El camino a la guerra V

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Siguieron por el camino hasta salir de las montañas, llegando a una gran llanura que tenían que cruzar para entrar en las tierras de Vanion. Tardaron día y medio en atravesarla y llegar a las agrestes regiones del sur. Pronto vieron las enormes tierras de cultivo que se extendían de camino a la capital, Lasgord, la ciudad más rica y poderosa de todo Lindium; su gran muralla se erigía como la orgullosa protectora de la ciudad y como símbolo de su esplendor y poder. El reino había florecido y se había enriquecido desde el último conflicto con Hanrod y Landor, cientos de años atrás, en la que Vanion, sorprendentemente, derrotó a los dos reinos del norte. Beneficiada en el tratado de paz, Vanion desarrolló una política comercial ultramarina que pronto dio sus frutos; la economía del reino mejoró, permitiendo que se convirtiera en el más fuerte de los reinos de Lindium. Los años de guerra con sus vecinos del norte hacía tiempo que habían acabado y vivían una larga etapa de paz y armonía.

Desde sus inicios, Lasgord se transformó en una ciudad tan espléndida como las antiguas ciudades de Farlindor antes de su decadencia y conquista por parte de Sharpast. La ciudad se encontraba atravesada por el Río Ulmar, un afluente del gran Río Aguas Blancas, que pasaba por el centro de Vanion. Desde Lasgord partía una importante red de caminos y calzadas que llegaban a casi cualquier parte del reino, y que conectaban con las calzadas de Landor y Hanrod. Por una de ellas Nairmar y sus dos escoltas habían conseguido llegar hasta la capital.

Al ver una vez más Lasgord, Nairmar se sintió feliz. Ver su hogar era siempre motivo de alegría, pues allí había pasado los mejores momentos de su vida. Recordó nostálgico los días que salía a montar a caballo por las verdes llanuras de la región, por sus grandes campos de cereal y sus praderas y bosques. Añoraba el bañarse en el Río Ulmar, un río frío incluso en verano, pero refrescante y agradable después de una calurosa mañana. Amaba aquella tierra. Su hogar.

Entraron discretamente por una de las puertas secundarias de la ciudad. A Nairmar no le apetecía que toda la ciudad se volcara para recibirle como a un triunfador, aunque en realidad, la gente solo acudiría a verle por curiosidad, puesto que no había conseguido nada digno de mención. No había obtenido ninguna victoria que celebrar. Lo mejor era no llamar demasiado la atención.

Al príncipe de Vanion le gustaba pasear por la ciudad, disfrutar de la vitalidad de Lasgord y de sus gentes, volver a ver a sus futuros súbditos, ya que él, como heredero del trono de Vanion, algún día le tocaría la difícil tarea de gobernar, pero lo que vieron sus ojos fue algo muy distinto a lo habitual. Las calles estaban repletas de soldados, pero era algo que no le extrañó en demasía. Desde hacía meses que Vanion se preparaba para la guerra y ahora estaban empezando a reunir a todo el ejército en torno a la capital. Miles de hombres armados se agolpaban en las calles; algunos desfilaban, otros se entrenaban, y el resto simplemente descansaba en torno a sus cuarteles. Según le dijeron algunos oficiales, la mayor parte del ejército se encontraba a las afueras, en un campamento improvisado al sur de Lasgord.

‹‹Tal vez estamos ya oficialmente en la contienda —pensó Nairmar—. Cuando partí mi padre mandó una embajada a Sharpast con una propuesta de paz y con una declaración de guerra. Si Sinarold ha caído de verdad, entonces el reino está oficialmente en guerra con Sharpast. ¿Cuánto tardarán Hanrod y Landor en mandar a sus embajadas con declaraciones de guerra contra el Imperio?››

Entraron en el palacio. Los guardias le abrieron las puertas nada más verle y le saludaron respetuosamente. En el patio se despidió de Dulbog y Hernim y fue a ver a su padre, el rey de Vanion. Marnar era un hombre mayor, podría decirse que ya era un anciano con el pelo canoso y la barba blanca, y que se había quedado bajito y decrepito con la edad, pero aún se mostraba enérgico y muy capaz a la hora de gobernar. Sin embargo, a la hora de empuñar una espada ya no era el de antes. Su padre no podría participar en la guerra.

Sangre y Oscuridad I. Las Cinco EspadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora