Capítulo 6

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Miguel había dejado que Rubén se fuera de su departamento con una sensación amarga creciendo en su pecho sin previo aviso. Sin embargo sabía que si impedía que el castaño se fuera las cosas no terminarían bien. Aún así, apenas vio cómo aquel cuerpo delgado cruzaba la puerta a paso apresurado se sintió terriblemente arrepentido. ¿En qué estaba pensando? No podía dejarlo ir de esa manera tan imprudente. Miguel había visto con sus propios ojos el daño que se hacía. Esas cortaduras profundas le daban escalofríos. No soportaría la idea de dejarlo sólo sabiendo que podía volver a cortarse.

Sin terminar su té, Miguel se apresuró a buscarlo pero ya era muy tarde cuando llegó a la calle. El castaño se había ido y no había rastros de él por ningún lado.

-Mierda...- susurró para sí mismo. Ahora no sabía que hacer. Se le ocurrió preguntar de casa en casa si alguien conocía el paradero de este chico, pero aquella idea era algo extrema.

Primero se dirigió al parque en donde el castaño solía tocar la guitarra, en donde lo había visto por primera vez. Allí comenzó a preguntar a la gente si alguien sabía sobre el chico, pero nadie parecía haberlo visto, era como si todo el mundo ignorara su existencia. Luego de varios minutos sin logros Miguel terminó rindiéndose con aquella zona y comenzó a correr hacia el campo de flores donde lo había visto por segunda vez.

No estaba allí, el árbol estaba solo y su sombra no resguardaba a nadie. Por alguna razón, al pelinegro el paisaje se le hizo muy triste sin la presencia de Rubén. Además el cielo había comenzado a nublarse nuevamente. Miguel maldijo la temporada de lluvias y emprendió el regreso aún preocupado, sin saber que hacer. Rendido, se dispuso a volver a su departamento de forma desanimada. Las primeras gotas de agua habían empezado a caer.

-¿Qué estoy haciendo?- se preguntó mirando el cielo gris y oscuro. A pesar de ser las 12 del mediodía parecía que ya era de noche. El tiempo se le habían pasado volando mientras buscaba a aquel chico ¿Por qué se preocupaba tanto por alguien que recién conocía? De seguro él tenía familia o alguien que lo cuidaba. No tenía por qué preocuparse tanto, pero lo hacía. Un terrible presentimiento le decía que Rubén necesitaba ayuda y no la estaba recibiendo.

Miguel bajó la cabeza hacia sus pies y siguió su camino con la mirada distante. En verdad no sabía que hacer o esperar. Con suerte lo vería al día siguiente. Aunque después de todo... no tendría por qué verlo, no lo conocía para nada.

Pero aún así...

Mientras caminaba, Miguel pasó por la cerrajería en la que trabajaba y entonces recordó las advertencias de su jefe. Si tan sólo le hubiera hecho caso... si tan sólo no se hubiera acercado al guitarrista no estaría sintiéndose raro y confundido. Demasiado estresado.

Miguel se detuvo en seco, teniendo repentinamente una idea que le hizo sonreír mostrando los dientes. Sus pensamientos de arrepentimiento se esfumaron con rapidez. ¡Su jefe! Él de seguro sabría en dónde se encontraba el castaño. Parecía conocerlo cuando le hizo la advertencia.

De inmediato el pelinegro corrió hacia su departamento. La lluvia ahora pegaba fuerte y sin piedad sobre su cuerpo pero aquello no lo detuvo, y al cabo de unos minutos logró llegar y rápidamente entró a su hogar para luego buscar en un cajón el teléfono apuntado de su jefe. El hombre se lo había dado por si tenía alguna emergencia, ya que era nuevo en el pueblo. Cuando lo encontró, Miguel sacó su viejo celular y marcó el número que estaba escrito en el papel con dedos temblorosos.

Un tono...

Dos tonos...

Tres tonos...

Nadie contestaba.

Miguel volvió a marcar el número mordisqueándose los labios en un intento por no comenzar a insultar al aparato entre sus manos.

Por favor, por favor, por favor, por favor.

Por Siempre y Para Siempre (Rubelangel) ~ [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora