5. Sangre sucia.

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Camille y Phoenix estaban en la sala común de Slytherin, Phoenix estaba escribiendo su ensayo sobre el Veritaserum mientras que Camille lo ayudaba.

—Si no te hubieras ido con ese flojo cabeza hueca, ya habrías terminado eso —Se burló mientras miraba el libro de pociones que habían sacado de la biblioteca.

—Cállate —gruñó él mientras escribía apresuradamente sobre el pergamino, Camille sonrió burlonamente mientras alzaba la mirada para verlo—. Claro, tú estuviste con esa chica de Gryffindor inteligente y... —Entonces se calló abruptamente y miró a Camille—. ¡La capa era de ella!

—No sé de qué estás hablando —murmuró volviendo la vista al libro, fingiendo leer.

—Claro que lo sabes —Phoenix la miraba fijamente, esperando que su mirada azul dejara de mirar el libro—. Todo ese interés en ella desde que llegaste... ¿te gusta?

—Muy bien, ya estás alucinando —Camille dejó el libro sobre el escritorio y se puso de pie—. A la enfermería.

—Oh, vamos, Camille, te gusta —insistió, mirando el rostro sin expresión de la francesa—. Solo admítelo, este no es el mundo muggle, nadie te va a crucificar porqué te guste una chica.

—A la enfermería —dijo mientras lo miraba con el entrecejo fruncido.

—Camille, no estoy alucin...

—Vamos a que te den algo, estás alucinando cosas extrañas —insistió, Phoenix abrió la boca para hablar, pero Camille repitió—: A la enfermería.

Ambos siguieron con el tema, Phoenix insistiendo que le gustaba Lily Evans; y Camille insistiendo en ir a la enfermería hasta que el muchacho lo vio como una causa perdida y se rindió. Pero la duda ya estaba en sembrada en el cerebro de Camille.

¿Acaso todo ese interés era porque le gustaba Lily Evans?

♦♦♦

Camille se negaba a admitir que Lily Evans podía siquiera llamarle la atención de esa forma, solo... quería que fuesen amigas, aunque incluso Camille dudaba de que esa fuera la razón.

Y aunque Camille se negaba a esa probabilidad, a su cabeza siempre acudían las palabras «gustar» y «Lily Evans», y, como si su mente no fuera suficiente tortura, Phoenix insistía siempre que podía.

—Vamos, te gusta, admítelo —insistía—. Solo díselo, vamos, Camille.

Camille lo ignoraba cada vez, o lo amenazaba con su varita y, aunque ambos sabían que ella nunca lo hechizaría, él se callaba y dejaba de insistir sobre el tema.

Y como si su mente y Phoenix no fueran suficiente recordatorio sobre esa duda de si Lily Evans le gustaba, ella siempre le sonreía por los pasillos y la saludaba animadamente, causando que su corazón se acelerara y que su mente se llenara de pensamientos esperanzados de compartir tiempo con ella.

«No, Camille» Se regañaba mentalmente cada vez «No te gusta» Se repetía como si fuera un mantra, esperando que cualquier pensamiento que fuera poco más de lo amistoso sobre Lily Evans, se desvaneciera.

Para Camille, peor que el hecho de que Lily la saludara por los pasillos, era el hecho de que se sentaban juntas en Pociones, mientras los calderos burbujeaban y el olor de algunas pociones llegaban a su nariz, pero a mitad de la clase el olor floral de Lily apartaba cualquier otra cosa que su nariz pudiera percibir, casi sumergiéndola en un buen sueño de flores y cielos azules.

Lily era jodidamente linda, tan linda que casi dolía. Camille con frecuencia se encontraba viendo su perfil en la clase de Pociones, y sus ojos verdes cada vez que la miraba. Los ojos verdes de Lily eran tan parecidos y al mismo tiempo tan diferentes a los suyos, los de Lily tenían un brillo especial que Camille dudaba que pudiera descifrar algún día, mientras que los suyos siempre estaban opacos. Oh, y la sonrisa de Lily, tan linda y llena de alegría, así la había mostrado el día que habían entregado su ensayo y que Slughorn la había felicitado por tan buen trabajo. Camille se había perdido en sus dientes blancos y sus labios ligeramente rojos, ignorando los elogios que Slughorn también le decía.

Estrellas || Lily EvansDonde viven las historias. Descúbrelo ahora