La Batalla del Llano de Goldur XII

2K 159 32
                                    


Hernim y Dulbog lucharon desde el principio de la batalla con los vegtenos. Fue un combate rápido y sin complicaciones para su regimiento, que resistió sin problemas durante la breve lucha. Pronto fueron relevados por la segunda línea de veteranos, lo que les dio varias horas de respiro, pero ahora las órdenes eran unirse a los veteranos y proseguir la lucha.

—Ya era hora de que volviéramos al frente. Me estaba quedando dormido —bromeó Dulbog.

—Mientras no te quedes dormido en la batalla me vale —dijo Hernim.

—¡Venga muchachos, volvamos a primera línea! —ordenó Dulbog a su unidad, para luego dirigirse de nuevo a Hernim—. Las cosas se están poniendo feas. Tenemos a toda la infantería enemiga sobre nosotros.

Su infantería se adentró en las filas de los veteranos y los fueron relevando paulatinamente en todo el frente. Hernim y Dulbog llegaron a las primeras filas, supervisando la línea de frente y comprobando en qué situación se encontraban. Mantenían a duras penas su posición en el centro ante los sharpatianos que, con la ayuda de los mercenarios, les estaban dando muchos problemas. La lucha combinada de los mercenarios con la infantería pesada de Sharpast era implacable. Las gigantescas hachas causaban verdaderos estragos en la formación, rompiendo escudos al mismo tiempo que las lanzas de los sharpatianos se colaban por los huecos abiertos por las hachas, atravesando a los soldados que quedaban indefensos al perder su escudo. Hernim se había dado cuenta de ello, uniéndose a la primera línea para intentar suprimir a todos los mercenarios que encontrara.

Antes de llegar a la primera línea vio cómo un mercenario, con un fuerte hachazo, abollaba el escudo del hombre que tenía justo delante. El golpe hizo que el soldado bajara la guardia un momento; ese instante fue bien aprovechado por sus contrincantes que, con dos lanzas, atravesaron el cuerpo del soldado. Hernim sustituyó al difunto y, antes de que los dos enemigos sacaran sus lanzas del cuerpo ya sin vida del soldado, las partió con un golpe seco de su escudo, al mismo tiempo que atravesó a uno de ellos, pero el otro desenvainó su espada y partió la lanza de Hernim, que ya estaba soltándola, al mismo tiempo que desenvainaba su espada y atacaba. Su golpe fue detenido dos veces por el escudo de su adversario, pero no hubo una tercera vez, puesto que su rival contraatacó con contundencia, rozándole en el brazo con el que sostenía la espada, pillándole desprevenido. Hernim notó que sus protecciones se rasgaban y sintió cómo se rajaba su piel. Su brazo empezó a dolerle terriblemente, pero no le importó; la herida no era demasiado profunda. Apenas sangraba. Podía seguir luchando. Su enemigo no dejó de atacarle e intentó herirle otra vez, pero erró su golpe y se encontró con que el brazo con el que acababa de atacar ya no estaba. Hernim había esquivado el ataque y había cortado de un tajo la extremidad de su adversario, que estaba empezando chorrear sangre a borbotones. Mientras se taponaba la herida e intentaba retroceder, la espada de Hernim acabó clavada de lleno en el interior de su cuerpo.

Hernim no se había dado cuenta de que, durante su lucha individual con el hombre al que acababa de matar, se había alejado varios pasos de la formación. Pronto se encontró con dos mercenarios con sus hachas. Hernim estaba herido y cansado, pero no se movió de su posición.

‹‹¿Dónde está Dulbog cuando más se le necesita? —se preguntó Hernim a sí mismo.››

Los dos mercenarios le atacaron a la vez. Los golpes le hicieron perder el escudo y el equilibrio, pero antes de caer atravesó a uno de ellos con su espada. Hernim se vio luchando desde el suelo contra tres enemigos con la única ayuda de su espada, parando y esquivando sus lanzazos. Se veía superado. Tarde o temprano, una de esas lanzas le atravesarían y todo terminaría. Cuando ya lo veía todo perdido, las astas se partieron. Dulbog había llegado en el momento oportuno, destrozando todo lo que encontró en su camino, al mismo tiempo que protegía al caído con su escudo. Mientras Dulbog les contenía con un puñado de hombres, dos de ellos levantaron a Hernim y lo llevaron de vuelta a la formación. Una vez a salvo, Dulbog regresó tras la línea de escudos donde el peligro era menor. Pronto se dirigió a la retaguardia para ver en qué estado se encontraba su amigo.

Sangre y Oscuridad I. Las Cinco EspadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora