Estalla la tormenta VII

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Tardaron en montar las catapultas más de dos horas. Las máquinas eran pequeñas y maniobrables, por lo que su traslado hasta tener a tiro el campamento fortificado del enemigo se produjo con rapidez, siguiendo el ritmo del resto del ejército, que marchaba en formación de combate: la infantería en el centro y la caballería a los lados. Valghard se separó del grueso del ejército, llevándose consigo a dos mil jinetes, dirigiéndose a la retaguardia enemiga por el bosquecillo del flanco izquierdo para no alarmar a los sharpatianos. Una vez en el bosque se colocó a una distancia prudencial para no ser visto y esperó. El ataque podía comenzar en cualquier momento.

El resto del ejército se posicionó frente al campamento fortificado de Sharpast dispuesto para cargar contra la colina. Colocaron las catapultas en posición, apuntando hacia el campamento con los odres y vasijas de brea ya colocados para abrir fuego. La mitad de la infantería formó una larga línea de combate frente a las armas de asedio, y la otra mitad se quedó en reserva. En primera línea, delante de la infantería pesada, se colocaron los arqueros, que estaban ya listos; cientos de flechas incendiarias debían seguir a los proyectiles de las catapultas. Estaba todo preparado para iniciar el ataque.

Los sharpatianos vieron el despliegue de las fuerzas de Lindium frente a su campamento y se dispusieron para la batalla tomando posiciones en las empalizadas. Estaban muy seguros de que obtendrían la victoria. Tenían la mejor posición, unas buenas defensas y hombres suficientes para defenderlas. Si mantenían sus posiciones podían contenerlos. No importaba la abrumadora superioridad del enemigo.

Nulmod no hizo esperar más y ordenó que se iniciara el bombardeo. Las catapultas se accionaron y soltaron con fuerza los odres de brea, que volaron a gran velocidad hacia las defensas en la colina. Los odres impactaron y se rompieron nada más entrar en contacto con el suelo, esparciendo su contenido por las empalizadas, las tiendas y la tierra del campamento imperial.

Los sharpatianos miraron con asombro cómo el bombardeo sobre su campamento causaba pocos percances, pues los proyectiles apenas les dañaban sus defensas, solo se rompían y vertían un extraño líquido por todas partes. Nada preocupante. Se mantuvieron firmes en sus puestos a la espera del ataque de la infantería que le seguiría después.

Las catapultas fueron nuevamente cargadas con más odres y de nuevo se lanzaron con la misma efectividad que la primera oleada, entonces los arqueros prendieron sus flechas incendiarias, las colocaron en sus arcos y las tensaron. En cuestión de segundos, cientos de flechas en llamas surcaban el cielo hacia un mismo objetivo, cayendo en picado sobre el campamento. Nada mas contactar los dardos con la brea, unas llamaradas enormes se extendieron por todas partes con rapidez. El fuego lo quemaba todo a su paso. Los sharpatianos lo intentaban apagar, pero había tantos incendios en todo el campamento y disponían de tan poca agua, que todos sus intentos resultaron infructuosos. Pronto se escucharon gritos de dolor, desesperación y el sonido de un campamento en movimiento. Todo era caos. En esos momentos agónicos, toda la infantería de Lindium avanzaba hacia el campamento en llamas, a la espera de que los sharpatianos salieran de aquel infierno para acabar con ellos. Si no querían morir abrasados tenían que salir de alguna forma. Y así fue. Las puertas se abrieron de par en par, saliendo por ellas una gran aglomeración de hombres que trataba de escapar del humo y del fuego. Algunos de ellos salían envueltos en llamas y se tiraban al suelo rodando por la húmeda hierba, intentando que el fuego que les cubría se apagara. Había quien escapaba del campamento escalando la empalizada y saltando a tierra. Cualquier salida era buena para escapar de aquel infierno.

Los arqueros lanzaron una nueva oleada de flechas, esta vez apuntando a los hombres que salían en tropel por la puerta. Muchas de ellas encontraron su objetivo en las carnes de aquellos hombres desesperados. Cayeron por cientos.

Sangre y Oscuridad I. Las Cinco EspadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora