30. El Patronus de Camille.

2.8K 355 42
                                    

Phoenix había estado pasando demasiado tiempo haciendo pociones.

Cada periodo libre que tenía lo gastaba en el aula de pociones, o, si ésta estaba ocupada por alguna clase, usaba el despacho de Slughorn. Después de todo, había conseguido su permiso.

El despacho de Slughorn era un poco oscuro, y no muy espacioso. Phoenix se preguntaba por qué no había usado magia para hacerlo más extenso, pero quizás a Slughorn le gustaba de esa forma. Pequeño, perfecto para que el olor de las pociones se concentrara en el aire. Phoenix se habría quejado si no fuera porque no quería que Slughorn terminara echándolo.

—¿Qué tanto pruebas, Nix? —preguntó Slughorn una tarde en la que Phoenix miraba uno de los cinco libros que tenía sobre el escritorio, delante del caldero.

—Estoy intentando... —dudó. Quizás Slughorn parecía amistoso, más de lo que los profesores solían ser, y también había comenzado a decirle por el apodo que Camille tenía para él, pero no quería correr el riesgo de que le prohibiera seguir haciendo lo que hacía—. Un amigo necesita ayuda.

—¡Ah, buen y bondadoso Phoenix!

Phoenix se limitó a mostrarle una pequeña sonrisa antes de volver la mirada a los libros. Era probable que la bibliotecaria lo matara por haber rayado y tachado varias partes de los libros, pero en ese momento tenía cosas más importantes por hacer.

El líquido rojo burbujeaba dentro del caldero. Y Phoenix tuvo que secarse el sudor de la frente más de una vez, mientras revolvía de un lado a otro. Esperaba conseguir lo que quería pronto, no quería seguir estando tanto tiempo en el despacho de Slughorn, y también estaba bastante cansado de sudar tanto, y de que sus pociones explotaran de un momento a otro.

Dejó de pensar en lo estresado que estaba por aquella poción que no lograba conseguir, cuando un siseo amenazante se oyó en el caldero.

—Otra vez no —se quejó Slughorn, mientras Phoenix corría hacia él, y el profesor levantaba su varita para protegerlos a ambos del líquido hirviente que se regó por todas partes—. No quiero presionar al genio, pero, señor Abbott, ¿qué es, exactamente, lo que planea?

Phoenix advirtió que ya había dejado de usar el apodo, y que su expresión simpática ya no se notaba tanto. No podía culparlo por haberse hartado de él. Ya había hecho explotar cinco calderos, y había llenado el despacho de pociones pegajosas y asquerosas más de tres veces.

—Ya nada, profesor —mintió, considerando en llevarse su trabajo a otro lado. Le había pedido el despacho a Slughorn pensando que sería de ayuda, pero el profesor no podía ayudar si Phoenix no le decía que quería. Y Phoenix, definitivamente, no iba a decirle lo que planeaba hacer—. Creo que es momento de rendirme.

—Un caballero sabe aceptar la derrota, señor Abbott —Phoenix simplemente inclinó la cabeza, y caminó rápidamente hacia el escritorio. Los libros habían quedado totalmente destrozados, y él chasqueó la lengua con disgusto. La bibliotecaria lo mataría.

—Gracias por todo, profesor.

Phoenix recogió lo poco que pudo rescatar, y salió de la oficina, cabizbajo.

♦♦♦

—Muy bien, Sirius —Camille lo miró con seriedad, entonces sonrió ampliamente—. ¿Cuándo me vas a enseñar a hacer un Patronus? ¡Necesito saberlo!

Sirius sonrió de lado.

—De ahora en adelante tendrás que decirme «Profesor Sirius».

—Espero esto no tenga que ver con alguna extraña fantasía que tengas.

Sirius soltó una carcajada, parecida a un ladrido.

—Definitivamente, no —dijo él—. Creo que sería al revés, yo el alumno y...

Estrellas || Lily EvansDonde viven las historias. Descúbrelo ahora