Esa noche decidieron cancelar la salida al restaurante. Debido a que Abigail había fallecido, Kevin no paraba de sollozar en los brazos de su hermano, que lo acariciaba cariñosamente tratando de calmarlo. Rubén seguía a Emma hacia la casa pensando en Kevin. Sentía pena por él, que perdiera a ese animal que al parecer quería mucho debía ser duro. Pero le daba curiosidad saber el por qué de ese apego tan especial. Una vez que entraron, Emma suspiró y miró a Rubén con una sonrisa forzada.
-¿Quieres un café cariño?- preguntó amablemente. Rubén la miró y asintió. Un café no estaría mal, el frío hacía que desease saborear el café con su paladar y calentar sus manos con la taza. Era agradable hacerlo cuando las cosas iban mal. Observó como Emma se dirigía a la cocina y preparaba la cafetera. Luego de seguirla, decidió sentarse en una pequeña mesa que se encontraba allí. A pesar de ser pequeña era muy pintoresca. Parecía ser de caoba y tenía pequeños detalles grabados en la madera. Comenzó a delinear con su dedo índice aquellos detalles en la mesa tratando de distraerse. El ambiente estaba relajado, dejando escuchar solo el sonido del café llenando la taza. Todo parecía haberse tornado un poco triste y nostálgico. Suspiró y miró hacia una ventana. Ya había oscurecido completamente y algunas estrellas comenzaban a divisarse en el cielo. Sintió cómo Emma se sentaba frente a él en otra silla y le extendía una taza de café. Sonrió y la recibió observando que ella también tenía una taza en sus manos.
-¿Estará bien que los dejemos solos?- preguntó el castaño con un poco de culpa.
-Si, Miguel siempre a sido muy apegado a Kevin. Casi siempre está pendiente de él y lo cuida como un verdadero hermano mayor. Nadie podría consolar mejor a Kevin que él- respondió segura dando el primer trago. Rubén asintió entendiendo y probó su café.
-Muchas gracias- agradeció no solo por el café, sino por haber traído al mundo a alguien tan maravilloso como Mangel, por haberlo criado, cuidado, querido y apreciado. No estaba seguro de que su padre hubiera hecho lo mismo, pero al mirar a Emma a los ojos se podía notar un brillo especial. Un brillo que solo aparecía cuando estaba con sus hijos, y eso demostraba claramente el amor que les tenía. Ella le sonrió un poco extrañada por el agradecimiento, pero supuso que era por el café.
-¿Puedo preguntarle algo?- dijo Rubén dejando la taza en la mesa.
-Claro que si- respondió Emma curiosa.
-¿Podría contarme la historia que compartieron Kevin y Abigail?
Emma lo miró sorprendida y ladeó un poco su cabeza.
-¿Por qué quieres saber eso?
-Es simple curiosidad. Nunca conocí a alguien que se pusiera tan mal por la perdida de un animal- explicó siendo sincero.
-Ya veo... supongo que a Kevin no le molestará- concluyó ella sonriéndole. Tomo otro sorbo de su café y aclaró su garganta para luego mirar por la ventana. Rubén por su parte siguió saboreando su infusión mirando a Emma que parecía estar pensando sus próximas palabras.
-Kevin siempre adoró a los animales, pero lo que más le interesaba eran los caballos- dijo para luego sonreír- a los 5 años ya tenía toda una colección de caballos de madera con los que jugaba todo el día. Hasta dormía con ellos.- rió haciendo que Rubén también riera un poco- A los 10 años decidimos complacer su mayor deseo. Le compramos una hermosa yegua, en ese tiempo era solo un portillo. Deberías haber visto la cara de Kevin en ese momento. Toda la emoción, sorpresa, felicidad, y agradecimiento que emanaban sus ojos era tan clara que no dude ni un momento en que habíamos hecho bien con su padre en comprarle ese caballo. Pensé que correría y la montaría, pero en vez de eso se lanzó a nuestros brazos y comenzó a llorar de felicidad. No podía creer que Kevin estuviera tan emocionado por algo así, pero me parecía tierno y conmovedor.- hizo una pausa y luego de darle otro sorbo a su café sonrió- No se separaba nunca de esa yegua. La llamó Abigail y siempre la limpiaba, la cuidaba y la entrenaba para que fuera fuerte y veloz. Aún veo esa imagen de Kevin corriendo y riendo mientras que Abigail lo perseguía relinchando- rió- era muy cómico pero Kevin parecía extremadamente feliz. Obviamente Miguel se puso celoso así que tuvimos que comprar más caballos.- Rubén rió al imaginarse a Mangel celoso por una yegua- Si... Miguel siempre quería los juguetes de Kevin y viceversa. Pero Abigail no era ningún juguete y eso ponía aún más rabioso a Miguel. Sentía que su hermano pasaba más tiempo con la yegua que con él. Un día llegó llorando y diciendo que odiaba a Abigail, porque ahora Kevin no quería jugar con él, tuve que explicarle que él era su hermano y que un animal jamás podría remplazarlo, tenía que ver las cosas de una manera positiva, tenía que animarse a integrar a la yegua y no a alejarla- Emma miró a Rubén seriamente- Un día nevó en Algarinejo. Era muy extraño pero hermoso, todo estaba teñido de blanco puro. Decidí ir con Kevin a un pequeño campo para que jugara con la nieve y yo me senté en un banco mientras tejía.- paró y tragó saliva mirando hacia la ventana. Rubén noto que les costaba contar aquello- No se qué paso exactamente, la verdad es que no lo recuerdo muy bien, pero cuando subí mi cabeza por cuarta vez para ver a Kevin él ya no estaba. Lo busqué con la mirada pero no lo veía. No me preocupé mucho, pensé que... que volvería- suspiró y cerró los ojos.
-Emma, si no quiere contarme está bien- dijo Rubén al notar sus ojos cristalizados.
-Perdona cariño- sonrió ella agarrando su mano por encima de la mesa- eres un buen chico Rubén, lamento ser tan sensible y que tengas que verme así.
-No se preocupe, yo no debería hacer preguntas tan personales- contestó el castaño sintiendo la calidez de su mano.
-Esta bien, no es molestia.
Ambos se miraron y sonrieron. Rubén comenzaba a ver a Emma como a una madre, tenía ganas de abrazarla y apretarla a su cuerpo. Decirle que lo sentía por todo y que no cometería más atrocidades si ella se lo pedía. Pero aquella señora no era su madre, él lo sabía bien, solo que su mente a veces lo engañaba. Apartaron la mirada al ver la puerta abrirse. Miguel sostenía a Kevin del hombro y lo dirigía a su habitación. Miró a Rubén y curvó un poco la linea de sus labios para darle a entender que no se preocupara. El castaño entendió y asintió de manera leve, miró a Kevin y se entristeció. Parecía estar dormido pero con los ojos abiertos. Su mirada estaba pérdida y sus mejillas algo coloradas y mojadas al igual que sus ojos. No soportaba verlo así, parecía un chico tan alegre cuando lo conoció. Observó como subían las escaleras lentamente y desaparecían de su vista.
-Mejor me voy a descansar un poco- dijo Rubén parándose- muchas gracias por el café.
-No es nada cariño, ¿sabes llegar a la habitación?
-Si, creo que si no se preocupe.
-Vale, cenaremos en un rato si les parece.
-Esta bien, gracias- dijo para luego sonreír y dirigirse hacia las escaleras. Aunque entendía que para Emma era dificil hablar sobre aquello, ahora tenía más curiosidad sobre la historia de Kevin y Abigail. Comenzó a subir las largas escaleras y al llegar arriba se dirigió a la habitación que le habían prestado. Entró y cerró la puerta a sus espaldas. Suspiró. Habían pasado demasiadas cosas en un día y no estaba acostumbrado a tantas emociones, a pesar de que su enfermedad le hacía vivirlas a diario. Se tiró en la cama y se descalzó para luego ponerse en posición fetal. Observó sus alrededores y se sorprendió por todo el lujo que veía. Mangel había cambiado tanto su vida en un segundo. Debía agradecerle de alguna manera de una vez por todas, pero no tenía la menor idea de cómo. Luego lo pensaría mejor. Ahora solo podía pensar en Kevin. ¿Qué habrá pasado para que quiera tanto a Abigail? Decidió parase y colocarse en la puerta ventana que daba a la terraza. Miró el cielo y se percató de que no estaba nublado. Podían verse millones de estrellas brillando en la oscuridad. La última vez que había visto tantas estrellas fue en aquel viaje que hizo con Mangel a las montañas. Sonrió de lado al recordar que fue en ese momento que todo comenzó. Recordó ese primer beso que se dieron bajo la oscuridad sonrojándose y soltando una leve risa. Estaba completamente enamorado de ese subnormal que le cuidaba incondicionalmente. No podía creer la suerte que había tenido en conocerlo.
