58. La pesadilla.

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—No quiero estar contigo —le espetó Camille, mirándola con el entrecejo fruncido.

Lily se quedó parada, estancada en su sitio. La miraba, pero no comprendía qué había cambiado.

¿Cuándo Camille había dejado de sonreírle cuando la veía? ¿Cuándo había decidido que no podía más?

Lily tragó saliva, aún mirándola. No podía reconocerla. Se sentía como si estuviera viendo a un extraño... a un extraño que quería un montón. Eso solo lo hacía más raro.

—¿Por qué? —se atrevió a preguntar, aún mirándola.

Se preguntó si Camille había notado las lágrimas en sus ojos... Se preguntó si siquiera le importaba. Ella la miró a los ojos, pero su expresión no se suavizó, como Lily habría esperado que sucediera.

—¿De verdad...? —Camille dejó salir una risa sin gracia—. ¿Realmente me lo estás preguntando?

Lily se tragó un sollozo, aún mirándola. Había algo extraño, pero no entendía el qué. Camille llevaba su uniforme y tenía el cabello recogido, dejando su rostro despejado. Era ella, como siempre, pero al mismo tiempo no lo era.

—Sí.

La voz le salió estrangulada. Se sintió diminuta cuando Camille se acercó a ella, hasta que invadió su espacio personal y su aliento se mezclaba con el suyo. No olía como siempre, era casi desagradable. Olía raro... no sabía exactamente qué, pero era amargo.

—Por favor, Lily —Camille resopló. Odió ver la mirada aburrida e indiferente en el rostro de la francesa, quería que la mirara como siempre, con la sonrisa de todos los días, pero no había rastro de ella. Era como si la Camille que conocía se hubiese esfumado—. ¿Creías que íbamos a estar juntas siempre?

Lily tragó saliva cuando Camille hizo un puchero a modo de burla.

—Necesito más —le susurró, cerrando los ojos. Lily le siguió mirando la cara—. ¿Crees que mi idea de vida ideal es esconderme en los rincones oscuros?

Lily se mantuvo en silencio, mirándola. Había hablado tan bajito...

—¡¿Crees que quiero esconderme como una rata?!

Lily se sobresaltó ante el grito de Camille. La sintió agarrarla de los brazos, solo entonces se dio cuenta de que estaban desnudos. No había reparado en su vestimenta hasta ese momento.

—Nunca querías decirle a nadie... —El tono con el que Camille hablaba, bajó. Se sentía peligroso, no se sentía como cuando le susurraba cosas al oído—. Todo tenía que ser secreto.

Las uñas de Camille se clavaron en la carne expuesta de sus brazos, haciéndola gemir del dolor.

—Camille —se quejó—. ¡Me estás lastimando!

—Secreto. Secreto. Secreto. Secreto. Secreto —repitió Camille en voz baja, cerrando los ojos.

—¡Basta! —Lily la empujó, haciéndola tropezarse hacia atrás. Camille abrió los ojos al instante y recuperó el equilibrio, entonces se le quedó mirando.

—Estás asustada de que el mundo vea quien eres —le dijo, con su voz cambiando a cada palabra que decía—. Pero yo lo sé... —Lily la miró aproximarse de nuevo. Podía sentirse temblando a cada paso que Camille daba hacia ella—. Eres cobarde.

—Cállate —le dijo débilmente.

—Tienes miedo —siguió Camille—. Cobarde. Patética.

—Camille...

—Me das tanta pena —habló aún más alto, acallando la voz de Lily—. Lástima. Vergüenza...

—¡Cállate!

Estrellas || Lily EvansDonde viven las historias. Descúbrelo ahora