-¿Estah seguro?- preguntó Mangel mirando al castaño.
-No pero... quiero hacerlo- contestó devolviéndole la mirada. Mangel sonrió y entrelazó sus dedos haciendo que sus manos se unieran. Luego de eso Rubén miró al frente, miró aquella casa que tantos recuerdos le traía. Esa que tanto había evitado en un intento de olvidar. Nunca se había atrevido a poner un pie en ese lugar desde los "hechos desafortunados", pero ahora que tenía al morocho a su lado, agarrando su mano firmemente y brindándole su apoyo, sintió que lo lograría, podría enfrentar cualquier cosa siempre y cuando Mangel estuviera con él. Un poco temeroso dio un paso al frente acercándose a la enorme puerta para luego tomarla y empujarla, abriéndola lentamente. Miró a Mangel nuevamente, el cual no soltaba su mano. Él, al igual que Rubén, estaba nervioso, pero no por los mismos motivos. Tenía miedo de la reacción que pudiera tener el castaño al ver ese lugar, él sabía perfectamente que allí no había muy buenos recuerdos para él. Mangel temía no poder controlar la situación, pero trataría de permanecer con la frente en alto. Rubén debía hacer esto, y él estaba dispuesto a acompañarlo sin dudar.
Ambos entraron a paso lento en la gigantesca estructura, mirando con atención cada detalle de la casa, temiendo a cualquier cosa que pudiera salir mal. Cuando ya se habían adentrado, Mangel se sintió terriblemente mareado, por lo que no pudo evitar caer al piso sobresaltándolo a Rubén.
-¿¡Mangel!?- grito aterrado.
-Tranquiloh, tranquiloh- lo calmó Mangel tratando de parase, pero el mareo no desaparecía. Cerró los ojos un minuto y respiro tratando de alejar esos recuerdos que lo habían aturdido abruptamente. Esos recuerdos de Rubén lleno de cortes, sangre y lágrimas. Había sido demasiado fuerte, ver de nuevo esa casa le hizo ver esa horrible imagen del castaño moribundo.
-¿Que pasa?- preguntó Rubén agachándose para ayudarlo.
-N-nadah, e-estoy bien- tartamudeó tratando de evitar el tema.
-No estas bien. Vámonos, volveremos otro día.
-No, ya llegamoh hasta aquí, no podemoh retroceder ahora- insistió sintiéndose débil.
-Mangel no seas testarudo, no dejaré que te mueras, no aquí- contestó Rubén firmemente para luego agarrarlo y cargarlo en su espalda. Mangel abrió los ojos asombrado, el castaño mostraba una fuerza sobrehumana, no tenía idea de dónde sacó esa fortaleza. Sin poder poner resistencia solo cerró los ojos, avergonzado por haber sido él la causa del fracaso. Tenía tantas expectativas y por culpa de un recuerdo había echado todo a perder. Rubén caminó hacia la salida con dificultad, ya que Mangel era algo pesado. Pero no le importó, lo que le importaba era el por qué de su repentino mareo, pensó que él sería el débil en la situación, pero ahora tenía a Mangel en su espalda, el cual lo agarraba temblorosamente de su cuello. En verdad no tenía sentido, si hace unos segundos estaba bien. Caminó lentamente hacia la plaza más cercana y lo sentó en un banco, para luego sentarse junto a él.
-¿Cómo te sientes?- le preguntó preocupado al ver como Mangel cerraba los ojos tratando no marearse.
-Comoh si el mundo estuvierah de cabeza- se burló un poco, tratando de calmarlo. Pero al ver que el rostro de Rubén seguía mostrando una mueca de preocupación suspiró frustrado- estoy bien, soloh se me debe haber bajaroh la tención- explicó sin creerse su propio pronóstico.
-Mangel no es normal caerse al suelo de la nada... deberíamos ir al hospital.
-No... estoy cansadoh de los hospitaleh, no quiero ir otra veh- se excusó mirando a Rubén con ojos de súplica.
-Esta bien, pero al menos dime qué es lo que te paso- dijo devolviéndole la mirada. Mangel suspiro una vez más, comprendió que si no se lo decía insistiría todo el día, por lo que accedió.
-Ese díah, cuando me enteréh que decidiste quitarteh la vida...- Rubén al escuchar esas palabras miró hacia el suelo un poco tenso, no quería hablar de eso-... me desesperéh. Nuncah me había sentido máh asustado en todah mi vida, sabiendoh que podríah alejarte de mi para siempre cuandoh recién comenzábamoh nuestra historia juntos.
-¿Y eso que tiene que ver?- susurró Rubén aún sin entender a dónde quería llegar.
-Cuandoh te ví en ese cuartoh, al borde de la muerteh...- no pudo continuar. Ahogó un sollozo con la palma de su mano, cubriéndose la boca- lo sientoh... en verdad fue algoh traumático para mi... lo sientoh- dijo agudizando su voz incocientemente por los llantos que ahogaba. Rubén lo miró sorprendido comprendiendo todo. Mangel había sufrido tanto por él, había soportado y escondido sus angustias cuando él se la pasaba llorando. Se acercó al morocho y lo rodeó con sus brazos haciendo que Mangel se sintiera protegido.
-Ahora es tu turno de llorar- le susurró al oído- que no te de vergüenza- continuó apretándolo en su pecho. Mangel al escuchar esas palabras dejó de ahogar sus penas y soltó todo en un agudo grito, liberándose de un gran peso de encima. Lloraba intensamente escondiendo su rostro en la remera de Rubén, como si en ese lugar nadie pudiera verlo. Sus hombros subían y bajaban rápidamente acompañando sus quejidos. No podía parar de llorar, recordaba las palabras de su padre, esas palabras que lo habían marcado cuando solo era un niño. "Llorar no es de hombres". Esa frase resonaba en su cabeza, haciendo que aguantara todos los dolores. Pero ahora sentía que había sido un estúpido, siempre se había guardado todo, haciéndolo parecer una persona feliz y sin problemas, pero ese muro de roca sólida había sido derrumbado con otra frase. "Ahora es tu turno de llorar... que no te de vergüenza". Agarraba la remera de Rubén fuertemente, arrugándola y mojándola con sus lágrimas. Su vista estaba completamente nublada cada vez que trataba de ver algo, por lo que volvía a cerrar sus ojos arrugando sus párpados. Rubén por su parte acariciaba a Mangel en su cabeza, tal como él lo hacía cuando lloraba. A pesar de que Mangel estuviera sollozando sin parar, el castaño se sentía feliz porque al fin sentía que estaba ayudando a Mangel, de a poco estaba pagando sus deudas con él. Estaba aportando algo a su relación, haciendo que dejara de sentirse inútil.
La gente pasaba observando la escena, algunos con curiosidad, otros con asco, algunos con ternura, y otros con pena. Era extraño que en un banco de la plaza hubiera un muchacho llorando desconsoladamente en los brazos de otro que solo sonreía tristemente. Aún así, Rubén protegía a Mangel de esas miradas desconocidas, se le daba bastante bien ignorar a las personas, siempre lo había hecho, claro... hasta que apareció Miguel, el cual lloraba y lloraba soltando pequeños gritos de angustia.
Luego de una larga media hora de llantos incontrolables, a Mangel se le acabaron la energías, pero aún mantenía su cabeza escondida en el pecho de Rubén. No quería alejarse, se sentía tan protegido con él, tan seguro. Mantenía sus ojos cerrados, meciéndose lentamente por las respiraciones del castaño, que subían y bajaban su pecho haciendo que su cabeza también lo hiciera. Ya no se sentía mareado, llorar lo había relajado y aliviado. Si hubiera sabido que lo único que debía hacer era derramar lágrimas, lo habría hecho hace mucho. La noche había caído, ya no había tanta gente en el parque, por lo que ambos estaban más tranquilos. Solo se escuchaban algunos grillos que decoraban el ambiente oscuro iluminado por las farolas de la plaza. Rubén sonreía mirando las estrellas, mientras que con su otra mano seguía acariciando los cabellos oscuros de Mangel. Pensaba en cuanto había cambiado todo, a veces temía ser feliz, no estaba acostumbrado a serlo. Y si se acostumbrara... no podría soportar perderlo todo. Por ahora solo quería disfrutar de la calidez que sentía en su corazón. Al fin y al cabo, todo el sufrimiento había valido la pena. Se percató de que Mangel ya respiraba más calmado y levantó un poco su cabeza, viendo sus mejillas completamente mojadas y sus ojos algo irritados, tomando un tenue color rojizo.
-¿Estas bien?- susurró, pero el silencio era tan profundo que Mangel lo escuchó con total claridad.
-Ahorah si- contestó sonriéndole débilmente. Los dos se quedaron mirando un rato, teniendo una bella conexión ocular. Los ojos cristalizados de Mangel brillaban en la oscura noche, contemplando esos otros ojos verdes que lo miraban con ternura. Finalmente rompió la conexión incorporándose un poco en el banco sentándose mejor al lado de Rubén. Apoyó su cabeza en el hombro izquierdo del castaño y suspiró relajándose completamente. Rubén se sonrojó por tal acto pero terminó apoyando su cabeza sobre la de Mangel. Ahora los dos miraban el espectáculo de estrellas en el cielo recordando esa noche en las montañas en donde todo había cambiado.
-¿Recuerdas cuando me preguntaste que era lo que me impulsaba a seguir?- preguntó Rubén rompiendo el silencio.
-Si, lo recuerdoh... me dijisteh que no lo sabías- respondió Mangel un poco nostálgico.
-Ahora ya lo se...- dijo levantando su cabeza para mirar a Mangel.
-¿Ah si?- preguntó quitando su cabeza del hombro del castaño.
-Tu.
Mangel al escuchar eso se emocionó, Rubén no solía decirle cosas tan bonitas, pero cuando lo hacía era realmente conmovedor. Sonrió con las mejillas sonrojadas y se acercó a él rozando sus labios con los de Rubén.
-Soy feliz contigoh a mi ladoh- le confesó a milímetros de su boca. Rubén sonrió sintiendo un cosquilleo en su pecho, el cual aumentó cuando los labios de Mangel se posaron sobre los de él, mandando millones de descargas eléctricas a todo su cuerpo. Mangel movía sus labios lentamente, saboreando los de Rubén como si fueran algo delicado y fácil de romper. Ladeó un poco su cabeza para que sus bocas encajaran mejor y lo tomó de la cintura acercándolo más a él. Rubén, que estaba totalmente perdido en las sensaciones, rodeó con sus brazos el cuello de Mangel sin echarse para atrás. El beso comenzaba a tornarse más pasional pero finalmente se separaron un poco jadeantes y necesitados de aire. Rubén estaba completamente sonrojado. Nunca pensó que podría llegar a besar a alguien, y menos a un hombre. Era extraño como la vida le deparaba lo más inesperado. Pero no se quejaba, en lo absoluto.
Volvieron a mirarse y sonrieron algo tímidos por sus acciones anteriores. A pesar de que confiaban el uno del otro no podían evitar avergonzarse un poco por ser tan melosos.
-¿Quiereh que volvamos?- dijo Mangel sintiendo un poco de frío.
-Si... se empieza a sentir una brisa fría- contestó abrazándose a si mismo.
-Vale- suspiró parándose y ofreciendo su mano a Rubén. Este la tomo aún un poco sonrojado y se paró junto a Mangel, el cual parecía haberse recuperado de su mareo. Una vez más se miraron y entrelazaron sus dedos, comenzando a caminar en dirección al departamento de Mangel.-Rubiuh...
-Dime...
-Quieroh presentarteh a mis padres...
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Por Siempre y Para Siempre (Rubelangel) ~ [Editando]
FanfictionRubén sufre de una enfermedad que le hace actuar antes de pensar, de esa manera termina alejando a todos los que lo rodean... pero un médico llamado Miguel consigue acercarse a tal punto de sentir algo por él. Aunque lo que él no sabe es que Rubén o...