-Gracias...- susurró mirando el cielo estrellado, como si fuera el responsable de todo lo que había pasado. Sintió unos pequeños golpes en su puerta y exclamó un "pase" para luego observar como Mangel entraba en la habitación y cerraba la puerta.
-Mi madreh dijo que estabah aquí. ¿Te molesto?- preguntó dudoso porque pensó que lo iba a encontrar durmiendo.
-Para nada- sonrió este volviendo su mirada al cielo. Mangel camino hacia él y se colocó a su lado para luego suspirar algo cansado.
-¿Cómo va Kevin?
-Logré que se durmierah, pero aún estáh un poco frágil- contestó de manera triste.
-¿Qué fue lo que le pasó a Abigail?
-Ya era una yeguah grande Rubiuh... simplementeh no tenía más fuerzah- hizo una pausa y miró a Rubén a los ojos, esos ojos verdes que le hacía latir el corazón más deprisa- Kevin había ido al pueblo a comprar medicamentos para ella Rubiuh, él... él...
Rubén se sorprendió al escuchar la voz quebrada del morocho. Rápidamente lo abrazó y lo acurrucó en su pecho sintiendo como su polera se mojaba de a poco. ¿Estaba llorando?
-¿Mangel?- preguntó separándolo un poco.
-Siempreh odié tanto a esa yegua... y ahorah... no puedo evitar sentirmeh culpable- confesó mientras lloraba en silencio.
-Pero Mangel tu mismo dijiste que Abigail ya estaba vieja... no había nada que hacer.
-Pero me arrepientoh tanto de no haberla apreciadoh como debía. Ella salvó la vida de mi hermanoh Rubiuh y también la mía.
-¿En serio?- dijo este sorprendido. Mangel asintió y tomó su mano.
-Ven... acompáñameh- le sonrió débilmente para luego sacarlo de la habitación. Sin soltarse, comenzaron a subir otra escalera más pequeña, esta conducía al tercer piso. Rubén miraba sus alrededores con los ojos bien abiertos, realmente la casa parecía tener detalles hasta en el papel higiénico. Al llegar al tercer piso Mangel condujo a Rubén hacia una habitación que parecía un poco deteriorada. Entraron y observaron el lugar vacío. El castaño miró a su compañero extrañado. ¿Por qué lo había traído aquí si no había nada? Sus preguntas se esfumaron cuando Mangel lo soltó y se dirigió a una esquina de la habitación. Comenzó a mover una manija que estaba en la pared haciendo círculos con ella. Rubén iba a ofrecer su ayuda pero quedó con la boca abierta al ver como el techo de la habitación se abría completamente dejando ver absolutamente todo el cielo. Sus ojos se abrieron más de lo que ya estaban al ver todas las estrellas de diferentes tamaños. Mangel sonrió al verlo tan sorprendido y se acercó a él sin dejar de mirarlo a los ojos. Sus ojos verdes reflejaban todas las estrellas dándole un brillo especial. Tomó su mano y le indició que se sentara junto a él. El castaño sin decir palabra lo obedeció y se sentó sin dejar de mirar el cielo.
-Me encanta...- susurró sonriendo fascinado.
-Rubiuh... quiero contarte lo que sucedió entre Abigail y Kevin.
Rubén lo miró sorprendido y asintió, después de todo conocería la historia.
-Tu madre me contó algo... me contó que a Kevin siempre le habían gustado los caballos y que Abigail fue la primera que tuvo. También me contó algo sobre que un día nevó aquí y que lo había llevado al campo, pero no pudo seguir. Se notaba que le había afectado mucho.
-Así eh... ese díah de nieve fue muy traumáticoh para ella... para todos en realidah.
-¿Qué fue lo que sucedió?
-Mi madre nos contóh que ese día perdióh de vista a Kevin en el campoh. Él solo tenía 13 años Rubiuh. Dejó pasar los primeroh minutos, pero al no verloh en tanto tiempo se preocupóh. Comenzóh a llamarlo gritando su nombre...
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Por Siempre y Para Siempre (Rubelangel) ~ [Editando]
Fiksi PenggemarRubén sufre de una enfermedad que le hace actuar antes de pensar, de esa manera termina alejando a todos los que lo rodean... pero un médico llamado Miguel consigue acercarse a tal punto de sentir algo por él. Aunque lo que él no sabe es que Rubén o...