Capítulo 25

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Rubén despertó a causa de los fuertes rayos de sol. Miró con sus ojos entre cerrados a su alrededor tratando de darse cuenta en dónde estaba. Se percató de que estaba acostado en el pasto y no en una cama.
-¿Pero que...?- y un ronquido fuerte lo asustó. Miró a su lado y ahí estaba Mangel roncando como un tronco. Incluso balbuceaba algunas cosas. Cuando Rubén lo vio todos los recuerdos se le vinieron a la mente como un flashback. Se habían besado. Abrió los ojos completamente y se ruborizó. Se sentía feliz por lo que había pasado, pero tenía miedo. Miedo a que Mangel lo dejara, miedo a cambiar de opinión, miedo a dañarlo, miedo a perderlo. No se lo perdonaría jamás. Observó como el morocho se movía incómodamente en el pasto. Se sentó para mirarlo mejor, entonces vio como mostraba una leve mueca de dolor. ¿Estará soñando? Rubén no entendía por qué estaba tan inquieto.
-mmnh- gruñía Mangel quejándose. Rubén comprendió que tal vez estaba teniendo una pesadilla y decidió tratar de despertarlo.
-Mangel... Mangel...- le decía moviéndolo de un lado a otro
-N-no- seguía diciendo Mangel con los ojos cerrados y sin quitar su expresión de dolor.
-¡Mangel despierta!- grito Rubén al ver como algunas lágrimas comenzaban a caer de los ojos de Mangel. Esto estaba mal, no era normal- ¡Mangel no tiene ni puta gracia!- le seguía gritando pensando que tal vez era una broma. Jamás lo había visto llorar, eso le asustaba.
-¡Ahh!- gritó Mangel abriendo los ojos desorientado. Rubén lo miró sorprendido y asustado. ¿Qué coño le pasaba a este?- Ahh- volvió a gritar ya despierto.
-¡M-mangel!- le decía Rubén agarrándolo de los hombros y sacudiéndolo un poco. Comenzaba a asustarse. ¿Por qué seguía con la misma expresión si ya estaba despierto?
-¡Joder, me dueleh!- se quejaba Mangel moviéndose con dificultad
-¿¡Qué cosa Mangel!?- le preguntaba el castaño desesperado
-L-la p-pier... AHH!- grito más fuerte haciendo que Rubius pegara un brinco asustado. Pero entendió a lo que se refería. Rápidamente subió un poco su pantalón para revisar su pierna, pero no tenía nada extraño.
-L-la o-ot-r-a- decía Mangel con la respiración agitada. Rubén rápidamente levantó la parte del pantalón que cubría su otra pierna y al ver lo que tenía soltó un grito ahogado.
-¿¡QUÉ, QUÉ PASAH?! ¿¡Qué tengo!? ¡Ahh!-seguía gritando Mangel.
-N-nada, s-solo d-dame tu m-móvil, hay que ir a-al hospital- le decía el castaño nervioso. La pierna de Mangel estaba completamente hinchada y roja. En el medio de ese círculo horriblemente aterrador había un punto negro. Era tan asqueroso que Rubén no había podido evitar gritar del susto.
-E-en el b-bolsillo, ¡joder dueleh!
Rubén rápidamente sacó su móvil del bolsillo y buscó en sus contactos algún número de un hospital. Estaba nervioso, luchaba por no entrar en pánico. La verdad es que no tenía idea de que hacer. ¿Que cojones le había pasado Mangel en la pierna? Nunca se había encontrado con una situación así en su vida. Él era el que siempre debía ser rescatado, pero ahora que se habían invertido los papeles sentía que era demasiado, que Mangel terminaría desmayándose ahí mismo, o peor. No podía permitir eso. Finalmente encontró un número que parecía ser del hospital. Lo marcó rápidamente y esperó a que contestarán.
-¿Si diga?- la vos de una mujer hizo que a Rubén se le erizara la piel. No estaba acostumbrado a hablar con las personas, menos con mujeres. Tenía miedo, comenzaba a respirar entre cortadamente.
-¿Hola?- volvió a preguntar la mujer. Pero el castaño estaba petrificado, era demasiada presión, no podía, no sabía que decir. Sintió como se escuchaban los tonos del teléfono del otro lado de la línea. La mujer había cortado.
-¡MIERDAH AHHH!- gritaba Mangel cada vez más fuerte.
En ese momento Rubén reaccionó. ¿Qué estaba haciendo? ¿Por su estúpido miedo iba a dejar que la persona que más quería muriera de dolor en ese lugar? Volvió a marcar más decidido, pero sus manos no dejaban de temblar.
-¿Si, con quién hablo?- preguntó nuevamente la mujer.
-H-hola, s-soy Rubén. M-mi amigo t-tiene l-lasti-imada la pierna, n-no deja de gritar, r-realmente l-le duele m-mucho.- explicó Rubén con mucha dificultad.
-Deme su dirección y mandáremos una ambulancia en seguida- ordenó la mujer con vos firme.
-Ehh...- Rubén no se acordaba de que no estaban en el pueblo. ¡Estaban en medio de la montaña!- Estamos en un descampado, cerca de las montañas. Por favor, ¿puede ayudarlo, verdad?
-La ambulancia tardará un rato... No se preocupe en unos minutos llegará la ambulancia.
-V-vale
-Llame si algo pasa- y cortó.
Rubén suspiró aliviado, al menos había logrado comunicarse con esa mujer.
-AAHH JODERR- seguía gritando Mangel. Rubén comenzaba a entrar en pánico. ¿Qué hacer? ¿Qué hacer? Se aproximó al lado de Mangel y lo miró asustado.
-M-mangel, t-tranquilizate, t-todo va a...
-MIERDAAAA- gritó Mangel sintiendo demasiado dolor.
Rubén solo podía mirarlo retorcerse inquieto en el pasto. Le hacía daño verlo así, era la primera vez que lo observaba en ese estado, tan débil y pegando gritos que lo sacaban de sus pensamientos rápidamente. Trataba de calmarlo pero parecía que Mangel no lo escuchaba. Lo único que hacía era maldecir y gritar agonizando de dolor.
-Mangel...- suspiro Rubén cansado. Sus gritos eran el ruido más horrible que había escuchado en su vida. Le hacía marearse y desesperarse- por favor ya no grites...- le suplicaba débilmente. Entonces Mangel lo miró con dificultad, pero apenas lo logró sintió otra vez esa puntada en su pierna y no pudo callar otro grito. Rubén se alejó de su lado. No podía más. Sentía que si se quedaba ahí terminaría desmayándose. Se metió a la carpa que estaba a unos metros de Mangel y se encerró ahí.
-¿Qué estoy haciendo?- sollozó tapándose el rostro con sus pálidas manos. Había dejado a Mangel solo en medio del descampado, lo dejó sufriendo solo porque no soportaba sus quejas. Era estúpidamente débil. ¿Cuántas veces Mangel lo había ayudado a él? Y ahora le daba la espalda cuando más lo necesitaba. Pero no podía evitar tener miedo.
-Soy un cobarde- afirmó para si mismo sacando sus manos de su rostro. ¿Cómo iba a protegerlo, si ni siquiera podía protegerse a si mismo?
En eso escuchó un sonido que lo alivió inmensamente. Una ambulancia se aproximaba. Salió de la carpa torpemente y vio a Mangel. Ya no gritaba. Solo mantenía sus ojos cerrados. Rubén abrió sus ojos como platos al mismo tiempo que estos se cristalizaban. ¿Se había...?
-¡MANGEL!- grito horrorizado corriendo hacia él.

Por Siempre y Para Siempre (Rubelangel) ~ [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora