Tras varios días largos y fríos llegaron las noticias que esperaban. Algunos exploradores, siguiendo las órdenes del cuartel general, se habían adentrado en territorio hostil. Consiguieron burlar a las tropas fronterizas de Sharpast sin dificultad y divisaron una larga columna avanzando hacia el Gran Muro. Informaron de que el ejército de Sharpast se aproximaba hacia el norte y que estaban a pocos días de distancia; sin embargo, no sabían el lugar exacto donde habían establecido su campamento o campamentos, puesto que habían tenido que escapar al toparse con una avanzadilla enemiga.
Ese mismo día llegaron mensajes de muchos de los fuertes a lo largo de la muralla comunicando que habían avistado al ejército enemigo en varios puntos. Los oficiales dedujeron que las tropas imperiales se habían dividido por sectores frente a la muralla para atacar simultáneamente en varios tramos, por lo que era necesario saber el lugar exacto de la ubicación de los campamentos. El alto mando de Sinarold pretendía averiguar la zona exacta donde se hallaba el enemigo para concentrar al mayor número de tropas en la zona circundante, y lo mismo ocurría a lo largo de toda la muralla. El éxito o el fracaso podían depender de ello. No obstante, no era el mejor momento para realizar exploraciones en profundidad; el mal tiempo, la nieve y la niebla hacían que la visibilidad fuera prácticamente nula, por lo que tampoco podían ver dónde había acampado aquel ejército y, por tanto, no podían saber dónde se centrarían los ataques principales.
Pasaron tres días y no llegaron más noticias. Los nuevos exploradores regresaban con las manos vacías y algunos no regresaban. El nerviosismo y el miedo empezaron a hacer mella en los hombres de las guarniciones. Se encontraban inquietos, sabían que pronto empezaría la lucha, pero lo peor era que no sabían dónde sería, ni cuándo. Por ahora sabían que estaban muy cerca, pero era como un ejército de fantasmas oculto tras la niebla. Los hombres de guardia permanecían alerta día y noche, pero nada sucedía. La inquietud por averiguar el paradero de aquel ejército les obligó a llevar a cabo exploraciones más a fondo. Una de esas órdenes le llegó a Malliourn, quien organizó un pequeño grupo para explorar el terreno tras la zona de la muralla que su regimiento defendía.
Era otra fría mañana invernal de finales de diciembre cuando Malliourn se dispuso a llevar a cabo la exploración. La niebla no solo no se había disipado, sino que además había aumentado, impidiendo ver nada a más de cinco pasos de distancia. Parecía que los dioses intentaban perjudicarlos o, por lo menos, no facilitarles las cosas. El grupo que Malliourn había organizado le esperaba al otro lado del campamento fortificado. Todos iban armados con el equipo reglamentario: estaban protegidos por cotas de malla y petos de cuero y lino, y equipados con lanzas, escudos y espadas; todos cubiertos hasta la cabeza con gruesas capas de pieles de animales para intentar mantener el calor en sus cuerpos. Habían recibido la orden de explorar una de las áreas en donde un grupo de exploradores había desaparecido el día anterior, en algún lugar del bosque de pinos que había al otro lado del Gran Muro. Era muy posible que uno de los ejércitos enemigos estuviera acantonado en algún lugar del bosque. No era una misión para pusilánimes. Si quería que las cosas se hicieran bien tenía que hacerlo él mismo; además, tanta inactividad le ponía de los nervios. Necesitaba mover las piernas un poco y entrar en acción.
—¿Estás seguro de que quieres ir? —le preguntó Darm, no muy convencido.
—Segurísimo —contestó Malliourn—. Prefiero pelarme de frío en ese bosque antes que morirme de aburrimiento en la muralla. Partamos, quiero encontrar ese campamento antes de la hora del rancho. A ver si tenemos suerte.
Darm asintió; la decisión había sido tomada. El capitán lideraría el grupo de exploración.
—¡Vamos, pongámonos en marcha! —ordenó Darm a la compañía.
Los veinte hombres elegidos para la misión se pusieron en camino siguiendo a su capitán.
Malliourn llevaba más de quince años en el ejército; había luchado en circunstancias muy adversas y había matado a más de un hombre en combate. No se sentía orgulloso de ello, pero tampoco se arrepentía; eran ellos o él. Estaba acostumbrado a vivir con el miedo, el sufrimiento y la muerte, pero esa mañana estaba especialmente nervioso; intuía que ese día iba a pasar algo. El enemigo estaba cerca y llevaban demasiados días de parsimonia. Sabía que no era normal, el ejército imperial estaba en algún punto al otro lado del Gran Muro y no tardaría en atacar. El número de soldados que había preparado para salir dejaba claro lo grave de la situación; llevaba consigo a veinte de sus mejores hombres, tal y como el comandante le había recomendado, aunque a él le parecían demasiados para salir hacia las líneas enemigas, ya que podían llamar mucho la atención, aunque también era verdad que, con veinte hombres, la posibilidad de que alguno sobreviviera y regresara para contar lo que había visto era mucho mayor, o eso pensaba el comandante Harnas; una forma de pensar que le aliviaba poco, pero las órdenes eran claras e iba a cumplirlas.

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Sangre y Oscuridad I. Las Cinco Espadas
FantasyLas Cinco Espadas es una novela fantástica de tintes épicos llena de aventura, magia, guerras, política, acción, batallas espectaculares, dramatimo, intriga, amor y mucho más. Sinopsis Tras años de paz, nubes de tormenta se ciernen sobre Veranion. E...