103. Un hogar.

905 171 14
                                    

Camille consideraba que haber vuelto a hablar con Jules había sido una de sus mejores decisiones. Ya no se pasaba los días aburrida, sin saber qué hacer... bueno, sí, pero al menos podía hablar con Jules cada vez que ésta estaba libre.

Últimamente, Camille estaba comenzando a aburrirse. La rabia que sentía casi siempre ya la aburría. Quería sentir algo nuevo, algo agradable, de ser posible. Algo que durara más de un rato. Porque, siendo sincera, ver a Lana siempre la dejaba sintiendo bien, pero apenas volvía a casa esa sensación se desvanecía, dejándola sola, a veces vacía, pero casi siempre con su nueva acompañante: la rabia.

Ver a Harry también era agradable, pero, aunque Camille nunca se lo diría —porque era un bebé y ella no era tan cruel—, prefería ver a Lana. No entendía cómo es que había comenzado a quererla tanto, ni siquiera se había dado cuenta de cuándo sucedido.

—¿No tienes casa en la que estar? —le preguntó Bianca una mañana, viendo a Camille salir de su chimenea.

—No —respondió Camille, limpiándose con su varita—. Lana está en su habitación, ¿no?

Bianca simplemente resopló, sin responderle. Camille lo tomó como un sí, así que se apresuró hacia las escaleras y las subió de dos en dos.

No culpaba a Bianca por su reacción, ya era el décimo día seguido que iba a la Mansión Salvatore. Pero, sinceramente, no podía lidiar con estar tanto tiempo sola. Quizás tendría que buscarse otro trabajo o algún pasatiempo. Podría anotarse a esa clase de baile que Jules mencionó. Lo pensaría después.

Abrió la puerta de la habitación de Lana, y sonrió cuando la vio, pero estaba dormida. Caminó silenciosamente hasta la silla que estaba a un lado y se sentó ahí. Velaría sus sueños hasta que despertara.

♦♦♦

—¡Harry! —se quejó Camille cuando él le jaló el cabello. Harry solo se rio, pero después la soltó—. Gracias.

—Papa —dijo él, señalando el carrito de juguete que estaba en el suelo.

—No, Harry —Camille se rio, tomándolo—. No es una papa, es un carro.

Harry tomó el carro cuando Camille se lo ofreció.

—Papa —repitió, entonces se rio.

Camille dejó salir una risita.

—Sí, papa.

Lo miró jugar un rato, hasta que Harry levantó la mirada y, cuando sus miradas se cruzaron, Camille no pudo evitar pensar en que sus ojos eran idénticos a los de Lily.

El aire abandonó sus pulmones cuando recordó a Lily. Más específicamente, cuando recordó la última vez que la vio... Camille cerró los ojos con fuerza y se cubrió el rostro.

«Lily está muerta». El solo pensarlo le dejó un peso doloroso en el pecho, como si un maleficio la hubiera golpeado ahí.

Camille había sido plenamente consciente del hecho de que Lily ya no estaba, pero, de repente, se sentía más real. Era como si ahora realmente entendiera lo que significaba: jamás volvería a ver a Lily.

Lily se había ido para siempre.

♦♦♦

La rabia que Camille sentía se estaba yendo poco a poco, siendo reemplazada por una tristeza interminable. Por otra parte, también estaba la culpa.

Quizás, solo quizás, si hubiera hecho algunas cosas diferente, Lily seguiría ahí, y James también. Aunque, bueno, Camille ciertamente se interesaba más por Lily que por James. Eso solo la hacía sentir peor.

Estrellas || Lily EvansDonde viven las historias. Descúbrelo ahora