La Batalla de Llano de Goldur III

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La noticia de lo ocurrido recorrió todo el campamento con rapidez. Todos los hombres se exaltaron, unos por preocupación, otros por alegría y algunos por miedo. Todos sabían a qué iban a enfrentarse. Los generales y otros oficiales se reunieron en la tienda de Valghard, que ese día tenía el mando total. El ambiente estaba algo caldeado y cundía el desánimo.

—Ya habéis oído las noticias —dijo Valghard en voz alta para que todos le escucharan bien—. Los sharpatianos vienen y son más que nosotros, al menos ésa es la primera sensación que han tenido los exploradores. Aún tenemos que cuantificar las cifras y averiguar contra qué clase de tropas nos vamos a topar. He enviado más exploradores para obtener una cifra aproximada de a qué nos enfrentamos. Ya sabíamos que este día llegaría, así que afrontémoslo.

‹‹Se lo está tomando muy bien —pensó Nairmar—. Al principio de la campaña él era el general más preocupado por toda la planificación y el desarrollo, sin embargo, ahora ha asimilado bien la noticia y actúa en consecuencia. Sin duda es un gran general. No deja que cunda el desánimo y toma el control de la situación en un momento crítico. Quizá he pensado demasiado mal de él en las últimas semanas. En las próximas horas veremos de qué pasta está hecho realmente.››

—¿Cómo es posible que hayan reunido un ejército en tan poco tiempo? —preguntó Nulmod, confuso—. Tal vez nos equivocamos y el ejército del norte haya regresado a tiempo.

—Eso es muy poco probable —dijo Nairmar—, pero aún debemos esperar a que los exploradores regresen. Ellos podrían sacarnos de dudas.

—Debemos encontrar un terreno favorable para librar la batalla —dijo Valghard—. El Llano de Goldur servirá. Allí podremos maniobrar bien.

—Pero también lo harán ellos —dijo Nulmod—, y estamos en inferioridad numérica según lo que nos dices.

El general Gwizor, uno de los oficiales de Vanion, se adelantó del lugar que ocupaba junto a Nairmar e intervino:

—¿Pero realmente vamos a luchar? —preguntó Gwizor, mofándose—. El plan ha fracasado. No ha habido factor sorpresa. Creo que lo más prudente es que nos retiremos ahora que aún hay tiempo y replantearnos otra estrategia cerca de nuestra línea de abastecimiento. Es lo único sensato.

‹‹Solo me faltaba que ahora uno de mis propios hombres nos contradiga en este momento. ¡No podía haberse callado la maldita boca!››

—Después de haber llegado hasta aquí, ¿ahora quieres retirarte? —le preguntó Nairmar con enfado, rebatiéndole a uno de sus propios generales—. ¡No! Solo podemos hacer una cosa: luchar.

—Luchar y morir —dijo Gwizor—. Eso es lo único que vamos a conseguir.

—Toda lucha tiene sus riesgos. No debemos temerla por ello, debemos afrontarla.

—Si de verdad son tantos como dice el general Valghard, la batalla está perdida de antemano.

Nairmar sabía que Gwizor era cabezota, pero que en esos momentos discutiera con él, desacreditándole delante de los demás generales y oficiales, le irritaba. Sintió ganas de golpearle, pero se contuvo.

—No hay nada perdido todavía —dijo Nulmod, interviniendo en la disputa entre el príncipe y el general.

—Me temo que Nairmar tiene razón —dijo Valghard para terminar con la discusión—. No podemos recorrer cientos de kilómetros de distancia para luego retirarnos sin lucha. De momento no se hará nada hasta que regresen los exploradores. Mientras tanto os sugiero que descanséis. Pronto tendremos que partir, bien hacia el este o hacia el oeste. Lo decidiremos cuando vuelvan.

Sangre y Oscuridad I. Las Cinco EspadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora