60. Bajo las estrellas.

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Lily se despertó, sintiendo la boca completamente seca. Se sentía como si no hubiera bebido agua desde hacía días.

Se quejó por lo bajo y alzó la cabeza. Una mirada al lugar bastó para saber que no estaba en su habitación, sino en la de Camille. Lo próximo que notó fue que no llevaba el disfraz de la noche anterior, sino que llevaba una camisa de algodón y unos shorts. Camille debía haberla cambiado de ropa para que pudiera dormir cómoda.

Todo estaba oscuro, excepto por una tenue luz que emitía algún objeto que estaba en una esquina. Lily no alcanzaba a distinguir qué era. El fondo del lago que se veía por el ventanal era casi escalofriante, pero sentir el calor corporal de Camille a su lado era confortante.

Bajó la mirada para mirarla. Estaba durmiendo boca abajo con la cara en dirección hacia ella. Tenía la boca entreabierta y mechones de cabello le cubrían parte del rostro. Lily notó de inmediato que sus pecas estaban a la vista. Había querido hablar de ellas, pero entre todo lo que había pasado desde las vacaciones se le había olvidado.

Tenía la boca seca, un dolor de cabeza insoportable, pero, a pesar de ello, esa mañana —o quizás tarde, tampoco es como si pudiera saberlo por la luz que entrara por las ventanas— se sentía pacífica. Solo eran ella y Camille en su habitación, y la expresión tranquila de la francesa mientras dormía le provocaba el deseo de simplemente quedarse a su lado. Siempre.

Extendió una mano y le acarició el cabello. Camille se estiró en la cama, farfullando. Lily siguió acariciándola, hasta que Camille abrió un ojo para mirarla.

—Buenos días.

La expresión de Camille mostraba que aún estaba medio dormida, pero aún así le mostró una sonrisa a Lily, mientras se acomodaba más cerca de ella.

Lily la dejó acurrucarse a su lado y abrazarla. Su mano siguió acariciándole la cabeza.

—¿Estás bien? —preguntó Camille después de unos segundos—. Después de lo de anoche... —susurró después de no recibir respuesta.

—Yo... —Lily se aclaró la garganta. No había pensado al respecto, que Camille lo mencionara había sido como vivirlo de nuevo—. Estoy bien... al menos, tanto como puedo estarlo.

Camille se quedó unos segundos en silencio. Estaba pensando en qué decirle, pero no se le ocurría nada.

—Me gustan tus pecas —soltó Lily después de unos segundos de silencio.

—El encantamiento debió deshacerse mientras dormía —se quejó Camille, alejándose de Lily y ocultando el rostro entre las almohadas.

—Me encantan —insistió cuando Camille siguió ocultando su rostro—. De verdad. Podrían ser mi cosa favorita en todo el mundo.

—¿Tanto? —Camille se incorporó para mirarla, dejando su rostro a la vista. Lily se le quedó mirando.

—Por Dios, eres lindísima —dijo en voz baja, aún mirándola.

Camille sonrió suavemente. Lily estaba segura de que, aún en la escasa luz que apenas le permitía verle las pecas, podía notar que tenía las mejillas sonrojadas.

—Bueno, las lindas siempre están juntas, ¿no? —bromeó, pero su tono era casi tímido.

A Lily se le hacía extraño ver esa faceta de Camille. La faceta en la que no se veía segura de sí misma. Era vulnerable, no de la forma en la que lo había sido cuando habían hablado de la cicatriz, pero aún así... Lily solo pudo sentir ternura por la forma en la que la miraba, expectante, con sus manos apretando las sábanas.

—No sé cómo no te gustan —dijo en voz baja, extendiendo su mano para acariciarle las mejillas—. Son como constelaciones...

—Tienes algo con las estrellas, me parece —dijo Camille con diversión.

Estrellas || Lily EvansDonde viven las historias. Descúbrelo ahora