102. Avada Kedavra.

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—¿Eres imbécil? —le siseó Camille a Sirius.

Todo había pasado en menos de una semana. Sirius ahora estaba en Azkaban por «haber traicionado a los Potter», también por el supuesto asesinado de Pettigrew.

—¡No podía dejarlo pasar! —le respondió Sirius, desde el otro lado de los barrotes—. Merlín —soltó él, cerrando los ojos y apoyando la frente contra los barrotes—. Haz que pare.

—¿Qué cosa?

—¡Los recuerdos!

Camille se hizo hacia atrás por su grito. Tragó saliva, entendiendo a lo que se refería. Los dementores eran insoportables, y Camille apenas podía mantener la compostura para no echarse a llorar.

«Estás muerta para mí».

Ante el sonido de su propia voz resonando en su mente, Camille volvió a tragar saliva y cerró los ojos con fuerza. Respiró profundamente antes de volver a abrirlos. Era Sirius el que merecía su atención, no esos recuerdos.

—Vale, vale —Camille suavizó su tono. Quizás se había pasado con sus primeras palabras—. ¿Qué mierda está mal contigo? —preguntó casi de inmediato, sin poder controlarse—. ¡Solo tenías que esperar un tiempo! Podíamos probar que Pettigrew era el guardián.

—¿Y si no? —le respondió Sirius, abriendo los ojos y mirándola fijo—. Hubiera terminado encerrado, de todas formas.

—No seas ridículo —Camille suspiró—. No creo que haya algo que pueda hacer, pero...

—No, déjalo —dijo Sirius débilmente—. Si tan solo te hubiera hecho caso...

—Basta —espetó Camille—. Calla.

—No sé cómo supiste, buena intuición quizás —siguió Sirius, ahora con la mirada perdida—. Quizás solo yo soy uno de los All the young idiots. Tú eres muy inteligente para eso.

Camille apretó los labios. Que mencionara esa tontería de All the young idiots iba a terminar con ella llorando. No quería, no delante de Sirius, quien, en definitiva, estaba mucho peor que ella.

—No le des vueltas —dijo Camille, aunque sabía que sería inútil. Sirius lo único que haría ahí encerrado sería pensar y ser torturado por los recuerdos, cortesía de los dementores—. Todo va a estar bien.

Pero sus palabras fueron tan vacías que ni Camille se las creyó.

♦♦♦

Los meses fueron pasando y, de hecho, las palabras de Camille habían sido tan vacías como ella había creído al principio.

No había forma de sacar a Sirius de Azkaban y él se veía peor cada día que pasaba. Camille iba cada vez que podía, sabiendo que, aunque sea, una visita podía servir para ayudarlo un poco. No podía imaginarse lo que Sirius estaba pasando.

Por otro lado, sí que había ido a ver a Harry, aunque solo había recibido malas caras de Petunia y el inútil de su marido. También estaba el bebé feo de ambos, pero él solo se veía tonto.

Muchas veces era Camille la que le daba de comer a Harry, y siempre era ella la que jugaba con él, robándole un par de juguetes bonitos al bebé feo de los Dursley.

Además de visitar a Harry, también visitaba a Lana en la Mansión Salvatore. Nunca podría olvidarse de su persona favorita.

Lana siempre la recibía con una sonrisa y hacía que Camille jugara con sus bloques de construcción. No era como si Camille fuera buena constructora, pero Lana aplaudía y reía ante cualquier cosa que hiciera, así que daba igual.

Estrellas || Lily EvansDonde viven las historias. Descúbrelo ahora