77. El animago.

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Camille se despertó y enterró el rostro en la almohada. No se quería levantar, no aún, al menos.

Los recuerdos de lo que había pasado la noche anterior volvieron rápidamente y estiró el pie hacia el otro lado de la cama, tratando de descubrir si Lily seguía ahí. Su pie se encontró con el espacio vacío en su cama hasta que llegó al borde, entonces Camille se giró para ver el espacio vacío.

Quizás se había ido a clase porque justo era lunes... o quizás pensaba que había sido un error.

Camille volvió a girarse para darle la espalda al espacio vacío, se acurrucó y se cubrió con su cobija.

Podía permitirse faltar a una o dos clases ese día.

♦♦♦

—No volviste después de que te fuiste con Camille —le dijo Marlene en voz baja cuando se vieron en el Gran Comedor.

—Ya sé —respondió Lily en el mismo tono, sirviendo comida en su plato—. Puede ser que haya pasado la noche con ella.

—¿Qué? —preguntó Sophie, con la boca llena.

—No va a volver a pasar —aseguró Lily.

—¿Entonces dices que fue un error? —preguntó Marlene de inmediato.

—No —respondió Lily—. Bueno... quizás sí. Para mí, lo es. ¿Cómo voy a tratar de quitarme estos sentimientos por ella si seguimos haciendo esto?

—¿Entonces quieres dejar de estar enamorada de Camille?

Lily se cubrió el rostro por la pregunta de Sophie. No le gustaba que hablaran el tema cuando había tanta gente alrededor, pero agradecía que hablaran en voz baja.

—No —respondió después de unos segundos—. Claro que no, es de lo más bonito que me ha pasado. Pero todo este tema... —Lily suspiró—. Prefiero no pensar en eso ahora.

Quería pasar, aunque fuera, un rato más sin que las palabras de su padre le arruinaran el día.

♦♦♦

Lily llevaba pensando todo el día en hablar con Camille, pero no sabía que decirle. ¿Cómo debía decirle que no podía volver a pasar lo de la noche anterior, aunque se muriese de ganas por repetirlo mil noches?

Quería explicarle por qué, pero ni siquiera en su mente sonaba coherente. «Porque probablemente nunca se me pase el enamoramiento si seguimos así». Y si Camille le preguntaba si quería que se le pasara, tendría que decirle, con total honestidad, que no. Todo eso llevaría a la pregunta de «¿Entonces para qué necesitas que se te pase?». O quizás Camille ni siquiera la cuestionaría... Quizás tenía que dejar de crear conversaciones mentales con Camille, cuando en la vida real ella podría decir cualquier otra cosa.

Y ninguno de los consejos de Marlene o Sophie le funcionarían. «Mete a tu papá a un asilo» no era un plan... porque aún no tenía la edad para ello. Además, aunque Lily se odiara profundamente por ello, anhelaba su aprobación... aunque, al parecer, eso significaba su eterna infelicidad.

Deseaba que las cosas fueran menos complicadas, de verdad lo hacía.

♦♦♦

Camille estaba cansada. Tenía sueño y los ojos se le cerraban a cada palabra que decía su profesora de Herbología... lo que no era precisamente bueno, considerando que estaba rodeada de una que otra planta que podría arrancarle un trozo de piel de un mordisco.

Camille no estaba prestando atención. En su mente, las palabras de su profesora eran «Bla, bla, bla... plantas, plantas... bla, bla, bla». Quizás tendría que haber faltado a esa clase también. Seguro la habría pasado mejor durmiendo en su cama, abrazando la almohada que todavía olía al shampoo de Lily... o quizás no, Camille no quería sentirse como una psicópata.

Estrellas || Lily EvansDonde viven las historias. Descúbrelo ahora