Arena, sudor y nubes negras VIII

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Neilholm no había dormido demasiado. Se había pasado casi todo el tiempo pensando en qué hacer. Tras tomar un mendrugo de pan con algo de carne seca, habló unos minutos con Irdor para saber su opinión; después tomó una decisión.

—Iremos con vosotros —le dijo Neilholm a Arnust cuando éste fue a hablar con él—, pero cuando Elmisai esté a salvo regresaremos a Lindium.

—Me alegra saber que habéis decidido acompañarnos —dijo Arnust—, vuestra ayuda nos será de mucha utilidad.

—¿Quién es el que irá a Rwadon?

Arnust dirigió su mirada hacia su aprendiz, que estaba preparando su caballo para continuar la marcha. Neilholm asintió, comprendiendo.

‹‹Un aprendiz nunca debe alejarse de su maestro —pensó Arnust—, pero estamos en guerra y las circunstancias me obligan a ello.››

—Halon, debemos escoltar a Elmisai hasta el Bosque Maldito —le dijo Arnust cuando se le acercó—, pero también tenemos que avisar a nuestros amigos del plan enemigo.

—¿A dónde quieres llegar, maestro? —le preguntó su aprendiz, confuso.

—Me quedaré mucho más tranquilo si eres tú el que va a avisar a los nuestros en Rwadon. Eres el jinete más rápido.

—Pero, yo quiero seguir con vosotros, todavía puedo ayudar.

—Lo sé, pero solo puedo confiar en ti para este cometido. Debes marchar ya y hacerlo con presteza. La vida de miles de hombres depende ti.

Halon, disgustado, agachó la cabeza. No tenía más alternativa que obedecer a su maestro.

—Haré lo que me pides —le dijo Halon sin mirar a Arnust—. ¿Qué haréis vosotros cuando Elmisai esté a salvo?

—Le ayudaremos en lo que podamos y después intentaremos regresar a Lindium, si nos es posible. Pueden pasar muchos meses antes de que volvamos a vernos. Después de cumplir con tu cometido busca a Maorn y regresa a Oncrust. Blanerd te dirá qué debes hacer hasta que regrese.

—Así lo haré, maestro.

—Cuenta lo que has visto y todo lo que hemos hecho. Quizá ayude en estos tiempos difíciles. Toma esta bolsa con monedas imperiales, puedes necesitarlas más adelante.

Halon cogió el dinero. No era mucho, pero era todo lo que les quedaba.

—Vosotros lo necesitaréis más que yo.

—Allá donde vamos no nos hará falta. Debes de ser rápido, nuestros amigos han de ser avisados.

—Hasta pronto, maestro.

Después de asegurarse que tenía provisiones suficientes y tras despedirse de sus compañeros de viaje, Halon subió a su caballo, lo espoleó y se alejó rápidamente y sin mirar atrás, hasta desaparecer en el horizonte. Arnust le vio alejarse al galope junto a Neilholm, que miraba con cierto interés cómo el joven aprendiz se machaba.

‹‹Espero haber hecho lo correcto y no arrepentirme de haberme separado de él —pensó Arnust, apenado—. Si le pasara algo sería mi culpa. Puede que los dioses no tomen partido, pero espero que lo protejan.››

—¿Crees que lo conseguirá? —le preguntó Neilholm.

Arnust tragó saliva y dejó que le hablara el corazón.

—Nunca me ha fallado. Lo conseguirá. Estoy seguro.

Una vez estuvieron listos para salir partieron en dirección noreste hacia el Bosque Maldito. Tenían de por medio un largo camino.

Sangre y Oscuridad I. Las Cinco EspadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora