Capítulo 5

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Alrededor de las siete de la mañana ya podían escucharse algunas aves que cantaban junto a la aparición de los primeros rayos del sol. La gran tormenta de anoche sólo había dejado superficies húmedas en el exterior junto a un agradable aroma a lluvia. Miguel y Rubén dormían profundamente, agarrados débilmente de la mano sin darse cuenta.  Ambos se sentían bien de esa manera. Una calidez que no habían experimentado hace tiempo. 

Fue Miguel el primero en comenzar a abrir sus ojos. Se sintió adolorido, ya que se había dormido sentado con la cabeza apoyada en una parte del sofá. Se asustó al ver al castaño frente a sus ojos, pero luego recordó todo lo que había pasado, haciendo que inmediatamente su pulso se aliviara. Se percató de que aún sostenía su mano, entrelazando sus dedos en una sutil caricia. Se sentía bien, su mano era un poco venosa y huesuda, pero muy suave. 

Luego de un rato observándole, algo adormilado y sumergido en sus pensamientos, Miguel finalmente decidió soltarlo de manera lenta para así levantarse e ir a la cocina para preparar un desayuno. Mientras se desperezaba y estiraba sus músculos pensaba en el sujeto recostado en su sofá, y en si debería hacerse responsable de su salud. La verdad era que luego de ver aquellas cortaduras Miguel sólo quería cuidarlo y entenderlo. Quizás ser su amigo.

De pronto, se percató de que Rubén había comenzado a desperezarse en el sofá. Se quedó mirándole fijamente, sin saber qué hacer o decir.

Al abrir sus ojos el castaño observó el lugar en el que estaba lentamente, sintiéndose desorientado. Lo primero que le aceleró con temor el corazón fue darse cuenta de que no estaba en su departamento. No, definitivamente no era su departamento. Asustado ya por completo, se levantó de golpe con la respiración agitada mientras que su mirada seguía desviándose y examinando su entorno rápidamente. Nunca había estado en aquel sitio. Su respiración se agitó mucho más y Miguel, al verlo confundido, se acercó finalmente a paso apresurado.

-Veo que ya despertaste, ¿estás bien?- preguntó, intentando sonar suave y tranquilo para no alterarlo.

Al escuchar su voz Rubén le miró y amplió sus ojos, sintiéndose mucho más confundido. ¿Otra vez? ¿Qué hacía él a su lado otra vez? ¿En qué momento había llegado a ese lugar que no conocía para nada y para empeorarlo, con ese pelinegro entrometido que no hacía más que aparecerse en su vida una y otra vez?

-¿Qué quieres? ¿En dónde estoy?- preguntó Rubén con voz ronca. Aclaró su garganta, dándose cuenta de que tenía sed, pero no le dio importancia a eso porque en verdad el temor había comenzado a adueñarse de su cuerpo al ver nuevamente al pelinegro.

-Tranquilo, tranquilo. Este es mi departamento. Anoche miré por mi ventana y te vi tirado a un costado de la calle. Estabas desmayado en plena tormenta. Te traje aquí, te cambié de ropa y te cuidé un poco.- explicó Miguel, siempre sonriendo con el fin de apaciguar las cosas.

-¿Q-Qué?- tartamudeó Rubén, mirando luego de reojo las ropas que llevaba puestas. ¿En verdad había pasado eso? No, de seguro le estaba mintiendo. ¿Por qué alguien se preocuparía por él y se tomaría la molestia de darle alojamiento siendo completos desconocidos?

Observó desconcertado una vez más a Miguel, el cual se había sentado a su lado en el sofá. Aquellos ojos negros tan parecidos a los de su madre... en verdad le causaban escalofríos.

-No te creo... no, yo...- Rubén no sabía que decir. Se sentía atrapado. Casi sin aire, y es que sabía que muy probablemente el sujeto junto a él ya conocía lo que había hecho. Debió de haber sido más cuidadoso, debió dejar el pueblo. Era obvio que llegaría el día en donde se sabría lo que hizo. Pero él no había querido hacerlo. Una parte oscura de él había aparecido y había actuado impulsivamente en su lugar. 

Por Siempre y Para Siempre (Rubelangel) ~ [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora