Capítulo 34

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El tono de Xiao Du era suave e indulgente, pero no había espacio para que Xiao Rong dijera que no. Una gota de sudor cayó de la frente de Xiao Rong, como si no estuviera sosteniendo una caja de brocado, sino un talismán de la muerte.

Después de que no moverse durante mucho tiempo, Xiao Du insistió:

—Sé un buen chico.

Los ojos de Xiao Rong estaban fijos en la caja, y sus dedos temblaron al tocar el interruptor. Con un clic, la caja se abrió; dentro había un pequeño trozo de hueso blanco.

—Tómalo.

El sudor mojó las pestañas de Xiao Rong. Cerró los ojos, apretó los dientes y tomó el hueso.

Xiao Du entrecerró los ojos, se inclinó hacia adelante y miró las yemas de los dedos de Xiao Rong. Durante mucho tiempo, el hueso no reaccionó.

El cuerpo de Xiao Rong se hundió y se sentó sin fuerzas a los pies de Xiao Du. Sonrió y dijo:

—Gege, debes haber cometido un error. Este, este no es el hueso de mi padre.

Xiao Du se sentó de nuevo con la cara un poco pálida, los ojos estrechos, oscuros y tenues. Xiao Rong vio una pizca de miedo en ellos.

El Señor de los Demonios, que siempre había sido arrogante y engreído y consideraba a los demás como basura, tenía miedo. Siempre eran los demás los que le temían, así que ¿de qué iba a tener miedo? Xiao Rong dijo con timidez:

—¿Gege?

Xiao Du bajó los ojos y lo miró, sus delgados dedos le sujetaron la barbilla y lo obligó a levantar la cabeza.

—Ah Rong, ¿me has mentido?

—¡No lo hice! —Xiao Rong dijo ansioso —Yo... tengo el jade cálido y los recuerdos de mi infancia. ¿No puedo con ellos probar mi identidad? ¿Cómo puede Gege dudar de mí por un hueso de origen desconocido?

Los dedos de Xiao Du se apretaron, casi aplastando la barbilla de Xiao Rong. Por supuesto, él sabía que cuando estuvo en el Palacio Baihua, alguien los condujo a propósito al Jardín Sepulcral para que encontraran la tumba de Liang Ci. No se sabía si los huesos del ataúd pudieron ser reemplazados. Pero la reacción de Xiao Rong cuando se enfrentó a este hueso no fue falsa.

El escalofrío que emanaba de Xiao Du era sobrecogedor. Xiao Rong estaba tan asustado que no se atrevió a respirar, su cuerpo temblaba como una hoja.

—¿No lo hiciste? —Xiao Du dijo lentamente—. Entonces, ¿de qué tienes miedo?

Las pestañas de Xiao Rong temblaron:

—Ge, gege, yo...

—¿No dices nada?

Xiao Rong derramó lágrimas de miedo y sacudió la cabeza desesperado.

Xiao Du sonrió con la comisura de los labios y dijo:

—Ah Rong, gege te quiere. No importa las mentiras que digas, mientras lo admitas, gege te perdonará.

—No, de verdad que no...

La paciencia de Xiao Du se agotó, y su hostilidad aumentó de golee. Sus pupilas se encogieron y Xiao Rong gritó, agarrándose el estómago y rodando por el suelo.

No tenía ninguna herida en el cuerpo, pero sus órganos internos parecían estar unidos por una mano invisible. No era un dolor que una persona normal pudiera soportar. Los gritos de Xiao Rong resonaron en la sala vacía, como si estuviera en el purgatorio, atrayendo a Meng Chi que estaba esperando afuera.

Meng Chi entró a toda prisa. El joven señor que estaba acostumbrado a ser mimado yacía a los pies de Xiao Du, con su rostro horrible y distorsionado, y su cuerpo parecía haber sido roto, doblado en un arco anormal. Meng Chi sólo lo miró y supo que estaba siendo torturado. Conmocionada, exclamó:

El mundo entero es mi crematorio + Extras [Español]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora