El Bosque Maldito IV

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Malliourn no conseguía conciliar el sueño. No podía evitar pensar en lo ocurrido unas horas antes, ni tampoco podía soportar el hecho de no poder ver más a Elisei. Si quería que sus destinos volvieran a cruzarse debía derrotar al Imperio, algo que hasta ese día le parecía factible, pero lo que le dijo la reina en el salón había provocado que dudara sobre las posibilidades reales de victoria, pues, según ella, las huestes de Sharpast eran mucho más numerosas que el ejército combinado de Lindium, por ello debía regresar a tiempo para prevenir a sus amigos y tratar de que las cosas se hicieran de la mejor forma. Si no estarían condenados al fracaso.

Darm, a diferencia de él, dormía plácidamente con un leve ronquido no demasiado molesto. Después de varios minutos de reflexión, el cansancio acumulado venció a sus preocupaciones y Malliourn se quedó dormido.

Unos golpes en la puerta le despertaron. Malliourn se levantó a ver qué pasaba. Darm seguía durmiendo como un lirón. Si había algo que le sorprendía de su amigo era su rapidez para quedarse dormido y su sueño profundo. Ya podía haber un terremoto que seguiría allí durmiendo.

‹‹¿Qué querrán a estas horas? —se preguntó—. Sea quien sea, ¿no puede esperar hasta mañana?››

Malliourn abrió la puerta. El pasillo estaba a oscuras, salvo por una vela que una silueta sujetaba. La tímida luz que emanaba de la llama le permitió vislumbrar de quién se trataba.

‹‹No puede ser —pensó Malliourn al descubrir quién era—. ¡Ella... ella!››

—Elisei, ¿qué...?

—No digas nada —le interrumpió Elisei mientras entraba en la habitación.

Malliourn no supo qué hacer en ese momento; estaba adormilado y sorprendido. Era como un sueño. Elisei avanzó lentamente hacia él y comenzó a besarle en el labio, en las mejillas y en el cuello. Malliourn, excitado, se dejó llevar por ella y comenzó a abrazarla al mismo tiempo que sus labios se juntaban y se movían frenéticamente. Elisei le empujó hacia la pared, donde comenzaron a acariciarse. Elisei gimió cuando el general de Vanion le tocó su entrepierna. Malliourn, que notó que estaba húmeda, la volvió a acariciar y ella volvió a gemir excitada. Después, Elisei, le tiró sobre la cama y comenzó a desnudarse delante de él. Malliourn se desvistió y luego la atrajo hacia la cama.

—Te quiero dentro de mí —le dijo Elisei al oído.

Malliourn la besó el cuello y la rozó sus pequeños senos. Era agradable sentirlos en sus manos; eran perfectos y eran suyos, al menos en ese momento. Ella se subió encima y comenzó a montar sobre él, primero lentamente y luego más deprisa. El tiempo pasaba lento como una estación invernal. Los dos disfrutaban cada segundo que pasaban juntos, sintiendo un mar de sensaciones. Cambiaron de posición y Malliourn empezó a poseerla con movimientos firmes y rápidos. Elisei se esforzaba para no emitir demasiados gemidos, y Malliourn luchaba para alargar al máximo aquellos momentos. Al final llegó al éxtasis y se tumbó exhausto en la cama. Elisei lo hizo a su lado, abrazándole; luego le miró tiernamente.

—Seguro que hay un montón de mujeres en Lindium a las que has hecho muy felices —le dijo Elisei con una sonrisa juguetona.

—A muchas menos de las que crees.

—¿No tienes a alguien esperándote en casa? ¿Mujer e hijos? ¿Novia o amante? ¿Alguna chica te espera en Lindium?

Malliourn negó con la cabeza.

—Nadie —le respondió—. Mi única familia es el ejército.

—El ejército no mantiene caliente tu cama por las noches.

—Nunca me había planteado casarme, ni formar una familia. El ejército me ha mantenido ocupado hasta ahora.

—Y ahora, ¿algo ha cambiado?

Sangre y Oscuridad I. Las Cinco EspadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora