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Yeon Soo.

Aquella calida mañana de verano, era una que probablemente jamás iba a olvidar; sí, así sería, había conocido lo que era ser implacable, pues mi corazón palpitaba enloquecidamente por esa chica, si bien no sabía como era viable el hecho de flecharme de tal forma; a decir verdad no es que me importase demasiado con cual de sus virtudes logró hacerlo.

Era más que perfecta en físico, y gracias a los cotilleos de pasillo, se rumoraba lo perfecta estudiante que era, su temperamento envidiable y un rostro para morirse; dejar pasar su sonrisa hecha por los mismos dioses, era completamente imposible, hasta podía considerarse una falta de respeto, ¿De dónde había salido aquel ser que me hacía perder la cordura?, y a estas alturas no era algo que deseara recuperar.

Acostumbraba a llegar puntual, por ello a las 7:55AM estaba todos los días lista para entrar a clase; a media mañana usualmente decidía ir al baño y tomar un corto paseo antes de llegar al aula, más tarde para el desayuno, optaba por verse menos inquieta y comer con sus dos amigos, de regreso al aula prefería concentrarse en la clase para evitar cualquier inconveniente, los chicos definitivamente no eran lo suyo, las distracciones en sí, no son lo suyo; ya llegando la tarde, cercana a la hora de salida, iba a su casillero para cambiar los libros que necesitaría para su próxima prueba, y finalmente estaba lista para ir a casa con su amigo y hermano; no era tan frecuente verla en fiestas, por eso en cada cual que la veía podía jurar que deliraba por bailar con ella; ¿Pero quién era yo para acercarme a semejante dama?, siendo yo un vagabundo de clase baja.

Era extraño que tan anhelado bombón, aún siguiera en soledad, una muy evidentemente tranquila para ella.

Aún sin conocerla, me tenía a su merced; enteramente dispuesto a hacer cualquier cosa por ella si así lo deseaba, pero me conformaba con oír su dulce voz cada mañana en algún pasillo, pues era la única capaz de desatar tal frenesí, consiguiendo que desvariara cada tanto que me encontraba con sus brillantes y grandes ojos color miel.

Quizá la torpeza o el destino, me llevaron a ella cuando un día tropezamos y me ayudo a levantarme, sentir su tacto seguramente ha sido lo que más ansiaba, pues aquel toque fue más que una ligera corriente eléctrica; aquella sensación había sido un gran espectáculo de fuegos artificiales, donde sin lugar a dudas ella era la protagonista y yo un simple imbecil que admiraba con maravilla tal escena. Mi torpeza se transformó en una virtud, pues bastaron dos veces más en las que accidentalmente nos encontramos y pudimos hablar sobre algo más que un "Lo siento, ¿Estás bien?".

Con el paso de algunos meses, el lucro que sentía era incomprensible para cualquiera que estuviese viendo desde afuera, a fin de cuentas culminamos siendo amigos; ¿Pero qué pasa si no deseo conformarme con ello?, a mi corazón no le bastaba tan solo verla sin poder acariciarla o si quiera demostrarle un tercio de lo que me hacía sentir, estaba tan infalible en cuanto a mostrarle cada parte de mí, un presentimiento indócil me decía que ella me aceptaría sin importar qué.

Pero aquella conversación que tuvo lugar unos meses más tarde, cambiaron mi forma de pensar, una charla que tal vez no debió suceder jamás; mi madre se negaba a aceptar mis sentimientos por ella, estaba reacia ya que las extranjeras no era lo que decía tener destinado para mí, era romper mi patrimonio cultural, y dañar mi descendencia que a su parecer debía ser completamente pura.

¿Por qué les costaba tanto comprender mis sentimientos?.

Aquello me llevó al límite, entonces cometí algunos errores por los que fui juzgado y echado de casa, en suma, recién descubría que tenía problemas para controlar la ira; estando completamente solo, sin apoyo, no había más opción que intentar tomarme todo con serenidad y luchar por mi objetivo.

Still Whit You | JJK.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora