81. Cita.

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Lily pensó que las cosas estarían mejor en casa cuando llegara, pero no fue así.

Su padre aún soltaba comentarios sobre los homosexuales y Lily solo podía mirar a otro lado y quedarse callada cada vez que hablaba. Petunia ya ni siquiera se molestaba en responderle, simplemente le fruncía levemente el entrecejo y seguía en lo suyo. Y Lily, de todas formas, no había esperado nada de su madre, así que no le sorprendió que se quedara callada también.

Las palabras de su padre cada vez la hacían sentir más enferma. Sentía que entraban en ella y se quedaban dentro, hasta que se pudrían, como si fuera algo orgánico. Había días que incluso terminaba vomitando en el baño después de llorar un rato.

Estaba harta.

Y haber encontrado la gorra que Camille llevaba la última vez que entró a su casa no la ayudó en nada. Lily la dejó en su mesita de noche, aunque verla todos los días solo la hacía sentir peor.

Ni siquiera se había molestado en ir a verla en el tren y decirle que la perdonaba, que lo que había dicho no importaba, que, al final, Lily estaba de acuerdo con ella. Siempre lo había estado, desde la pesadilla que había tenido con Camille diciéndole eso... quizás su mente se lo había advertido con bastante tiempo para evitarlo o quizás había sido su ansiedad que finalmente había acertado una. Podía ser cualquiera.

No tenía a nadie con quién hablar de los comentarios de su padre y ahora ni siquiera podía usar las llamadas de Camille para escapar un rato de la realidad, tal como había hecho las vacaciones anteriores. Ahora solo le quedaba salir de casa todas las tardes y pasar la tarde sentada en un parque cercano, mirando a la gente pasar, mientras ella sentía que estaba perdiendo su vida, haciendo lo que su familia esperaba de ella.

Si tan solo pudiera ignorarlos a todos y ser feliz con Camille... Pero era demasiado débil para eso, así que trataba de ignorarlo, aunque seguía pensando al respecto una y otra vez.

Ojalá pudiera hablar de todo eso con Sophie y Marlene sin sentir que estaba siendo molesta al hablar una y otra vez del mismo tema. Había hablado hasta el cansancio de Camille cuando estaban en Hogwarts, Lily dudaba que quisieran seguir escuchándola y seguir diciéndole que lo hecho, hecho estaba.

Todos los días sentía la necesidad de llamar a Camille, aunque fuera a ese sitio desde el que llamaba siempre, aunque ni siquiera fuera ella la que le contestara. Lily siempre podría dejarle un mensaje a la persona a cargo y, algún día, esa persona se lo daría a Camille... o nunca lo haría. Quizás esa era una de las cosas que la detenía de hacerlo, pero siempre estaba a punto de hacerlo.

La extrañaba tanto y la tenía tan presente en todo lo que hacía que se sentía ridícula. Bebía el café de las mañanas en la taza con estrellas; luego se quedaba un rato en su habitación, mirando su gorra y pensando en si usarla para sentirla más cerca; por la tarde salía y trataba de no pensar en ella, pero siempre fracasaba; por último, después de cenar, siempre subía al tejado y miraba las estrellas.

Lily se sentía patética. Se sentía como la típica mujer despechada de la que siempre escuchaba chistes y bromas, pero no había nada que pudiera hacer al respecto.

La extrañaba tanto... y no había nada que pudiera hacer al respecto.

♦♦♦

Camille bostezó, parada junto a la barra de la cocina, tomando un vaso con agua.

—Esa es para ti —dijo Rebekah sin mirar cuando una lechuza entró y se paró sobre la barra.

—¿Cómo sabes? —preguntó Camille, dejando el vaso para desatar el pergamino de la tapa de la criatura—. Ni siquiera giraste a mirar.

Estrellas || Lily EvansDonde viven las historias. Descúbrelo ahora