98. Muerta.

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Camille miró la caja de cigarrillos que Jules se había olvidado la última vez que estuvo en su departamento, sacó uno y lo inspeccionó. Desde la última vez, no había vuelto a intentarlo. Quizás, ahora sí lo haría bien.

Encendió el cigarrillo y luego se lo llevó a la boca, le dio una calada y, sorprendentemente, esta vez no tosió. Camille frunció el entrecejo y soltó el humo, no le convencía el sabor: sabía a humo, pero, aún así, le dio otra calada.

Abrió la ventana y se asomó, con el cigarrillo en la boca.

Mientras fumaba, observó la ciudad. Era de noche y llovía, algunas gotas entraron al apartamento, mojando levemente el piso, pero Camille no le prestó atención. Tenía una mano cubriendo el cigarrillo para que no se apagara.

Las farolas de la calle estaban encendidas, iluminando la acera gris y el asfalto negro. Los coches pasaban, también iluminando con sus luces delanteras.

Camille pensó. Pensó en Lily, en Jules y en que extrañaba el amor en su vida.

Haber estado enamorada de Lily había sido divertido... en las partes buenas, al menos. Cuando Lily la terminó y le rompió el corazón, fue horrible, no divertido.

¿Y si podía vivir eso con Jules? No es como que Jules estuviese dándole alguna señal de que aún la quería de esa forma, pues seguía manteniendo una distancia amigable entre ambas. Se limitaba a comentarios amistosos, nada romántico.

Quizás ya había perdido su oportunidad con Jules.

Camille le dio una calada al cigarrillo.

Quizás el amor no era para ella.

Y soltó el humo.

Unos golpes en su puerta interrumpieron sus pensamientos. Camille tiró el cigarrillo a la calle, no sabía cómo deshacerse apropiadamente de él. No recordaba cómo los desechaba Jules.

Cerró la ventana y caminó hasta la puerta, pasando por encima de la alfombra azul de la sala. Miró por la mirilla, encontrándose con el rostro de Sirius, que estaba con el entrecejo levemente fruncido.

—¿Qué pasa, pulgoso? —dijo Camille después de abrir la puerta, mirando a Sirius con una sonrisa, pero Sirius se mantuvo serio—. ¿Sirius? —preguntó, dejando de sonreír.

—Marlene está muerta.

♦♦♦

Cuando Camille llegó a la casa de Lily y James, notó que casi todos estaban ahí, solo faltaban Peter y Phoenix.

Sophie era la que peor se veía, estaba sentada y encorvada, con su rostro entre sus manos y, a juzgar por cómo se le movían los hombros, estaba sollozando.

—¿Qué pasó? —preguntó Camille, arrepintiéndose al instante por su pregunta. No necesitaba detalles, ya sabía los hechos.

Sophie levantó la cabeza, mostrando sus ojos inyectados en sangre y llenos de lágrimas, además de los mocos que le bajaban por la nariz.

—Vol... Quién-ya-sabes.

Y volvió a cubrirse el rostro con las manos.

Camille suspiró. No entendía muy bien por qué, de repente, a la gente le daba miedo nombrar a Voldemort, como si decirle por cualquier otro nombre fuera a evitar que acabara con todos.

—¿Quieres agua, Sophie? —preguntó Mary, acercándose a la susodicha con un vaso lleno de agua.

Mary era de las menos afectadas por la muerte de Marlene. No es que le diera totalmente igual, pero definitivamente no eran más que conocidas con amigos en común. Lamentaría su muerte, pero jamás la afectaría tanto como a Sophie.

Estrellas || Lily EvansDonde viven las historias. Descúbrelo ahora