Arena, sudor y nubes negras X

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Se despertó violentamente al oír un fuerte ruido. Alguien estaba aporreando la puerta de la casa.

—¡Ervera, ábreme! —escuchó—. Soy yo.

La joven se había quedado dormida en un colchón junto a la puerta. El ruido también la despertó. Se levantó, quitó una palanca de madera de la puerta y la abrió. Un hombre de edad avanzada entró; era alto, canoso y tenía la piel arrugada.

—Veo que nuestro invitado al fin se ha despertado —dijo el hombre.

—Le has despertado con esas manías que tienes de golpear con tanta fuerza a la puerta —le dijo Ervera—. Un día la vas a romper.

—Es para que sepas que soy yo.

—Padre, te presento a Halon —dijo Ervera, acercándose hacia él—. Al parecer es de Lindium. Halon, éste es Humbert, mi padre.

—Debes de ser muy importante —le dijo Humbert—, los sharpatianos te han estado buscando por todas partes. Varias patrullas me han preguntado por un fugitivo que rondaba por estas tierras. Supuse que serías tú. Les he dicho que no había visto a nadie, por supuesto. Es posible que registren nuestra casa, pero no te preocupes, muchacho, te esconderemos. Estarás a salvo.

—¿Por qué me estáis ayudando? —les preguntó Halon.

—Porque los enemigos del Imperio son nuestros amigos —dijo Humbert.

—¿Y seguro que no sois de la resistencia?

—Solo somos simples granjeros que luchan por subsistir en estos tiempos difíciles, pero desde luego no le tenemos simpatía al Imperio, ni al Emperador, ni a su administración, ni sus malditos impuestos, ni a nada que tenga que ver con los sharpatianos. ¿Eres un soldado, muchacho?

—No lo soy.

—¿Entonces qué eres? ¿Un explorador, un mensajero tal vez?

—Es un mago —dijo Ervera—. Pertenece a la Orden de Oncrust. Ésa es una orden de hechicería de occidente.

—¡Tengo a un mago en mi casa! —dijo Humbert, asombrado.

—Soy aprendiz de mago —dijo Halon.

—¿Entonces sabrás muchas cosas sobre la guerra que se está librando? —le preguntó Humbert con interés—. Cuéntame ¿qué está pasando? ¿Por qué las fuerzas de Lindium se han replegado? ¿Os han derrotado?

—El ejército de Lindium se ha retirado porque los ejércitos de Sharpast son demasiado numerosos. Ahora Sharpast está contraatacando, por eso hay soldados imperiales en la región. Van a sitiar Rwadon y yo debo llegar allí antes que ellos.

—Entonces habéis perdido —dijo Humbert, decepcionado.

—La guerra aún no ha acabado. Todavía podemos ganar.

—Pues no lo parece. Hace como un mes vimos cómo el ejército de Lindium se retiraba y ahora vemos cómo los sharpatianos avanzan. A mí me parece que tenéis muy pocas posibilidades.

—Muchas cosas pueden cambiar. Las guerras se ganan o pierden por pequeños detalles.

—Te aconsejo, muchacho, que te mantengas al margen. Luchar contra el Emperador solo te traerá desgracias. Cuando el conflicto termine todo seguirá igual. No malgastes tu vida luchando por una causa perdida.

—Ninguna causa está perdida mientras haya alguien dispuesto a luchar por ella.

—Tú verás lo que haces, joven. Hace poco estuviste a punto de morir por tu causa. Tuviste suerte una vez, pero ésta no siempre te acompañará. La suerte es esquiva.

Sangre y Oscuridad I. Las Cinco EspadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora