45. Beauxbatons.

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El castillo de Beauxbatons era impresionante, al menos eso era todo lo que podía pensar Camille mientras miraba por la ventana del carruaje que la estaba llevando hacia su nuevo colegio.

Había esperado durante años para poder ir, siempre pensando en las historias de su padre sobre el colegio. Sus anécdotas sobre los profesores estirados y aburridos, sobre cómo él y su grupo de amigos siempre se salían con la suya con solo fingir que estaban hablando del gobierno y demás.

Los detalles de su padre sobre cómo sería el castillo se quedaban cortos ante la majestuosidad de éste. El castillo era totalmente blanco, como si estuviera hecho de mármol o algún otro material parecido, y la luz del sol resplandecía contra su fachada, haciéndolo ver de ensueño. Quizás un castillo como ese era con el que soñaban las niñas que querían ser princesas, y Camille podría entenderlo perfectamente.

Cuando el carruaje se detuvo frente a la entrada del castillo, Camille no pudo sino bajarse a toda prisa y acercarse a la entrada, donde esperaba una mujer de cabellos castaños y mirada gélida. Otros carruajes se detuvieron junto al de Camille, y la mujer se adelantó, siendo seguida por un hombre que caminaba totalmente recto, y que se adelantó rápidamente.

-La directora Valerie Hutch les da la bienvenida al prestigioso colegio Beauxbatons -dijo él, paseando su mirada por los niños que esperaban impacientemente frente a ellos.

Camille miró con asombro el jardín que rodeaba el castillo. Estaba lleno de un montón de plantas, probablemente mágicas. Pensó que a su madre le encantaría ver un jardín tan grande y tan bonito.

Estaba tan concentrada en la belleza del castillo y sus alrededores que ni siquiera notó que comenzaron a llegar más niños de su edad, que se ordenaron alrededor. Pronto el hombre de antes los hizo entrar al castillo, y Camille no pudo sino estar asombrada por todo lo que veía.

Todo el castillo se veía resplandeciente, limpio y hermoso. Las paredes blancas o de colores claros parecían brillar, los techos eran altos y el suelo era de color marrón, aunque Camille no estaba segura de que estaba hecho exactamente.

Fueron guiados por la directora hasta un gran salón, que estaba perfectamente iluminado. Habían tres mesas largas, hechas de madera clara, habían algunas partes en las que se veía la corteza del tronco, pero eso solo la hacía ver mejor, como si esos detalles estuviesen puestos a propósito y, probablemente, así era. Candelabros blancos y finos se balanceaban sobre las mesas, iluminando y luciendo increíble. Los chicos y chicas que estaban sentados en las mesas los miraron, algunos con interés, pero la mayoría parecían desinteresados.

-Alto -ordenó la directora y todos se detuvieron al instante-. Es momento de que comience la prueba...

Camille casi entró en pánico. ¿Prueba? ¿Tenía que haber estudiado antes de ir? Definitivamente iba a reprobar.

-Para que podamos saber a qué casa irá cada uno -Camille miró a la directora, intentando captar cada palabra que salía de sus labios-. Las casas se dividen en tres: Bellefeuille, que suele ser conocida por tener estudiantes valientes, sensibles, leales y con mucho amor hacia la naturaleza.

Camille se dijo internamente que no iría a esa, la naturaleza podía ser linda, pero odiaba a los insectos con toda su alma, y ellos eran parte de la naturaleza después de todo.

-Luego tenemos a Ombrelune, conocida por la ambición, curiosidad y uso de la lógica de sus estudiantes -Camille pensó que esa no sonaba nada mal, quizás iría a esa-. Ya, por último, tenemos a Papillonlisse, que conocen por su amabilidad, madurez e, incluso, habilidad artística.

-¿Cómo es la prueba? -preguntó uno de los niños que estaba cerca de Camille.

-Espero sepan sobre arquería -dijo la mujer, y no explicó nada más.

Estrellas || Lily EvansDonde viven las historias. Descúbrelo ahora