La parte de mí que había perdido

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Seguí a Annie hasta su cuarto, y debía admitir que era un cuarto bastante... Peculiar. Su cuarto estaba lleno de estatuas de diversos tamaños de personas, cosas, y animales hechos con partes de motor y engranajes. Tenía además una cama doble sin muchos adornos y un guardarropas enorme en la pared.

- Oye Annie ¿Tú hiciste esas estatuas?

- Oh, no no, son de mi padre, él me las hacía como regalo en cada cumpleaños. No estarás desviando el tema para evitar que te coja incansablemente ¿Verdad?

Ay, no había por donde escaparme de esto, no es que no quisiera, pero sonaba a que no podría caminar en toda la decena.

Me acosté en la cama de Annie y me empecé a quitar la ropa, quedando solo en mi ropa interior mientras que ella hizo lo mismo, poniéndose sobre mi mientras levantaba una de mis piernas, y presionaba su entrepierna contra la misma. No pude evitar quedarme mirando bien el cuerpo de Annie, abdomen marcado, piernas y brazos tonificados y fuertes, me pregunto siquiera si alguna vez podría tener una fracción de la fuerza que ella tenía.

- Te veo algo nerviosa Mari, ¿Estás bien?

- S-si, solo, ve despacio conmigo al principio, no estoy acostumbrada a ir tan fuerte.

- Está bien lindura, iremos a tu ritmo por un rato...- Ella sonrió un poco mientras empezó a mover su cadera contra las mías lentamente. Sus gemidos eran suaves y su voz mas profunda, mis gemidos a comparación eran muy patéticos, algo fuertes y mi voz mas aguda se ganaba prioridad por sobre la suya.

Tomé su mano mientras ella seguía embistiendo mi entrepierna, empecé a concentrarme para usar un poquito de magia en esto, quería amplificar lo que sentía, pero en el momento que quise hacerlo sentí un fuerte dolor en el abdomen, un dolor punzante en el vientre.

- ¡Ahgg! N-No puede ser... ¿Q-Qué está pasando?- Me estaba retorciendo del dolor mientras que Annie se quitó de encima de mi cuerpo, suavemente apoyando su mano en mi vientre mientras que el dolor solo aumentaba.

- ¿Qué sucede Mari? ¿Qué sientes?

- Intenté usar magia y... Ugh, el dolor comenzó en mi cuerpo, y se siente demasiado caliente, tengo miedo, tengo miedo de morir p-por combustión espontánea...

- Eso no pasará, déjame buscar algo en la cocina, no te muevas.- Ella dijo y corrió escaleras abajo, mientras yo me agarraba de las sabanas con fuerza y trataba de calmarme. Quizá no moriría, quizá si me calmaba todo iría bien... Annie, ahora eres mi única esperanza.

Recuerdo haber sentido un dolor así de intenso durante el secuestro, cuando intenté seguir usando magia, pero ese día estaba lastimada, además que había usado mucha magia en ese momento, ahí lo entendía, pero ahora no, apenas y había empezado a concentrarme... Quizá excederme ese día me dejó dañada.

Annie llegó luego de unos minutos con lo que parecía uno de los cristales de los refrigeradores, lo envolvió en una manta y lo apoyó sobre mi vientre.

- Au au au... Eso está muy frío...

- Es la idea, si te estas sobre calentando, esto debería ayudar...

- No está ayudando, siento que me quema la piel incluso con la manta.

- Uhg, eso es extraño, con tanto calo debería... Un minuto, Mari...- Ella me miró la entrepierna y suspiró fastidiada.- No puede ser, debe ser una broma, eres demasiado dramática.

Ella alejó el cristal con la manta de mi cuerpo y fue al baño, trayendo una pequeña poción y aplicándola en mi vientre.

- ¿Qué es? ¿Qué pasa?- El dolor se estaba aliviando un poco y ella se cruzó de brazos.

La Madriguera de la ZorraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora