No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores. Qué claro tiene Jesús las cosas y cómo precisamente solo aquel que se reconoce pecador es el que puede ser llamado por Cristo, amado por Cristo y transformado por Cristo. Fijaos en la vida, hay dos tipos de personas: las que se creen que nunca se equivocan, las que todo lo hacen bien, las que no se pueden corregir. Porque si les dices algo, se pueden poner como una fiera. Y están siempre, incluso además, se creen con esa autoridad moral de corregir, de recordar, de decir. Bueno, y esas personas son muy difíciles de trato, son los justos, ellos se creen que son justos, se justifican a sí mismos, y se creen buenos, pues que son el no va más, y si tienen algún defectillo, no le dan mucha importancia porque dicen que son cosas del carácter o cosas humanas normales.
Por otro lado, están las personas que, efectivamente, pues hermano, pues que metemos la pata, no una vez, muchas veces al día. Y además, no hay que sorprenderse de meter la pata. Somos humanos, tenemos pecado original y es propio del pecado original que las cosas no salgan bien. Y Jesús dice: 'Mira, esos que son personas intocables, intachables, esas personas que nunca se equivocan, que nunca reconocen, que nunca piden perdón a nadie, esas no me necesitan, no necesitan un Salvador, son sus propios salvadores'.
Sin embargo, las personas que efectivamente reconocemos que metemos la pata y que, por tanto, no nos atrevemos a juzgar a los demás como peores que nosotros, sino igual pecadores, son los que podemos acceder a Cristo. Y por eso, ¿cómo saber que realmente te reconoces pecador? Porque no te atreves a juzgar a los demás como siendo tú mejor que esa persona. Hará cosas mal, por supuesto, pero ¿eres tú mejor? A lo mejor, si te hubieras estado en sus circunstancias, si hubieras vivido lo que esa persona ha vivido, la formación que ha tenido, no sé, su infancia, sus dificultades, a lo mejor estarías comportándote muchísimo peor.
Qué duros somos a veces con los pecados de los demás y qué blandos somos con nuestros propios pecados y con nuestras debilidades. Y por tanto, Jesús no ha venido a llamar a los justos. Y cuando tú condenas a alguien, acusas a alguien, críticas a alguien, te estás poniendo en la orilla de los justos y te estás excluyendo de los pecadores, porque dices: 'Yo no soy de esos, esos son otra clase de humanidad, eso no tiene nada que ver conmigo, porque yo estoy muy por encima de ellos'. Gravísimo error.
Por tanto, ojalá que el Señor nos conceda ese deseo de no querer juzgar, de no querer condenar. Nosotros sí podemos juzgar los hechos, pero no a las personas ni a sus intenciones, porque sobre las intenciones nunca sabremos nada de lo que está pasando en el corazón del hombre. Vamos a preguntarnos una vez más: ¿En qué orilla estoy? ¿En la orilla de los sabelotodo, de los perfectitos, de los que nunca se equivocan, o en la orilla de los pecadores? Porque Cristo solo está en una de las orillas, y porque nosotros queremos estar con Cristo. Porque queremos ir al cielo, solamente podré ir al cielo aquel que reconoce que necesita su misericordia.
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TIEMPO ORDINARIO
SpiritualEl Tiempo Ordinario es la temporada en la que celebramos la vida y las enseñanzas de Jesucristo y lo que significa ser su discípulo. El nombre de este tiempo deriva de la palabra ordinal, que significa "contar". Es llamado Tiempo Ordinario porque la...