Capítulo 94

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Luego de unas horas después del amanecer, Miguel despertó de manera lenta, primero estirándose y removiéndose entre las sábanas perezosamente, luego, frunciendo un poco sus párpados pesados y finalmente abriéndolos y acompañando la acción con un gran bostezo que le dejó los ojos llorosos por breves segundos.

Volvió a estirarse entre las sábanas quedando boca arriba, rascando su estómago distraídamente, y luego giró su rostro hacia el costado, esperando ver a su castaño junto a él.

Frunció el ceño al percatarse de que Rubén no estaba a su lado en la cama. Miró a su alrededor, recorriendo la habitación con sus ojos aún un poco cansados, y finalmente lo encontró. Estaba apartado en un rincón del cuarto donde un rayo de sol que se filtraba por la ventana le iluminaba parte del rostro y del torso desnudo. Se había colocado unos pantalones sueltos y frescos, ya que la temperatura era bastante elevada aquella mañana, aunque agradable gracias a la brisa que agitaba con suavidad las finas y blancas cortinas que adornaban la ventana.

Miguel se sorprendió al ver en aquellas huesudas manos un objeto peculiar que hacía años no sujetaba con sus propias extremidades. Se preguntó cómo Rubén había encontrado aquello, y giró sobre su cuerpo, quedando completamente de costado y mirando la serenidad que mostraba el rostro de Rubén.

-Rubiuh.- musitó.

El castaño levantó el rostro con sorpresa, pues lo creía dormido.

-Buenos días.- le sonrió tenuemente, bajando luego la mirada una vez más hacia el objeto en sus manos.- No dormí muy bien anoche así que... me desperté temprano y decidí salir del cuarto para no despertarte. Volví a entrar hace unos minutos- Rubén suspiró y comenzó a caminar hacia la cama, sentándose segundos después al lado del recostado Miguel.- La encontré intentando alcanzar un libro que pensé que tal vez me gustaría. Casi se rompe en pedazos pero logré sujetarla antes de que cayera al suelo.

Miguel observó con nostalgia la cámara fotográfica, y luego sonrió tomando la mano de Rubén con suavidad.

-Ven. Acuéstate conmigo.- pidió.

Rubén no tardó ni un segundo en cumplir su deseo, y se relajó a su lado en las sábanas que parecían brillar más gracias a la luz solar que comenzaba a expandirse por toda la habitación. Dejó la vieja cámara en la mesita al lado de la cama y giró sobre su cuerpo, quedando frente a Miguel.

-¿Tieneh sueño?- preguntó el morocho viéndose tentado por su cabello desordenado. Estiró su mano y le acarició mansamente sin dejar de mirarle a los ojos, los cuales veía ahora extrañamente algo rojizos.

-No...- susurró el castaño cerrando sus párpados, algo intimidado por la fija mirada de Miguel sobre él. Se dejó acariciar, sintiéndose nuevamente tranquilo y relajado.

-Rubiuh... ¿Pasa algo?- preguntó Miguel preocupado. Le notaba extraño, como ido, y aquello le asustaba. Ya no quería más desgracias. Merecían un poco de paz. Merecían ser felices juntos.

-Pasan muchas cosas...- respondió Rubén sin abrir sus ojos.

-Mírame.- exigió el morocho desesperado por ver sus hermosos ojos verdes, pero lo único que obtuvo fue una mirada triste y aguada de su par.- Rubiuh... no me asusteh, ¿hah ehtado llorando? ¿pasó algo malo?

-Como no podía dormir... decidí que era un buen momento para... contarle a Nina. No sé, de pronto me sentía capaz...- explicó Rubén intentando que su voz no se quebrara.

-¿Contarle...?

-La llamé por el móvil y le conté todo. Le conté lo que hice. Lo que soy.

Miguel se quedó mudo, admirando el rostro decaído de su castaño.

Por Siempre y Para Siempre (Rubelangel) ~ [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora