Capítulo 86

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Maratón 2: 2/3

-Soy un asesino.

-No... Rubiuh, no digas eso.

-Es la verdad Mangel. Soy un asesino.- confesó con lágrimas en los ojos. Kevin rió entre dientes y bajó el arma lentamente- Mi padre nos dejó a mi madre y a mi porque se había hartado de mi comportamiento bipolar. Y mi madre murió al poco tiempo por culpa de la depresión. Depresión causada por la ida de mi padre. Depresión causada por mi culpa.

-No...

-Sí.- le cortó mirándolo seriamente, aunque las lágrimas acumuladas en sus ojos delataban su dolor.- Ella murió y yo enfurecí. Enfurecí con mi padre, porque para mí en aquel entonces, solo él tenía la culpa. Así que lo busqué por muchísimo tiempo sin saber exactamente que haría al encontrarlo. ¿Sabes qué vi cuando di finalmente con su paradero? Estaba jugando con una niña. Una pequeña niña reía sin control entre sus brazos.- Rubén rió histéricamente derramando una lágrima- ¡Estaba feliz! ¡El cabrón estaba feliz y tenía una hija! ¡¡Una hija de puta!!

-¡AMANDA NO ERA NINGUNA PUTA!- exclamó Kevin enfurecido, golpeando la sien de Rubén con el mango del arma, pero aún así, el castaño siguió carcajeándose sin poder contenerse. ¿Por qué hacerlo de todos modos? Ya todo estaba perdido.

-Feliz... estaba feliz..- siguió diciendo entre risas- Y no sólo tenía una hija, Mangel. No, no,... él tenía novia también. Una hermosa rubia de cabello rubio y ojos gigantes y celestes. Parecía un ángel, toda cálida y sonriente. Brillante. Jóven. No como el asqueroso de mi padre... no,.. él era un viejo arruinado, y sin embargo estaba feliz. Feliz con su hija. ¡Pero yo era su hijo! ¡YO DEBÍA ESTAR EN EL LUGAR DE ESA PUTA NIÑA! ¡Y MI MADRE EN EL LUGAR DE ESA PUTA RUBIA!

-¡YA BASTA!- exclamó Kevin apuntando a Rubén con el arma. Pegó la punta a su sien. Ya no quería escuchar más. Incluso a él se le habían cristalizado los ojos por los dolorosos recuerdos.

-¡Espera! ¡Espera! ¡No me mates que viene la mejor parte!- rió el castaño histéricamente sin dejar de derramar lágrimas.- Esperé hasta la noche, hasta que tooodos se durmieran. Esperé por horas... sí que lo hice. Tu lo sabes Mangel. Tu sabes que yo soy muy paciente cuando quiero. Y esa vez fui muy paciente. Y cuando por fin todos estaban soñando con los angelitos, decidí adentrarme en la cabaña.- Kevin se había quedado paralizado escuchando con el arma aún en la sien de Rubén. Él sólo había visto al castaño quemar la casa... acaso... ¿había hecho algo más...?- Fui de puntitas hasta la habitación de mi padre, en donde dormía con esa tal Amanda. Y los observé a los dos... tan hermosos y tranquilos, juntos como una pareja feliz de enamorados.

-Rubiuh... bahta...

-Espera Mangel. Déjame terminar. ¿Recuerdas cómo me cortaba los brazos cobardemente? ¿Recuerdas ese pequeño cuchillo que usaba para abrirme la piel? ¿Lo recuerdas? ¿Recuerdas mi intento de suicidio? Sí,... claro que lo recuerdas... ¿Sabías que ese cuchillo a rajado muchas pieles? No sólo me sacó sangre a mi. También a Amanda y a su puta hija. A Hector, aquel hombre que me abandonó. Sí,... a todos les sacó sangre. Pero... y ¿qué esperabas? ¿Que al pasar el filo por sus cuellos, la sangre no hiciera acto de presencia? No seas ingenuo por favor. Eres doctor. Sabes que con un profundo corte al cuello, puedes acabar con la vida de una persona, y por lo tanto convertirte en un asesino... y yo...- Rubén lanzó un sollozo desgarrador- yo... yo soy... un asesino. Los maté... y los quemé...- cerró sus ojos y apoyó su sien con mayor fuerza contra el arma-... soy un asesino.. culpable... soy culpable... intenté apartarme de ti Mangel, pero no pude. No pude. La única forma es que me aparten de ti.

Esperó, esperó a que todo terminara. Sentía el metal frío del arma pegada a su sien, y estaba ansioso, aterrado, esperando a que de una vez por todas Kevin acabara con su miserable vida disfrazada de felicidad. Esperando a que el estruendo de la pólvora quemada rompiera el silencio de ultratumba que se había formado luego de su confesión. Ya no abriría los ojos, nunca más, y la última imagen que se llevaría con él al otro lado, sería la cara de Miguel, llorosa, observándolo con horror, con miedo, con decepción, con dolor, con amor.

Por Siempre y Para Siempre (Rubelangel) ~ [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora