16. Navidad.

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Marlene y Sophie gritaron, llamando la atención de todos en el Gran Comedor.

—¡Cállense! —exclamó Lily, mirando nerviosamente a todos.

—¡Casi te besa! —susurró Sophie, inclinándose hacia ella. Se notaba que se estaba aguantando las ganas de gritar.

—Sirius es un idiota —Marlene negó con la cabeza—. ¡Interrumpió justo en el momento más candente!

Sophie se rio por el comentario, entonces opinó:

—A mí me parece que lo impresionante aquí, es la forma en la que Lily le habló.

—«Me debes algo... y yo no olvido, Monreau» —dijo Marlene, haciendo una mala imitación de la voz de la pelirroja.

—Yo no hablo así —se quejó ésta—. Y no dije eso, dije: «Me debes algo, Monreau... y yo no olvido».

—¡Es lo mismo! —exclamó Marlene, quitándole importancia—. Además, se lo susurraste al oído... que sexy, Lily.

La pelirroja se sonrojó y miró hacia cualquier otro lado.

—Mira, ahí está Camille —señaló Sophie, y Lily inmediatamente la buscó.

Caminaba tranquilamente hacia la mesa de Gryffindor mientras se acomodaba la corbata del uniforme. Pronto estuvo sentada entre Sirius y James, y comenzó a desayunar junto a ellos.

—Algún día vendrá hacia acá —susurró Sophie, mirando a la francesa—. Y nos saludará con un «Hola, amigas de mi novia», después besará a Lily y...

—Eso no pasará —interrumpió la pelirroja, notablemente pesimista—. Camille y yo nunca estaremos juntas.

—Nunca digas nunca —canturreó Marlene, con buen humor.

Entonces entraron las lechuzas, iban al menos cinco a cada mesa, nada diferente. Y a Lily no le interesaba, después de todo, sus padres no solían enviarle muchas cartas, por el simple hecho de que se les dificultaba. Prefería mirar a Camille que esperar un correo que nunca llegaría. Pero a la francesa si le llegó correo, una lechuza dejó un sobre frente a ella.

—Ya vengo —murmuró Marlene, poniéndose de pie y caminando disimuladamente hacia Camille.

—Definitivamente, el gran amor de Marlene son los chismes —musitó Sophie, con una pequeña sonrisa.

Mientras tanto, Marlene se había sentado junto a Sirius con la excusa de que en ese lado de la mesa la avena sabía mejor.

—¿Algún novio que dejaste atrás en París? —preguntó Sirius con diversión.

—Ya sabes que no —respondió Camille—. Y tengo dos cosas para decirte —Se acomodó para poder verle a la cara—. Primero: recuerda que no tenía amigos en Francia, menos un novio. Y segundo: Francia no es solo París. Imbécil.

—Me enamora el amor con el que me tratas —dijo él sarcásticamente—. Pero, ¿de quién es la carta?

—Metiche —murmuró la francesa, pero Marlene la escuchó y le costó no reírse—. Es de mis padres —reveló, ojeando los nombres escritos en el sobre.

—¿Y qué dice? —preguntó Sirius, mirando el sobre con atención.

—No sé, aún no desarrollo la habilidad de leer cosas que no veo —Camille resopló mientras rasgaba el sobre para sacar un trozo de pergamino. Marlene fingió que comía mientras esperaba a que hablara del contenido de la carta—. Creo que tendré que quedarme en el castillo para Navidad —dijo después de unos segundos.

—¿Por qué? —Sirius preguntó de inmediato.

—¿Te tienes que quedar? —James se metió en la conversación, mirando a Camille con curiosidad.

Estrellas || Lily EvansDonde viven las historias. Descúbrelo ahora