Rebelión y espadas VI

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Al amanecer del día siguiente la mayor parte de los miembros de la resistencia: los leales e hijos del bosque, unos tres mil hombres y mujeres armados en su mayoría con arcos largos, carcajes, lanzas, jabalinas y algunas dagas y espadas, partieron de la guarida hacia el norte. Durante una interminable semana atravesaron el bosque siguiendo el curso de la montaña para llegar al norte, donde iniciarían la rebelión.

Elmisai, que lucía una nueva armadura, encabezaba el grupo a caballo junto a su hermana. Iban seguidos por Umdor y Turk, que lideraban a los leales; tras ellos marchaban Arnust, Dungor y los diecinueve hombres supervivientes de Sinarold, que iban igualmente a caballo, armados con espadas imperiales, algunas lanzas que les proporcionaron en los arsenales de la guarida, cotas de malla y petos de cuero; detrás marchaban los restantes hijos del bosque, que formaban una larga columna. Como solo unos pocos privilegiados tenían caballos propios, todos robados de los establos imperiales, la mayor parte de ellos avanzaba a pie.

Para poder moverse con facilidad y rapidez por el entorno y pasar desapercibidos, su armamento era ligero y su ropa era de colores poco llamativos que variaban entre verde y marrón; llevaban sus macutos con mantas y en cada uno de ellos portaban comida y agua para subsistir durante días; algunos estaban protegidos con cotas de malla bajo sus ropas, pero la gran mayoría de ellos no tenían ningún tipo de protección. Llevaban con ellos varias carretas con provisiones y forraje para el largo viaje.

No era un ejército numeroso y tampoco era muy disciplinado, pero estaban dispuestos a dar sus vidas por Elmisai para conseguir su ansiada libertad. Tenían que intentarlo. Todos ellos estaban acostumbrados a la guerra de guerrillas; llevaban muchos años emboscando a pequeños destacamentos, atacando convoyes de suministros y asaltando arsenales para rearmarse. Eran ataques rápidos y por sorpresa, para luego escapar con mayor rapidez. Apenas habían desgastado al Imperio con sus acciones, pero la resistencia seguía hostigando a Sharpast con tenacidad, que poco podía hacer para combatirlos en el bosque. A pesar de la persistencia de la resistencia, sus ataques habían perdido fuerza y eficacia en los últimos años, olvidándose de las guarniciones imperiales y centrándose únicamente en el saqueo esporádico.

Por lo general, la resistencia se había pasado los últimos años encerrada en su bosque, sin apenas salir de él, salvo para realizar alguna acción de escasa envergadura. Habían perdido su fuerza, pero ahora Elmisai trataba de recuperarla. Nuevamente se enfrentarían cara a cara con sus enemigos en campo abierto, como antaño. No sería una tarea sencilla, todos lo sabían. Muchos se habían enfrentado al Imperio durante los tiempos de la Gran Rebelión y conocían el amargor de la derrota, pero el tiempo había hecho cicatrizar las heridas y las ansias de venganza perduraban. Se lo harían pagar a Sharpast. No les importaba morir por su causa.

Avanzaban a buen ritmo por el bosque, al que conocían a la perfección, moviéndose por él con una facilidad pasmosa. Conocían las mejores rutas de paso y los atajos, las zonas que tenían que evitar y los lugares donde podían conseguir agua o alimento. El bosque era su hogar. Para salir de él por el norte tenían que cruzar las montañas usando un paso que la resistencia conocía desde hacía siglos y que las tropas de Sharpast desconocían. Lo habían utilizado durante años para sorprender a las caravanas que se dirigían al sur desde Sinarold y el norte de Farlindor para abastecer a las numerosas guarniciones imperiales y a las regiones del Imperio que no podían autoabastecerse. Atacar las caravanas era una forma barata de aprovisionar los graneros de la resistencia y así subsistir de mejor manera los duros inviernos que allí padecían y, al mismo tiempo, desgastar en la manera de lo posible al enemigo, aunque la mayoría de las salidas de la resistencia se saldaban con pobres resultados, regresando muchas veces con las manos vacías. Cada vez menos caravanas se atrevían a tomar la ruta norte bordeando el Bosque Maldito, ya que preferían dar un rodeo más largo pero más seguro.

Sangre y Oscuridad I. Las Cinco EspadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora