus venas.
-¿Ya estah más tranquiloh?- preguntó el morocho feliz.
-Joder si, es genial- dijo mirándolo con cara de niño en navidad. Mangel sonrió y suspiró echando su cabeza hacia atrás. Al fin podía relajarse completamente luego de semanas de aquí para allá.
-¿Mangel?
-¿Si?
-¿T-te importaría cambiarme de lugar?- preguntó nervioso y avergonzado. Quería ver de más cerca las nubes.
-¿No te daban miedoh lah alturah?- interrogó con su característico tono burlón.
-No me hagas suplicar- dijo de manera cabreada y cansada. Mangel se echó a reír y luego comenzaron a cambiarse de lugares, quedando Rubén cerca de la ventana y Mangel del lado del pasillo. El castaño miró todo lo que sus ojos pudieran captar. Eran tan grande, tan infinito, tan libre. El cielo le hacía sonreír inconscientemente, pero sonrió más al ver como Mangel ya se había dormido en su lugar.
-Mierda- dijo riendo- ¿qué haría sin ti?

Por Siempre y Para Siempre (Rubelangel) ~ [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora