Con el alba el ejército reanudó su camino. Marchaban con los estómagos vacíos hacia el noroeste, siguiendo la ruta más rápida hacia Rwadon, su meta en la larga travesía. Dejaron atrás el Río Rados y se internaron por los fértiles prados de la zona. Las tropas de Lindium desfilaban en una gran columna que se extendía como una línea aparentemente infinita. Su tamaño seguía siendo importante. Habían sufrido duras bajas durante la campaña, pero el grueso del ejército se mantenía intacto. Marchaban de forma ordenada y juntos para no dañar demasiado los cultivos de cereal de la región cuando pasaban por los campos, y para protegerse mejor de cualquier ataque eventual. Pasaron por varios pueblos y ciudades en las que sus gentes, al ver venir a los soldados, escondieron todas sus pertenencias de valor, además de la poca comida que tenían, y se ocultaron nuevamente en los bosques temiendo los saqueos, violaciones y asesinatos que siempre se producían cuando un ejército se batía en retirada. No obstante, los soldados pasaban de largo de los pueblos sin entrar siquiera a ver si había algo de comida, continuando como si no hubiera nada de interés en ellos. Los campesinos miraban extrañados cómo pasaban de largo. Era algo inusual y no alcanzaban a comprender el comportamiento de las gentes del ejército enemigo. Se mantuvieron ocultos mientras la gran columna pasaba, para después, cuando el ejército desaparecía en el horizonte, regresar extrañados a sus hogares.
Una noche se reunieron todos los oficiales del ejército.
—Insisto en que deberíamos quemar los campos —sugirió Valghard—. Cuando el ejército imperial llegue aquí tendrá alimentos de sobra mientras que nosotros pasamos hambre ahora.
—Si hacemos eso solo lograremos que miles de inocentes mueran de hambre el próximo invierno —dijo Nairmar—, y las tropas imperiales seguirán teniendo provisiones provenientes de cualquier lugar de su Imperio.
—Ellos no tendrán tantos escrúpulos cuando invadan nuestra tierra —dijo Valghard.
—Aún no nos han invadido —dijo Nairmar.
—¿Y cuánto tiempo crees que tardarán en hacerlo? —preguntó Valghard—. ¿Tres, cuatros meses...? ¿Un año quizá?
—No nos invadirán si nosotros se lo impedimos —dijo Nairmar—. El ejército sigue casi intacto y ahora podremos luchar en una posición de ventaja en algunas de las ciudades y fortalezas de la costa. Todavía podemos contenerlos.
—Yo no lo veo tan claro.
—Los soldados de Vanion seguirán con la política actual —dijo Malliourn—. Se respetarán los campos, no se saqueará y se dejará en paz a la población local. ¿Qué haréis vosotros?
Nulmod fue el primero en contestar.
—No hemos venido aquí a robar —dijo—. Puede que tengamos problemas de abastecimiento, pero eso no justifica que nos comportemos como bandidos. Las provisiones llegarán pronto y nos bastaremos con ellas. La historia no nos recordará como unos monstruos que trataron de conquistar y asolar estas tierras.
Todo dependía ahora de Valghard.
—La guerra no es sencilla, a veces hay que hacer cosas de las uno no se siente orgulloso. Sin embargo, estoy solo en este asunto, como casi siempre, así que una vez más cederé. No se saqueará.
Durante tres días siguieron marchando sin comida, alimentándose casi únicamente de caldos y gachas, y a veces con pan. Si tenían suerte podían probar algo de carne de algunas de las piezas que los cazadores traían diariamente, pero ésta era tan escasa que pocos eran los que la probaban. Los estómagos vacíos de los soldados llevaban a trifulcas y peleas por mendrugos de pan.
Para su alivio, una columna de carros enviada de urgencia llegó hasta el ejército con comida suficiente para todos. Se repartió pan en abundancia, estofado de carne y verdura, pero también cerveza. Los hombres llenaron sus estómagos, olvidaron por momentos la difícil situación en la que se encontraban tras semanas con la comida racionada y recuperaron las fuerzas perdidas. Con la seguridad de tener provisiones para varios días reanudaron la marcha y los lamentos y quejas de los soldados desaparecieron.
Unos días más tarde vislumbraron la antigua capital de Tancor: Rwadon, la primera ciudad que habían tomado y uno de los mayores logros de la campaña. De nuevo regresaban al punto de partida. Después de varios infructuosos meses en el este habían vuelto a la base desde donde partieron en su intento de acabar con la hegemonía imperial. Había sido un largo viaje de ida y vuelta con luchas de por medio, viviendo en condiciones climáticas a veces adversas, padeciendo hambre y conviviendo con el dolor y la muerte, con la pérdida incluida de muchos amigos y compañeros, pero al fin podían descansar.
El ejército fue entrando poco a poco en la ciudad, al tiempo que los oficiales recorrían sus calles para llegar al castillo. Muchos de los habitantes saludaban felices y alegres a los soldados que regresaban, sin saber que lo hacían habiendo fracasado y trayendo consigo un conflicto que no había finalizado.
‹‹Si nos fuéramos de la ciudad saludarían de la misma forma a las tropas del Emperador —pensó Malliourn—, o quizá con todavía más efusividad.››
La ciudad había cambiado bastante desde que se fueron. Había más gente por sus calles, más vitalidad, más normalidad. El cambio de gobierno había devuelto cierta prosperidad. Ahora, sin las autoridades de Sharpast, los habitantes de Rwadon y de otras ciudades costeras y del interior eran ahora libres y ya no tenían que rendir vasallaje a Mulkrod, aunque todavía muchos se mostraban reticentes a abandonar el Imperio, y solo lo hacían obligados por las fuerzas de ocupación.
Antes de partir hacia el este dejaron al frente del gobierno a un consejo de ciudadanos que colaboraría con la guarnición que estaba bajo el mando del capitán Heglan de Hanrod, quien debía mantener el control de las vías de aprovisionamiento y proteger Rwadon de un posible ataque imperial.
Durante su mando había conseguido que, mediante la negociación, algunas poblaciones de la zona expulsaran a las autoridades del Imperio y se declararan independientes. El caso más sonado era el de Lwigthug, al norte de Rwadon, una de las ciudades costeras más importantes de Tancor y una de las antiguas capitales del reino antes de caer en manos imperiales. Allí se había formado un consejo de ciudadanos independientes que renegó del Imperio. Según lo acordado en las negociaciones, la ciudad abriría sus puertas a las tropas de Lindium a cambio de protección.
Con todas las tropas de Lindium ya en Rwadon, pusieron en marcha un plan para albergar a los miles de soldados que allí se aglomeraban. Una parte del ejército se instaló en la ciudad, pero no había cabida para el grueso de las tropas, por lo que se construyó un gran campamento en los alrededores.
El capitán Heglan y los miembros del consejo recibieron a Malliourn, Nulmod y Valghard en la entrada del castillo.
—Hemos tenido problemas para alimentar a nuestros hombres —le dijo Valghard a Heglan—. ¿Por qué no hemos recibido las provisiones con regularidad?
—Nosotros hemos tenido el mismo problema —dijo Heglan—. Últimamente han llegado menos barcos con las provisiones desde el continente. Nos hemos visto obligados a conseguir alimentos por toda la región, pero sin requisarlo todo para evitar hambrunas entre la población civil, como se me ordenó antes de que partierais. Además hemos sufrido ataques de tropas imperiales y no ha sido fácil proteger las caravanas de suministros.
—Comprendo.
—¿Y qué ocurre en el continente para que no lleguen las provisiones? —preguntó Malliourn.
—Los envíos disminuyeron drásticamente desde que llegaron las noticias de que el ejército se retiraba —dijo Heglan—. Parece que ahora se está acumulando el grano para pasar el invierno y poder afrontar una posible invasión. Cuando recibí el mensaje sobre la escasez de comida ordené una batida general en la región para enviaros carne; también tuvimos que adueñarnos de más cereal de la cosecha.
—Y es algo que te agradecemos —dijo Malliourn—. Si no hubieran llegado los alimentos que nos enviasteis podía haberse producido un motín o algo peor. Ahora necesitaremos todas las provisiones que podamos conseguir para soportar un asedio. Quién sabe cuándo llegará Sharpast.
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Sangre y Oscuridad I. Las Cinco Espadas
FantasyLas Cinco Espadas es una novela fantástica de tintes épicos llena de aventura, magia, guerras, política, acción, batallas espectaculares, dramatimo, intriga, amor y mucho más. Sinopsis Tras años de paz, nubes de tormenta se ciernen sobre Veranion. E...