Guerra en el Norte IV

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Volvieron tras sus pasos con presteza, encaminándose hacia su sector de la muralla. Debían avisar cuanto antes a todos los campamentos. No tardaron en vislumbrar las murallas del Gran Muro.

—Al final hemos llegado antes de lo esperado —dijo Darm, satisfecho—. Justo a tiempo para comer. Pronto nuestros estómagos estarán saciados.

Los hombres sonrieron y continuaron. Casi podían oler la comida que se estaría haciendo en las cocinas del fuerte, pero cuando llegaron escucharon más alboroto de lo habitual. La alarma había sido dada y los hombres corrían a sus puestos.

‹‹¿Ya nos están atacando o qué es lo que pasa?››

Cruzaron la puerta camuflada entre la maleza, pudiendo ver correr a los soldados de su regimiento y de otros, todos armados hasta los dientes. Uno de los oficiales reconoció a Malliourn y se dirigió a él.

—¿Qué sucede? —le preguntó Malliourn antes de que dijera nada.

—Estamos siendo atacados por el sector oeste del muro. El comandante Harnas ha ordenado que le enviemos todos los refuerzos disponibles. Les está conteniendo en la puerta.

‹‹Maldita sea, tenían que atacar cuando estábamos de exploración. Ahora de nada sirve saber dónde está ubicado el campamento enemigo. Espero que no sea demasiado tarde para Harnas.››

—¿Cuántos son? —le preguntó.

—Miles. Es un ataque total.

—Pues adelante, socorramos al comandante —dijo Malliourn—. ¡Que cincuenta hombres permanezcan guardando nuestro sector hasta nueva orden! ¡El resto conmigo!

—Pero, capitán —dijo uno de los soldados que le habían acompañado por el bosque—, el sector del comandante Harnas está a casi una hora de camino.

—Entonces tenemos que darnos prisa —dijo Malliourn—. ¡Vamos, moveos! ¡A paso ligero!

‹‹Me temo que hoy nos perderemos el rancho. Espero que al menos tomemos algo caliente por la noche.››

Marcharon hacia la puerta siguiendo en todo momento la muralla; lo hicieron apresurados, tratando de recorrer la mayor distancia en el menor tiempo posible, pero reservando fuerzas para el combate que se avecinaba. Tras treinta minutos de marcha, los hombres estaban cansados y casi no podían mantener el ritmo; no eran los únicos, tanto Malliourn como Darm, que habían estado fuera varias horas con largas caminatas, corriendo para escapar con sus pesadas cotas de malla encima y luchando contra sus perseguidores, lo estaban también. Para colmo no habían probado bocado desde por la mañana y les tocaba hacer otra caminata para seguir luchando. Aquél iba a ser un día muy largo. Pronto escucharon en la lejanía el sonido de los tambores de guerra, el de los gritos de quien estaba combatiendo tenazmente y el de las armas metálicas al chocar unas con otras. La batalla había comenzado y se estaba librando muy cerca. La necesidad de ayudar a sus compañeros les dio fuerzas para continuar sin detenerse siquiera a descansar.

‹‹Cuando lleguemos estaremos reventados, pero tenemos que luchar, y debemos hacerlo bien si queremos sobrevivir.››

Mientras llegaban, desde una posición elevada, pudieron ir viendo cómo las tropas enemigas intentaban trepar la muralla con escalas, pero eran constantemente repelidos por las valientes tropas del comandante Harnas. Eran millares los enemigos que se agolpaban sobre la muralla, y tras ellos otros tantos miles que esperaban su turno para atacar, toda una inmensa marea de hombres que por el momento no conseguían ser dueños de la situación; sin embargo, el cansancio de los defensores aumentaba más y más a medida que los atacantes hacían repetidas intentonas de tomar el muro. Malliourn y sus hombres se dirigieron a la muralla, relevando a los desgastados defensores, repeliendo una vez más al enemigo y renovando las esperanzas de victoria.

Sangre y Oscuridad I. Las Cinco EspadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora