Quien no reciba el reino de Dios como un niño no entrará en él. Fijaos de los niños: admiramos siempre en primer lugar su sencillez. De los niños, además, también aprendemos la confianza absoluta. Cuando un niño está en brazos de su madre o en brazos de su padre, está protegido, se sabe seguro. Por eso Jesús insiste en que tenemos que volver a ser como niños. No se refiere a que seamos ñoños, infantiles ni siquiera ingenuos. Jesús decía: "Sed sencillos como palomas y cautos como serpientes". Pero en nuestra relación con Dios no tenemos que ser cautos como serpientes. Todo lo contrario, nuestra relación con Dios es como un niño en brazos de su madre, que no puede esperar más que ser nutrido, protegido, recibir calor y ser defendido de todas las cosas.
Por tanto, claro, esas personas que tenemos esas crisis de confianza en Dios, que pensamos: "¿Qué va a ser de mi futuro? ¿Qué va a pasar si se muere esta persona? ¿Y si no tengo trabajo? ¿Y si me falta la salud? ¿Y si me quedo solo? ¿Va a estar Dios?" ¿Es que alguna vez te ha abandonado? ¿Es que alguna vez te ha faltado? No. Cuando le he invocado, siempre ha estado apoyándome y ha suscitado instrumentos o cosas para poder salir adelante. Porque hasta el día de hoy, has salido siempre adelante, aunque sea abollado, magullado, con heridas, pero siempre has salido adelante. Y, por tanto, si no eres un niño, si no vuelves a tener esa sencillez de decir "de Dios solo puedo esperar cosas buenas", entonces no vas a entender nunca el reino de los cielos. Porque la relación con Dios, la única relación que cabe con Dios es la relación filial, la relación que cabe esperar del mejor de los padres, de la mejor de las madres, que le importas tantísimo que eres la razón de su vida, la razón de todos sus esfuerzos.
Decía Jesús a Nicodemo: "Porque tanto amó Dios al mundo" —y en este caso, el mundo es cada una de las personas que estamos en el mundo— "que entregó a su Hijo único para que el mundo se salve por medio de él, que no lo envió para condenar, sino para salvar". Un Dios que te ha demostrado que te quiere, un Dios que ha enviado a su Hijo y, además, lo ha ofrecido en sacrificio por ti, ¿cómo es posible que desconfiemos? ¿Cómo es posible que todavía tengamos miedo? Hermano, hermana, una cosa son los nervios; hay personas que somos nerviosas de naturaleza y los nervios salen solos. Pero la preocupación que va después de los nervios, decimos: "Señor, confío en ti". Una de las jaculatorias más bonitas que hemos aprendido de niños es: "Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío". Y si la meditas, dices: "Señor, no tengo más que confiar en ti". La vida siempre es una apuesta, la vida siempre es un riesgo. La vida, nadie nos garantiza que todo va a salir como nosotros queramos. No podemos controlar el futuro, pero sí podemos tener la seguridad de que en el futuro está Él, siempre va a estar. Y esa es mi esperanza y esa es mi serenidad.
Por tanto, piensa un momento: ¿Cuáles son tus mayores preocupaciones? ¿Cuáles son tus mayores agobios? Y piensa: "Señor, tú vas a estar ahí, eres más que papá, eres más que mamá, tú vas a estar ahí". Y, por tanto, si estás, no tengo por qué tener miedo.
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TIEMPO ORDINARIO
SpiritualEl Tiempo Ordinario es la temporada en la que celebramos la vida y las enseñanzas de Jesucristo y lo que significa ser su discípulo. El nombre de este tiempo deriva de la palabra ordinal, que significa "contar". Es llamado Tiempo Ordinario porque la...