Miguel permanecía acostado en su cama con los ojos clavados en el techo sobre él, sin poder dormir. Su mente se enfocaba en repasar con todo detalle lo que para él había sido un buen día. Desde que Rubén le había pedido dejar de ser amigos, hasta cuando él mismo lo había abrazado, cada recuerdo le hacía suspirar con alegría y también algo de preocupación. Estaba mal, y él lo sabía. Los sentimientos que tenía hacia el castaño y que se removían con insistencia en su pecho no eran apropiados. Era demasiado apresurado pero en verdad ahora se estaba planteando que más que gustarle Rubén... tal vez se estaba enamorando. Pero... ¿podría ser que no se tratara de eso? ¿Podría ser sólo la necesidad que sentía por protegerlo, ayudarlo, y sanarlo lo que lo tenía tan inquieto?
Miguel cerró sus párpados, decidiendo que aquella opción sería más conveniente, pero su mente siguió divagando.
¿Y si lo que sentía era sólo un interés repentino y pasajero? Nunca había observado a ningún hombre más de la cuenta como le ocurría con Rubén. Era confuso.
Miguel tendría que hablar sobre todo esto con alguien y ya sabía con quién. Mañana llamaría a su mejor amigo Alex. Se habían conocido de adolescentes y desde ese momento fueron grandes amigos al descubrir todas las cosas que tenían en común.
En ese momento el celular del pelinegro vibró, advirtiéndole que tenía un nuevo mensaje, cosa que le sorprendió ya que eran las 3 de la mañana. Al abrirlo se sorprendió mucho más al percatarse de que el mensaje era del mismísimo Rubén. Se habían agendado y pasado sus números antes de despedirse esa tarde y Miguel le había enseñado lo básico.
Rápidamente y un poco nervioso leyó el mensaje que parpadeaba en su pantalla.
"No sé si esto se envió o no, solo quería probar cómo era."
Miguel soltó una carcajada tan alta que al instante se llevó una mano a la boca para no despertar a los vecinos.
Cuando su risa se hubo calmado se dio cuenta de lo tierno que se veía el pequeño mensaje de Rubén. El hecho de que tratara de comunicarse con él a altas horas de la noche le hizo sentir bien, pero claro... el castaño aún no tenía más contactos agendados.
"¡Hola! ¿Y? ¿Te gusta tu nuevo móvil?" le respondió animadamente, acomodándose entre las cálidas sábanas que lo cubrían.
"Te desperté... ¿verdad? Lo siento, pensé que no ibas a leer el mensaje, creí que tenías el móvil apagado...", Rubén respondió después de unos segundos, haciendo al pelinegro arquear una ceja con gracia.
"No me despertaste, en realidad no puedo dormir :p"
"Tampoco yo."
"Pero, ¿estás bien?"
Miguel notó que Rubén demoró un par de segundos más de la cuenta en responder.
"Sí"
"¿Pero...?"
"Pero nada."
"Anda. Dime qué pasa por tu cabeza en este momento. Sin mentiras."
Rubén demoró nuevamente en contestar, y Miguel supuso que estaría pensando.
Después de unos segundos su celular volvió a vibrar al fin.
"Se me antoja un helado y es tu culpa."
El pelinegro se hecho a reír una vez más, sin creerse que esa fuera la razón del insomnio del guitarrista. Era raro y dulce. Unos golpes en la pared le hicieron detener sus risas, y comprendió que al parecer los vecinos se habían despertado por sus carcajadas. Miguel maldijo revoleando los ojos las paredes delgadas y luego se dispuso a contestarle al castaño.
"Mañana podemos ir de nuevo a la heladería :)"
"Mangel, no quiero molestarte otra vez. Podemos ir otro día si estás ocupado...".
Rubén, desde su propio departamento, observaba la pantalla brillosa de su nuevo celular, escondido y cubierto hasta la cabeza con sus mantas. Miguel le había comprado, junto con un montón de cosas innecesarias más, un cobertor mucho más grueso y cálido que los que tenía antes, por lo que era inevitable para él acurrucarse y apoyar su rostro contra la suave y agradable tela. Hacía mucho tiempo que se había acostumbrado a dormir con frío por las noches, y tener ahora encima de su cuerpo aquel grueso cubrecamas le hacía sentir casi tan cálido como cuando la presencia de Miguel estaba cerca.
Era consciente de lo que el pelinegro hacía y cómo se estaba aferrando a él demasiado rápido. Rubén ya no quería alejarse como antes había deseado, pero tampoco era correcto invadir su vida constantemente. De seguro Miguel tenía ocupaciones que antender y él había arruinado su rutina...
Rubén pensaba todo aquello hundiéndose cada vez más en el colchón y encogiéndose en sí mismo, hasta que un nuevo mensaje de Miguel apareció en su pantalla, iluminando sus ojos atentos.
"¿Es broma? ¡No es molestia! Me gusta estar contigo."
El castaño se sonrojó al mismo tiempo en que Miguel se golpeaba el rostro con la palma de su mano. ¿Por qué demonios había escrito eso? Era la verdad pero no se suponía que fuera tan obvio al respecto.
"Gracias Mangel, pero en serio mañana deberías hacer otra cosa."
"No me vas a decir que no quieres que seamos más amigos ¿no?"
"No. Es que siento que te estoy cansando."
"No me cansas, pero si quieres que mañana no nos veamos, lo entiendo."
"No te enojes, es solo que necesito pensar unas cosas..."
"También yo :) no te preocupes, no estoy enojado."
"Está bien, creo que trataré de dormir ya... buenas noches Mangel".
"Buenas noches Rubius."
Ambos dejaron de lado sus celulares luego de eso y no consiguieron dormirse sino al cabo de una larga hora en las que sus sonrojos se desvanecieron lentamente.
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Por Siempre y Para Siempre (Rubelangel) ~ [Editando]
FanfictionRubén sufre de una enfermedad que le hace actuar antes de pensar, de esa manera termina alejando a todos los que lo rodean... pero un médico llamado Miguel consigue acercarse a tal punto de sentir algo por él. Aunque lo que él no sabe es que Rubén o...