Estalla la tormenta V

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A la mañana siguiente, nada más despuntar el alba, los ocho hombres que partirían hacia el Bosque Maldito dejaron el castillo de Rwadon y se dirigieron a las afueras de la ciudad. Malliourn estaba a punto de iniciar su viaje para encontrar a la resistencia de Tancor, en busca de lo desconocido, adentrándose en una tierra hostil y repleta de enemigos. Nairmar fue a despedirle en la puerta principal de la ciudad.

—¿Estás seguro de que no quieres llevarte a ningún guía? —le preguntó Nairmar—. Estas tierras son muy extensas.

—No me fío mucho de estas gentes —le dijo Malliourn—. Tan pronto podrían servirnos como traicionarnos. Además, el Bosque Maldito no tiene pérdida, solo tenemos que avanzar sin parar hacia el noreste y evitar todos los pueblos y ciudades con los que nos topemos.

—Puede que ni siquiera lleguéis al bosque. Podéis toparos con patrullas enemigas, y cualquier campesino os puede delatar. Es muy peligroso.

—Sabemos lo que hacemos. Darm y yo ya nos hemos infiltrado antes en territorio enemigo. Solo tenemos que pasar inadvertidos y todo irá bien.

—Dicen que el bosque es enorme. ¿Acaso sabes por dónde empezar a buscar a la resistencia?

—Seguiremos el Río Nares hasta las montañas. Para entonces ya espero haberlos encontrado, pero si no regresaremos por el río y bajaremos hacia el sur.

—Os deseo suerte entonces —le dijo, estrechándole la mano.

—Lo mismo te deseo.

Malliourn, Darm y los otros seis hombres de su escolta, subieron a sus caballos y cruzaron la puerta lentamente. El día era largo y no era momento de agotar a los caballos avanzando al trote.

Nairmar regresó rápidamente al castillo. Había una campaña que organizar y no quería entretenerse más. Tenían que acelerar los preparativos para la marcha y no había tiempo que perder.

Valghard, que tenía el mando del ejército combinado ese día, le encomendó a Nairmar la tarea de conseguir la colaboración del consejo de ciudadanos y de los representantes de cada gremio de la ciudad, en especial el de los mercaderes, que era el que más poder tenía. Los recibió en la sala de mapas a media mañana. Los hombres del consejo eran cincuenta, pero Nairmar había ordenado que solo vinieran cuatro de ellos que pudieran hablar en su nombre. No quería tener a un montón de consejeros armando alboroto, sino que quería una reunión que pudiera controlar. Los cuatro eran hombres mayores. Los representantes de los gremios eran solo cinco, uno por cada gremio; todos vestían con ropas de lujo, con camisas de seda y abrigos de piel, en cambio Nairmar, se había presentado con armadura, cota de malla y la espada en el cinto. Tenía que hacer ver quién estaba al mando. Los recibió a todos a la vez.

—Supongo que no todos estaréis de acuerdo en que estemos aquí —les dijo Nairmar—. Podéis pensar que somos enemigos o que nuestra estancia aquí puede ser poco fructífera para vuestros negocios, pero las cosas están así y ahora la ciudad está en nuestro poder. Podemos hacer las cosas de dos formas: la primera nos puede beneficiar a todos. Colaborad con nosotros y ayudadnos en todo lo que os pidamos; de la segunda forma, en cambio, solo vosotros saldréis perdiendo. Los miembros del consejo que se nieguen a colaborar con nosotros serán apartados del cargo y serán sustituidos por otros ciudadanos que sí lo hagan, y lo mismo pasa con los gremios. Si no colaboráis os quitaremos vuestros negocios y todo vuestro poder, así que decidme, ¿qué es lo que vais a hacer?

El consejero más anciano comenzó a hablar.

—Mi señor, los miembros del consejo nos reunimos por la mañana en el templo. Como sabéis, el gobernador de la provincia huyó con la mayor parte de los burócratas imperiales al ver la ciudad perdida. Eso ha dejado la ciudad sin ninguna autoridad imperial y, por tanto, nosotros somos la voz del pueblo y su voluntad. Algunos de nosotros no estamos de acuerdo con la política imperial llevada aquí, ni con la forma de llevar las cosas en los últimos años. El gobernador era corrupto y derrochador, se apoyaba en la guarnición que habéis derrotado para imponer un régimen casi tiránico. Ahora que lo habéis expulsado solo deseamos que se hagan las cosas bien y nos dejéis gobernar en beneficio de todos.

Sangre y Oscuridad I. Las Cinco EspadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora