100. El treinta y uno de octubre.

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James trató de seguir con su vida como si nada, como si Camille no le hubiera dicho que estaba enamorada de Lily, de su esposa, de la mujer con la que siempre había querido compartir una vida.

No era sencillo. James seguía pensando y pensando al respecto. No sabía qué creer, y últimamente estaba prestando más atención a Lily, dándose cuenta de las ojeras bajo sus ojos y de cómo siempre que iba al baño tardaba más de lo normal, y que salía con los ojos hinchados y la nariz levemente roja.

¿Acaso Lily no era feliz? ¿Él sería la razón de su infelicidad?

Su mente no le daba descanso y ahora apenas y podía disfrutar pasar el rato con Harry. No podía mirar el móvil de estrellas que Camille había puesto en su habitación.

Se sentía tan patético.

♦♦♦

Lily seguía pensando en la discusión con Camille. Tenía el recuerdo fresco en su mente como si hubiera sucedido el día anterior.

A veces, cuando iba al baño, no podía evitar desmoronarse y llorar un rato.

Además de Camille, sentía que James últimamente actuaba raro y había una tensión extraña que Lily no conseguía entender. ¿Acaso iba a perderlo a él también? ¿Cuántas personas iba a ser capaz de perder en un año?

—Hice café —le dijo James una mañana cuando vio a Lily aparecerse en la cocina—. ¿Te sirvo un poco?

—Sí.

Lily se sentó en una de las sillas del comedor para esperar por la taza de café. Su mente, perezosa por la mañana, estaba procesando el hecho de estar despierta y lo que haría ese día.

Primero se tomaría la taza de café, después desayunaría y leería El Profeta, cuando Harry se despertara, cuidaría de él, y luego ya vería qué más hacer.

Lily se giró para ver a James caminar hacia ella, pero su atención cayó en la taza que él tenía en la mano. Era su taza de estrellas, la taza que Camille se había robado del hotel. Qué maravilla, ahora estaba de nuevo triste porque se había recordado de Camille y de su discusión.

James, al parecer, estaba distraído, pues falló unos centímetros en poner la taza sobre la mesa, haciendo que cayera al suelo y se rompiera.

—¡Lily! —exclamó James, viendo que el café había salpicado y le había caído en las piernas.

Aunque estaba hirviendo, Lily solo estaba mirando los trozos de cerámica en el suelo.

Cuando James le puso una mano en la pierna, Lily la apartó y levantó la mirada, con lágrimas en los ojos.

—¡Rompiste la taza! —Lily ni siquiera se dio cuenta de que había levantado la voz—. Yo... —Lily se cubrió la cara.

No sabía qué decir, no sabía qué hacer. Una de las pocas cosas que le quedaban de Camille, de su paso por su vida, acababa de romperse. ¿Cómo se suponía que reaccionara? Lily no sabía, pero quería llorar y gritar. Sin embargo, no hizo ninguna de esas cosas, solo le dio una última mirada a James antes de caminar a las escaleras.

Ya había suficiente de esa tensión rara e incomodidad entre ella y James, no necesitaba tensar todo aún más con una discusión por la taza, aunque fuera importante para ella.

Lily sollozó silenciosamente.

¿Qué estaba haciendo con su vida?

♦♦♦

A la noche, Lily estaba sentada en la mecedora, en la habitación de Harry, con él en sus brazos. Estaba mirando por la ventana, mientras lo mecía en sus brazos, pero Harry no parecía que fuese a dormirse pronto.

Estrellas || Lily EvansDonde viven las historias. Descúbrelo ahora