Capítulo 44

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-¿Cómo serán...?- murmuró Rubius mientras miraba el paisaje por la ventanilla del tren. Aún no procesaba bien todo lo que estaba pasando. Él, un hombre antisocial, enfermo de la cabeza y reservado, ahora se encontraba sentado al lado de la persona que amaba, en un tren camino a un pueblo que ni siquiera conocía, y eso no era todo, iba a conocer a los padres de Miguel. ¿En qué momento toda su vida dio un giro tan drástico? Estaba convencido de que pasaría el resto de sus días solo, y ahora tenía a Mangel apoyado en su hombro, durmiendo tranquilamente mientras que a él lo consumían los nervios. Había escuchado cómo el morocho hablaba con su madre por teléfono antes de que fueran a la estación. Parecía animado, así que supuso que todo estaría bien.
-Cálmate Rubén...- se susurró exhalando una bocanada de aire. No entendía por qué estaba tan nervioso, después de todo Mangel solo lo presentaría como a un amigo. Aunque no le gustaba mucho esa idea de mentir, tenía miedo de la opinión que pudiesen llegar a tener sus padres. Mangel no había tenido ni la decencia de contarle como eran, él quería que los conociera por su cuenta, pero ahora el castaño estaba demasiado nervioso, se los imaginaba alegres y comprensivos, aunque sabía que solo eran suposiciones. Podría llegar y llevarse una gran sorpresa al enterarse de que formaban parte de una mafia, o que eran fugitivos del gobierno, o que eran agentes secretos. Río para sus adentros al descubrir la gran imaginación que tenía. Sabía que nada de eso pasaría, pero quería cubrir todas las posibilidades para no llevarse una sorpresa.
Se centró en el paisaje para no pensar más en eso. Podía verse como el sol se ocultaba lentamente detrás de las montañas nevadas, esas montañas que siempre veía en el campo de flores, pero que ahora se veían tan alejadas. El cielo había adoptado colores anaranjados y el sol reflejaba en los bordes de las nubes cercanas, un brillante resplandor amarillo. Parecía una postal, era muy hermoso. No podía creer que había tenido el valor de dejar el pueblo. Se le había hecho muy dificil despegarse de ese lugar. Después de todo, ahí había crecido, ahí estaba su historia. Nunca había puesto un pie fuera de ese pueblo, aunque sabía que no había nacido allí, no recordaba su lugar de origen, por lo que cuando le preguntaban, él decía que había nacido en ese pueblo. Solo algunos sabían que eso no era cierto, como por ejemplo, Gustavo. Ahora que lo pensaba, Mangel le había comentado en una ocasión que trabajaba en una cerrajería, Gustavo era su jefe... pero esos últimos días no lo había visto ir a trabajar. ¿Qué habrá pasado? No le dio más vueltas al tema y se decidió a preguntárselo cuando despertara. Volvió a prestar atención en el paisaje, el sol ya no se veía pero los colores anaranjados aún no habían desaparecido por completo. Realmente Mangel lo había cambiado mucho, hace unos días no habría ni siquiera considerado la posibilidad de una relación, pero ahora... al lado de Miguel... todo parecía tan posible. Se giró a verlo. Estaba profundamente dormido apoyando su cabeza sobre su hombro. Esa imagen lo enterneció haciéndolo sonreír levemente. Cuanto amaba a ese gilipollas... Se acercó a su cabello y aspiro su perfume con su nariz. Los pequeños pelos de Mangel le dieron cosquillas haciéndolo reír suavemente. ¿Realmente merecía todo esto? ¿Toda esta felicidad que se le estaba ofreciendo? Era cierto que Rubén había sufrido mucho toda su vida, pero el morocho había logrado borrar muchos de sus dolores. Tal vez si se lo merecía... después de todo, ya era hora de que viviera un poco. Con ese pensamiento, colocó su cabeza hacia atrás y cerró los ojos tratando de dormir. El cielo ya había oscurecido y faltaban unas cuantas horas para llegar a Algarinejo, lo mejor sería pasar todo el viaje inconsciente ya que no le era muy agradable viajar en vehículos de trasporte, prefería caminar.

-No puedo dormir...- suspiro frustrado luego de unos minutos. Abrió los ojos y miró a su alrededor. Todos en el tren parecían ya dormidos, incluso Mangel había comenzado a roncar un poco. Por suerte, este se había acomodado en su asiento, por lo que Rubén pudo moverse con facilidad. Solo se escuchaban algunas respiraciones y los sonido de las ruedas deslizándose por las vías del tres. Volvió a suspirar y miró por la ventanilla, ya no se podía ver nada, todo estaba completamente oscuro. Sin saber que hacer sacó su móvil y puso unos juegos que venían incluidos, aún no los probaba así que no perdía nada haciéndolo ahora. De pronto, el juego se abrió dejando escapar una fuerte melodía por los parlantes del celular. Sobresaltado intentó bajar el volumen lo más rápido que pudo y cuando lo logró miró hacia todos lados comprobando que nadie se hubiera despertado. Parecía que todos dormían como roca.
-¿Rubiuh...?- susurró Mangel desperezándose. Rubén suspiro al verlo.
-Lo siento, te he despertado- susurró también para no hacer mucho ruido.
-Estah bien- le sonrió de manera cansada- ¿No puedeh dormir?
-Estoy algo nervioso, es solo eso- contestó despreocupadamente.
-¿Quiereh que te cante una canción de cunah?
-No soy un bebé Mangel- contestó cabreado. El morocho solo soltó una risita burlona y se incorporó en su asiento.
-¿Quéh quieres haceh?- preguntó ya más despierto.
-No hay mucho que se pueda hacer en un tren- suspiro frustrado.
-Tieneh razón, pero puedo haceh esto- dijo acercándose a él para luego besarlo suavemente en los labios. Rubius se sonrojó y comenzó a mirar para todos lados, las personas seguían dormidas, por lo menos nadie los veía y eso lo tranquilizaba un poco. De repente sintió como la lengua de Mangel se abría paso lentamente dentro de su boca. Abrió los ojos como platos al sentir ese extraño y húmedo tacto, no era tan malo, pero no podía evitar morir de vergüenza. Lo apartó sutilmente y cerró los ojos para no ver a Mangel, sentía que su cabeza estaba prendida fuego.
-¿Qué pasah?- pregunto el morocho al verlo completamente sonrojado.
-N-nada... e-es solo que fue r-raro- confesó sintiendo que explotaría. Mangel sonrió divertido y se acercó para volver a besarlo, pero esta vez Rubén se dejó llevar por ese beso apasionado, sintiendo un cosquilleo en su panza y piernas. La lengua de Mangel volvió a adentrarse en su cavidad bucal haciéndolo estremecer un poco nervioso, pero no podía negar que en parte era agradable. Trató de mover su lengua para corresponder el beso, pero Miguel ya había tomado el control de la situación. Lentamente se fueron inclinando en el asiento, quedando Mangel encima de Rubius, que aún seguía perdido en ese beso tan diferente a los anteriores. La mano del morocho acarició el torso de Rubén y este sintió como su tacto, a pesar de tener ropa, quemaba su piel. Lo alejó rápidamente y se dio cuenta en la posición en la que estaban.
-¿Q-q-q...?- no podía articular palabra. Se había perdido completamente y no se había percatado de que estaba acostado en el asiento.
-Estah bien... creo que fue demasiadoh...- sonrió Mangel al verlo tan confundido. Si Rubén no lo hubiera alejado tal vez no podría haberse controlado. Se levantó del asiento y se sentó nuevamente jalando al castaño para que hiciera lo mismo. Este mantenía la mirada perdida. ¿Qué estuvieron a punto de hacer? ¿Será que Mangel quería hacer "eso"? ¿Y por qué le había gustado que le tocara de esa manera? Fueron sus instintos los que lo habían alejado, no él. Volvió a sonrojarse violentamente. ¿Hacerlo con Mangel? ¿Con un hombre? ¿Acaso eso se podía?
-¿En quéh piensas?- preguntó el morocho al verlo tan perdido.
-N-n-nada- tartamudeó nervioso.
-Lo sientoh- se disculpó un poco cabizbajo. Se levantó de su asiento y comenzó a caminar en dirección al baño. Estúpido, estúpido, estúpido... solo eso pensaba en su cabeza. ¿Cómo se le ocurrió hacer eso? Ahora Rubén no querría verlo ni en fotografía. Se encerró en el baño molesto y se miró al espejo.
-¿Por quéh eres tan ansiosoh?- le preguntó a su reflejo. Fruncio el ceño enojado y suspiro abriendo el grifo para lavarse la cara. Odiaba ser tan impulsivo.
Mientras tanto Rubén trataba de procesar todo lo que acababa de pasar. ¿Acaso Mangel lo deseaba de esa manera? Bueno... no lo culpaba. Después de todo eso es lo que hacían las parejas ¿no? La verdad es que no tenía idea de como reaccionar frente a esto. Jamás había hecho una cosa así con nadie. Confiaba en Mangel, pero ¿sería capaz de entregarse de esa manera? No, no estaba listo para hacer algo así, no aún. Sentía demasiada vergüenza de él mismo. Su cuerpo ahora estaba lleno de horribles cicatrices y además su piel era anormalmente pálida, sin contar que estaba flaco como un palo. No, no quería que Mangel lo viera así. Además él no sabría como complacerlo, estaba seguro de que lo decepcionaría. ¿Y si eso hacía que la ilusión que Mangel había creado hacia él desapareciera? Porque para Rubén, el morocho lo veía de una manera completamente diferente a como era en realidad. Esa ilusión que él veía podría ser rota si metiera la pata. No quería que Mangel se decepcionara, no podía permitir eso.
Observó como Miguel volvía al asiento. Se sentó en silencio y se acomodó en su lugar.
-¿Mang....?
-Tratah de dormir Rubiuh- le interrumpió ya con los ojos cerrados. Rubén asintió silenciosamente y cerró sus ojos. ¿Se habrá cabreado porque lo detuvo? Abrió los ojos y lo miró. Sabía que estaba despierto, así que se decidió a hablar.
-Perdona si te decepcioné, es que aún... aún... no estoy listo para hacer algo como... eso.- confesó apenado. Mangel había abierto los ojos sorprendido por lo que había dicho el castaño.
-Rubiuh yo...
-En serio lo siento, estoy seguro que tal vez en el futuro será diferente, pero ahora... no quiero.
-Estah bien Rubiuh, yo fui un estúpido al apresurarteh, el que debe pedir disculpas soy yo- dijo firme mirando al castaño.
Rubén también se sorprendió.
-Entonces... ¿No estas enojado?- preguntó confundido.
-Rubiuh- susurró Mangel sosteniendo su mano y entrelazando sus dedos con los de Rubén- no haré nada que no quierah.
Rubén le sonrió y suspiró aliviado. Que suerte que Mangel era tan comprensivo.
-Gracias- le agradeció. El morocho sonrió y suavemente colocó la cabeza de Rubén en su hombro.
-Duermeteh, mañana será un día largoh- aconsejó acariciando el pelo del castaño. Rubius suspiró y cerró sus ojos, con todo esto había olvidado a los padres de Mangel, y ahora se había puesto nuevamente nervioso. Pero las caricias que le daba Miguel en su cabeza le relajaban haciendo que le entrara el sueño. El último pensamiento que tuvo antes de dormirse, fue que pasase lo que pasase, Mangel estaría ahí, así que no había nada de qué preocuparse. Eso esperaba...

Por Siempre y Para Siempre (Rubelangel) ~ [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora