Capítulo 11

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Miles de ideas daban vueltas en la cabeza de Miguel. Mientras caminaba de regreso a su departamento no paraba de pensar en todo lo que había pasado hacía unos minutos.

Pensaba en Rubén. En los últimos días. En lo cercanos que se habían vuelto.

Pero también pensaba cosas específicas. Como por ejemplo... aquellos ojos verdosos que brillaron de forma leve al hablar de jerbos. Miguel no tenía ni la menor idea de qué animal era ese, pero poco le interestó cuando el delgado castaño comentó aquello con entusiasmo y timidez al mismo tiempo. Pensar en ese momento por alguna razón aceleraba el corazón de Miguel.

En realidad varios de los recuerdos que cruzaban su mente estaban logrando que su corazón se agitara de manera amena. Era agradable, un sentimiento cálido al que Miguel intentó no buscarle demasiadas razones. Aunque él sabía que la razón era sólo una persona que acababa de conocer. No quiso profundizar en eso, así que sólo decidió que las memorias resbalaran sin detalles.

Miguel había conocido a muchas mujeres en el pasado. Él sabía exactamente cómo se sentía cuando alguien era atrayente. Antes le gustaban las mujeres genuinas, guapas y confiadas. Aquellas que aceptaban gustosas la compañía y no temían expresar cariño o vulnerabilidad. Aún así, al Miguel de antes no le interesaba demasiado meterse en sus vidas... pero él había tenido sus razones.

Lo que sentía por Rubén tal vez podría asimilarse a lo que sentía por aquellas mujeres pero... Miguel sabía que de alguna forma desconocida, no era igual.

Mientras seguía caminando pasó por la cerrajería de Gustavo. Al ver que estaba abierto decidió entrar y asegurarse de que todo estuviera bien. Ya había sido una molestia en sus primeros días y estaba algo avergonzado por sus distracciones. Tocó el timbre luego de un largo suspiro y observó por el vidrio como su envejecido jefe se acercaba a abrir la puerta.

-¡Mangel! ¿Estás bien? ¿Pasó algo?- preguntó preocupado. Miguel no tenía muy buena cara.

-Nada, nada... estoy bien, jefe. Solo quería saber si estaba todo bien... y quería disculparme por haber dado problemas estos días.

-¿Por qué no te tomas el resto de la semana libre?- sugirió, haciendo a Miguel ampliar los ojos.- Así descansas y bueno... ya sabes... te enfocas en Rubén.

-Estaría bien pero...

-No te preocupes por esta vieja cerrajería. La he manejado sólo por más de 10 años, puedo hacerlo cinco días más.- El hombre mayor guiñó un ojo, haciendo a Miguel suspirar una sonrisa.

Gustavo era muy comprensivo respecto a lo que Miguel estaba pasando. Después de todo él había vivido en carne propia como su padre no paraba de andar con su trabajo y cuidando al abuelo de Rubén. Siempre que llegaba a su casa estaba exhausto pero aún así le dedicaba un poco de su tiempo como un verdadero padre. A veces lo miraba triste ya que no siempre podía ocultar su sufrimiento. Algunas veces lo escuchaba en el baño llorando y suplicándole a Dios cosas sin sentido, cosas imposibles de cumplir. Pero él nunca perdió la esperanza ni la fuerza. El padre de Gustavo había muerto hacía poco en su cama. Al fin podía descansar y al jefe de Miguel eso lo tranquilizaba, pero ver al pelinegro frente a él le recordaba fuertemente a su padre.

Luego de hablar unos minutos más con Gustavo, Miguel volvió a emprender su camino hacia su departamento y ya estaba oscureciendo para cuando logró llegar. El tiempo se le había pasado muy rápido ese día. Recordó entonces que al día siguiente iría con Rubén a comprar un celular nuevo.

Le sorprendió un poco cuando le dijo que no tenía pero no era tan extraño. Después de todo, Rubén había vivido mucho tiempo sólo y eso era muy malo para su enfermedad. El trastorno bipolar era una enfermedad muy complicada y requería de atención casi todo el tiempo. Miguel sabía a la perfección eso, pero no era un experto en el tema, por lo que decidió ir por su computadora e investigar sobre la enfermedad lo más que pudiera. Tal vez podría hablar también con el doctor que recetaba los medicamente de Rubén para obtener más detalles, pero dudaba que el castaño quisiera revelarle aquella información. Aún era muy pronto.

Miguel, sin darse cuenta, se pasó toda la noche sin dormir, leyendo entrevistas, foros, informes, noticias, libros y tratamientos relacionados al transtorno bipolar. A veces se sentía decaído porque en todos los casos salían esas horribles palabras, esas palabras que eran capaces de acabar con cualquier esperanza: "El trastorno bipolar no tiene cura". En ocasiones había vídeos, documentales que le hacían entender mejor lo que debía hacer frente a determinados episodios e incluso algunos le hacían sentir seguro, le hacían sentir que en verdad podría ayudar a Rubén y que podía hacer que llevara una vida tranquila y productiva.

Solo esperaba que todo lo que había aprendido le sirviera.

Ya cansado se dirigió a su cama y sacó su celular para ver la hora. 6:15. Dormiría unas horas y luego se dirigiría a la casa de Rubén. Estaba un poco inquieto ya que no sabía qué podría estar haciendo el castaño en ese momento. ¿Había sido una buena idea dejarlo sólo otra vez? Miguel no paraba de preguntarse si había hecho lo correcto, pero el sueño terminó ganándole y apenas se recostó en su cama se quedó dormido.

Por Siempre y Para Siempre (Rubelangel) ~ [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora