2. Quejicus.

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Camille corría, casi volaba por los pasillos, rogando llegar a tiempo a la biblioteca. Lily la había citado ahí para poder continuar con el ensayo, y ya iba tarde.

Camille y Lily no habían hablado desde la clase de pociones, hasta que la pelirroja, delante de todos, se acercó a la mesa de Slytherin para decirle la francesa que la esperaba en la biblioteca a las seis de la tarde, soportó los comentarios claramente ofensivos de Rosier, un Slytherin mayor que Camille.

La francesa iba tarde por culpa de Phoenix, la había tenido retenida un rato en la sala común para poder quejarse del terrible compañero que era Draxter Goyle.

—¡Te lo juro, una maldita piedra es más inteligente que él! —exclamó con frustración.

—Seríamos pareja, pero no, me cambiaste por una revista barata —le recordó la francesa—, ahora te aguantas.

Fue en ese momento que Camille vio el reloj que estaba colgado en una de las paredes de su sala común, una de las que no era cristal que daba hacia las profundidades del Lago Negro. El reloj marcaba las seis y cuarto, la francesa maldijo a Merlín mientras recogía sus cosas, dijo un rápido «Adiós» a Phoenix, y luego salió corriendo como si su vida dependiera de ello.

Y así había terminado corriendo por los pasillos, rogando internamente que Lily no se molestara con ella y que escuchara su pobre excusa de porqué estaba llegando tarde.

Camille entró en la biblioteca, empujando las puertas con más fuerza de la necesaria y causando un gran estruendo cuando éstas chocaron contra una de las paredes.

—¡Shh! —Madame Pince la miró desaprobatoriamente.

—Lo siento —murmuró, entonces recorrió la biblioteca con la mirada, hasta que se encontró con la mirada irritada de Lily, se apresuró a ir hacia ella—. Lo siento, es que...

—No me interesa —La pelirroja la cortó antes de que pudiera explicarse—. La próxima vez te citaré una hora antes, así estarás a tiempo.

—No fue mi culpa —susurró—. De verdad, lo siento, lo que pasa es que...

—Ya dije, no me interesa —La volvió a interrumpir, Camille tragó saliva, notando lo molesta que se veía—. Comencemos.

Camille prefirió asentir y no tratar más de excusar su tardanza. Lily le explicó que ella redactaría la preparación de la poción, mientras que la francesa se encargaría de anotar los ingredientes. Camille aceptó con un asentimiento de cabeza y comenzó a trabajar.

Ambas se mantuvieron en silencio, escribiendo hasta que Camille terminó.

—Terminé —comentó, dejando el pergamino frente a ella, Lily alzó la mirada y asintió, luego volvió su mirada hacia el pergamino y comenzó escribir otra vez—. ¿Quieres que te ayude?

—¿Quieres ayudarme? —preguntó la pelirroja, parando de escribir para mirarla con atención.

—Solo si tú quieres —respondió Camille mientras se balanceaba en sus pies—. Me sentiría culpable si me fuera, dejándote sola con eso.

—Me vendría bien un poco de ayuda —admitió luego de suspirar—. Puedes leerme lo del libro, yo lo escribiré.

—Entonces te dictaré —Camille asintió y tomó el libro entre sus manos, de inmediato comenzó a dictarle palabra por palabra.

—Puedes decir oraciones completas, ¿sabes? —dijo Lily luego de un rato—. No soy una niña de kínder.

—¿Kinder? —murmuró Camille, ligeramente confundida, pero entonces, en lugar de preguntar, se aclaró la garganta y comenzó a dictar oraciones completas, tal como Lily había dicho.

Estrellas || Lily EvansDonde viven las historias. Descúbrelo ahora