Capítulo 42

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-¿Quieres que comamoh aquí?- preguntó Mangel señalando un pequeño restaurante.
-Me da igual mientras sirvan comida- respondió Rubius agarrando su panza, tratando de reprimir el ruido que producían sus tripas. Mangel le sonrió y lo condujo hasta el lugar. Acababan de terminar de comprar todo un guardarropas nuevo para Rubén, este había insistido en que no quería que pagara todo, por lo que Mangel terminó diciéndole que pagaría con la plata que le había dejado de sus muebles. A pesar de no ser mucho, les había sobrado un poco de dinero, por lo que decidieron gastarlo en un almuerzo decente. Al entrar al restaurante quedaron sorprendidos. Todo el lugar parecía estar hecho de madera, dándole un toque rústico y hogareño. Había diversas personas comiendo, familias, amigos, parejas y algunos hombres que parecían ser de negocios. El mesero los ubicó en una mesa para dos, que estaba al lado de la ventana, luego les dejo la carta y se retiró a seguir con sus labores.
-Nunca había comido en un lugar así- decía Rubius asombrado por todos los detalles que incluso reinaban en las sillas de algarrobo.
-Eh muy bonito- opinó Mangel mirando de arriba a abajo el menú.
-¿Qué vas a comer?- preguntó al verlo tan concentrado en decidir su plato.
-Polloh con patatas- contestó cerrando la carta.
-Ese es el menú para niños- río el castaño al escuchar su elección.
-¿Y quéh? Los otros platoh son muy raros, prefiero algo que conozcah.
-Vale... entonces pediré lo mismo.
Luego de eso llamaron al mesero, le dijeron sus elecciones y esperaron a que volviera con los platos.
-Estaba pensandoh....- comenzó a decir Mangel deslizando su dedo por el borde de la copa que les habían dejado.
-¿En qué?- preguntó Rubén, siempre le ponía nervioso ver a Mangel tan serio.
-Deberíamoh ir a Algarinejo anteh de ir a París- propuso mirándolo directamente.
-¿Algarinejo? ¿Para que iremos allá?
-Pueh, mis padres viven ahí. Quieroh que los conozcas lo antes posibleh- decía tratando de no parecer tan ansioso.
-Aaahh vale... olvidaba que ese era tu pueblo natal.- dijo Rubius recordando- no me importaría ir, pero solo faltan dos semanas para la boda de tu amigo- siguió comenzando a darle un sorbo a su bebida.
-Exacto, eh por eso que pensabah que podríamoh ir mañana a visitar a mis padreh.
Rubén se atragantó. ¿Mañana? ¿Conocer a sus padres tan pronto? Por más que lo disimulara el tema le ponía bastante inquieto.
-¿Estah bien?- preguntó Mangel al escuchar su rasposa tos.
-S-si jaja- reía nervioso
-Entonceh...
-Mangel yo...- En ese momento el mesero llegó con sus platos ya preparados. Mientras servía todo en la mesa Rubén pensaba sus siguientes palabras. ¿Qué le diría? ¿Que no? Le parecía muy apresurado a pesar de que solo lo presentaría como a un amigo. Pero sabía que para Mangel este paso era muy importante. Sabía que para él esto significaba mucho más que una simple presentación. De alguna manera era una "previa" a lo que vendría después... cuando lo presentara como a su... novio. El solo pensarlo lo ponía de los nervios. ¿Cómo reaccionarían los padres de Mangel al saber eso? Si fuera por él no se lo diría a nadie y seguiría con su vida con el morocho como si nada. Pero sabía que no todo era tan fácil. Si tan solo Mangel hubiera sido mujer... todo sería más simple. No pudo evitar sonreír al imaginarse a Mangel como a una mujer. ¿Cómo se llamaría? Seguramente Mangela. Si, ese era el nombre perfecto. Su sonrisa se amplió de oreja a oreja. Se la imaginaba con cabello largo y de un tono rojizo, pero lo más gracioso es que no la imaginaba sin sus cejas despeinadas ni su barba disimulada. La cara era la misma, lo único que cambiaba era el pelo. Observó como el mesero se retiraba y el olor a comida invadía sus fosas nasales, se veía delicioso. Sin más comenzó a comer entusiasmado sin percatarse de que Mangel lo miraba seriamente.
-¿No vah a respondermeh?- preguntó viendo como Rubén comía ignorándolo completamente.
-¿Que cosa?- habló con la boca llena. Mangel alzó una ceja mostrando su rostro cabreado y Rubius dejó de comer. ¿De qué hablaba? En ese momento recordó de lo que conversaron hace unos segundos. Se había distraído tanto pensando en Mangela que había olvidado por completo a Mangel.
-P-perdón es que me distraje- se excusó dejando los cubiertos sobre el plato.
-Estáh bien si no quieres, no voy a obligarte a nadah- contestó el morocho un poco decepcionado, en verdad pensó que Rubén lo entendería. Comenzó a comer desanimado saboreando sin ganas su comida cuando sintió como una mano se posaba sobre la que agarraba su cubierto. Levantó la mirada y vio a Rubén con cara de cachorro arrepentido.
-Lo siento, en serio me distraje, no tengo problemas en conocer a tus padres mañana, me pone un poco nervioso, pero si tu quieres... lo haré- explicó sonriendo. Mangel le devolvió la sonrisa y apretó su mano, Rubén había cambiado tanto desde que lo conoció, en verdad había hecho un progreso y pensar que eso lo había logrado él, le enorgullecía.
-Míralos... ahora resulta que Rubén es gay... no puedo creerlo.
-¿Que se cree haciendo eso en un lugar público?
-Oí que hace poco trató de suicidarse.
-¿¡Qué?!
-¿¡Lo dices en serio!?
-Si... y Gustavo ayudo al otro chico a rescatarlo... ¿Cómo era que se llamaba...?
-Es Miguel Ángel, un chico que vino aquí de visita... al parecer va a quedarse con su amado.
Risas.
-Que asco en serio.
-Cállate te escucharan.
-¡Que escuchen!
-Idiota estas borracho.
-¡Paar de maaricones!- grito alertando a todos en el restaurante. Rubén estaba tratando de contenerse. Había escuchado todo lo que habían dicho y estaba terriblemente enojado. Mangel miraba hacia otro lado un poco avergonzado de llamar tanto la atención, ni él sabía si era gay o no. Los hombres nunca le atrajeron, solo Rubén lo cautivo. El hombre borracho se levantó haciendo que sus amigos comenzaran a reír desde la mesa por su estúpido comportamiento, pero cuando se acercó a la mesa de Rubén y Miguel se alteraron.
-Oye tuuu... maricón de mierdaaa- llamó a Mangel que trataba de evitar contacto visual con aquel sujeto. Rubén se levantó enfurecido con la intención de golpearlo pero alguien lo detuvo por detrás.
-Tranquilo tío esta borracho- dijo uno de los amigos tratando de detener las intenciones del castaño.
-¿Borrachoo? Este cabrón es el que está borrachooo... Míralo tan patético- dijo señalando a Mangel, el cual ni se inmutaba.
-¡Cállate!- grito Rubén tratando de zafarse del agarre del muchacho que lo sostenía.
-¿Tu eerees Rubén verdaddd? Escuché mucho sobre tii... siempre maltratabas a los niños de pequeñoo... le hacías la vida imposible a tus paddreeess... no me extrañaría que estuvieran muertoss por tu cuuulppaa jajaja y veo que ya encontraste a tu próxima víctima- dijo señalando a Mangel, que esta vez si se había cabreado con el comentario del borracho. Esa fue la gota que rebalsó el vaso. Rubén le pegó un codazo al muchacho y este al soltarlo por el dolor dejó que el castaño se abalanzara sobre el borracho comenzando a proporcionarles golpes en su rostro demacrado. Todos en el restaurante comenzaron a salir aterrados por la escena, mientras que los amigos del borracho trataban de separar a Rubén. Mangel estaba atónito. Ver así al castaño, tan enojado, lleno de furia en sus ojos, estaba irreconocible. Por un segundo le dio miedo ese Rubén, tan violento y lleno de sangre en sus puños cerrados. ¡Qué estaba haciendo! Se abalanzó sobre Rubén y trató de hacer que parara.
-¡Rubiuh! ¡Rubiuh por dioh vas a matarloh!- gritaba tratando de tranquilizarlo- ¡Para Rubiuh!- comenzó a sollozar aterrado. Rubén lo miró y salió de su trance, ¿qué estaba haciendo? Miró sus mano, llenas de sangre de aquel sujeto. Esa imagen comenzó a distorsionarse con la sangre de su padre, la de su amante y la de su hija. Eran pequeños parpadeos en la cual la imagen cambiaba recordándole esa persona que había sido, sin cordura y sin límites. Tragó saliva y miró a Mangel, estaba temblando. ¿Qué había hecho? Le estaba mostrando al morocho esa parte de él que tanto quiso ocultar. Se levantó un poco mareado y pidió disculpas en un susurro para luego salir corriendo de allí. No quería ver a Mangel a la cara, le daba tanta vergüenza y tanta furia. ¿Por que las personas tenían que interponerse? ¿Por qué solo no los dejaban tranquilos? Enojo, tristeza, furia, culpa, impotencia. Odiaba sentirse así, últimamente había olvidado esos sentimientos, pero ahora que volvía a experimentarlos eran más insoportables. Recordó lo que hacía para aliviarse... cortarse. Tenía tantas ganas de hacerlo, era una adicción que había olvidado por completo. Recordó que el cuchillo había quedado en la casa abandonada, donde había estado a punto de quitarse la vida. Corrió velozmente hacia allá y entró a la casa apresurado. Luego trató de recordar la habitación y entró, ahí estaba ese pequeño cuchillo que tanto lo había aliviado. Suspiro y se arrodilló frente a este tomándolo con sus temblorosas manos. Tanto tiempo había pasado de la última vez que había hecho eso. Lo necesitaba, necesitaba sentir ese dolor, castigarse. Las palabras del borracho resonaban en su cabeza mientras el filo del cuchillo se deslizaba sobre su muñeca, sacándole algunas lágrimas y algunas gotas de sangre. Por más que le doliera, lo que había dicho ese sujeto no era del todo mentira, él había acabado con sus padres y era cierto lo de que maltrataba a los niños de pequeño. ¿Cómo sabía todo eso aquel hombre? Era lógico, después de todo en el pueblo los rumores corrían rápido. Pero ¿por qué involucrar a Mangel? Lo había llamado maricón, eso si que no lo soportaría. Le entró furia al pensar en esas palabras, hizo un poco más de presión en el cuchillo, sumergiéndolo más en su pálida piel. Mangel... no podía olvidar la cara que tenía... esa cara de terror... terror hacia él. Había hecho que Mangel le tuviera miedo, estaba seguro. ¿Qué diría ahora? ¿Seguiría con esa estúpida promesa? ¿Por siempre y para siempre? Como desearía que esa promesa fuera cierta, pero no lo era. Al final todos estaban solos, sin nadie. El destino de todos era igual, nada podía cambiar eso. Cansado del dolor guardó el cuchillo en su bolsillo y salió de la casa. Mangel no lo había ido a buscar, era lógico. Probablemente ahora estaría enojado. Lo comprendía. Comenzó a caminar lentamente tratando de tapar su muñeca que sangraba con su otra mano. No quería que la gente notara que estaba herido, era lo que menos deseaba es esos momentos. Algunas lágrimas silenciosas se deslizaban por sus mejillas. Aún no terminaba de procesar todo lo que había acontecido horas atrás. Sí, habían pasado horas y él ni se había dado cuenta. Levantó la vista y se percató de que estaba en el campo de flores. Se sorprendió. Realmente había perdido la noción del tiempo y el espacio. Caminó hacia el árbol donde siempre solía sentarse y se relajó bajo la sombra de este. Todo echado a perder nuevamente por su enfermedad. Ahora sentía que había vuelto a los comienzos, a cuando no conocía a Mangel y se dedicaba a lamentarse de su vida. Triste y solo. Así debería haber permanecido siempre.
-Mangel...- susurró sintiendo como la brisa movía las puntas de su cabello castaño. Quería verlo, pedirle perdón y explicarle todo. Pero era cobarde. No podía enfrentarlo, por lo menos no ahora. El sol le daba sueño, haciendo que sus ojos se cerraran débilmente. Rendido se acomodo mejor y se dispuso a entrar al mundo de los sueños, ahí podría olvidar todo y relajarse. O al menos eso creía. Eso esperaba.

Por Siempre y Para Siempre (Rubelangel) ~ [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora