Sangre y Oscuridad I. Las Cinco Espadas

La Torre de Zigrug VII

El final del camino se hizo rápido y sin contratiempos. Las provisiones que consiguieron en Roth Ingul les libraron del hambre y les dieron nuevas fuerzas para seguir. Aprovecharon bien la comida, sin llegar a racionarla, pero tampoco la malgastaron. Para no perderse en la inmensidad de Sharpast tuvieron que detenerse y encontrar de nuevo la calzada que unía Roth Ingul a Zigrug, pero tras descender varios kilómetros al sur, la encontraron y pudieron continuar hacia su destino.

Los cinco jinetes estaban cansados de su largo viaje por unas tierras para ellos desconocidas y hostiles. Se habían adentrado en el Imperio de Sharpast, esquivando patrullas enemigas y hasta campesinos, pastores, mercaderes y viajeros, para no dejar testimonio de su paso, accediendo por las rutas menos transitadas, dando rodeos que les habían hecho perder días enteros, pero eso era mejor que correr nuevos riesgos. Habían tenido varios encontronazos con fuerzas hostiles de los que, por fortuna, habían salido indemnes, pudiendo proseguir su camino. Ahora, después de semanas de penosa marcha, divisaban una gran torre en el horizonte.

—¡Allí, Zigrug! —dijo Umdor—. ¡Al fin!

—Cierto, hemos llegado —dijo Arnust—. Acerquémonos más para observar la torre con detenimiento.

—No sé si alegrarme o ponerme a llorar —dijo Irdor.

En esos momentos anochecía en aquella vasta tierra. Las antorchas de la torre se encendieron, brillando desde la lejanía y deslumbrando a los viajeros. Era una noche en la que las estrellas estaban cubiertas por un velo de nubes, por lo que la oscuridad era más evidente que otras noches, pero así pudieron arrastrarse por el llano como sombras en la oscuridad, sin peligro de ser vistos. Se detuvieron a una distancia prudencial de la gran torre para evitar que los vigías les vieran.

Zigrug era un gran polígono amurallado con edificios de todo tipo para la guarnición, en cuyo centro se encontraban dos grandes torres unidas por varios puentes. Una de las torres era utilizada como prisión, en donde eran llevados presos de todo el Imperio para luego trasladarlos a trabajar en las Minas de Olkros o como remeros en la armada imperial, además de como esclavos de particulares. La otra torre era un antiguo centro de enseñanza de magia en desuso y el lugar donde los magos y hechiceras de la Orden de Zurst se reunían en momentos de necesidad. Zurst, desde su creación, ansiaba destruir a los magos de Oncrust para hacerse con el control total de la magia, por eso ayudaban al Imperio desde siglos atrás, influyendo enormemente en los emperadores. La Orden se encontraba en pleno auge, atrayendo a todas aquellas personas con talento mágico para adiestrarlas en el conocimiento de la totalidad de la magia.

—¡Es enorme! —dijo Umdor, asombrado—. Nunca había visto nada parecido.

—No eres el único —dijo Neilholm.

‹‹Es mucho más grande que Oncrust —pensó Arnust, igual de sorprendido—. Sus murallas de por sí la convierten en inexpugnable, pero las torres... las torres son enormes. Ése es nuestro objetivo. Debemos entrar en Zigrug.››

—¿De verdad pensáis que podemos pasar así como así en esta fortaleza? —preguntó Irdor mientras observaba todo el perímetro de la torre—. Ya habéis visto cómo lo tienen todo controlado. No tardarán en descubrirnos.

—A menos que les hagamos creer que somos de los suyos —dijo Arnust.

—No será fácil —dijo Irdor—. Ni siquiera con estos uniformes.

—Tenemos que intentarlo —dijo Arnust—. Nos haremos pasar por soldados imperiales otra vez, como en Roth Ingul. Haremos así: Umdor y tú os quitaréis los uniformes y os pondréis vuestra ropa de verdad. Vuestras armas las ocultaremos bajo nuestra ropa; Neilholm, Halon y yo nos haremos pasar por unos soldados que han capturado a unos fugitivos con la intención de encerraros dentro. Seguramente nos dejarán pasar sin preguntar demasiado. Os encerraremos en una celda y Neilholm, Halon y yo buscaremos al rey de Tancor, luego os rescataremos y trataremos de escapar antes del amanecer.