LA IMPORTANCIA DE SENTARSE A LOS PIES DE CRISTO

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Marta, Marta, andas inquieta y preocupada por muchas cosas. Hoy celebramos la fiesta de los santos Marta, María y Lázaro, tres hermanos amiguísimos de Cristo. De hecho, cuando Jesús iba a Jerusalén, le encantaba estar en su casa. Allí iba a descansar; estaba en Betania, que era un barrio en las afueras de Jerusalén. Y bueno, allí, cuando Jesús estaba agobiado, le encantaba estar con ellos.

Claro, fijaos qué bonita es esta figura de Santa Marta frente al modelo de su hermana María. Marta trabajaba: hacía la comida, los platos, los manteles, las viandas, la compra del mercado. Y María, sentadita a los pies de Jesús. En lógica humana, todo el mundo diría: "¡Qué cara más dura tenía esta mujer! Su hermana trabajando como loca, y ella ahí sentada".

Fijaos que cuando Marta le dice a Jesús: "¿No te parece mal que mi hermana esté aquí?", Jesús le hace un reproche a Marta. No le dice a María: "Venga, levántate, que tu hermana está ahí trabajando". Jesús dice: "Marta, Marta, estás inquieta y preocupada por muchas cosas, pero tu hermana ha escogido la mejor parte, que es sentarse a mis pies y escuchar mi palabra". Y después, efectivamente, una vez que se ha sentado a mis pies y ha escuchado mi palabra, hará todo lo demás. ¿Por qué no te sientas tú?

A veces tenemos tantas cosas que hacer, tenemos tantas cosas urgentísimas que hacer, que no tenemos tiempo ni para Dios, ni para nosotros mismos, ni para nadie, porque siempre estamos ocupados, siempre andamos de un lado a otro. Las personas como yo, por ejemplo, perdonad que haga una alusión personal, siempre estamos tan nerviosos, moviéndonos de arriba abajo: la parroquia, la familia, las actividades diarias, etc. "alguna vez me dijeron pare usted quieto, es que no se puede vivir tan deprisa", y tiene razón el Señor.

Sentarse... Bueno, los que tenemos la fortuna de vivir con un Sagrario, pues yo me siento ante el Sagrario antes de empezar a trabajar. ¡Qué suerte, es verdad, poder vivir cerca de la Eucaristía, poder tener un lugar de oración, poder, antes de empezar la jornada o a mitad de la jornada, sentarme a los pies de Jesús y decir: "Señor, háblame, Señor, quédate conmigo". Sin más, aunque no me hables, quiero estar aquí a tus pies para llenarme de ti, para conocerte más y, sobre todo, para saber amar más. Y luego, que venga la vida, que vengan las preocupaciones, pero primero es orar y después trabajar. Porque el trabajo sin oración es un trabajo amargante, extenuante y muchas veces estéril: dará dinero, pero nada más, solo dinero. El trabajo con oración, además de dar dinero, da unas relaciones humanas preciosísimas, y forma y llena, y además configura para la vida eterna.

Por tanto, creo que la gran enseñanza de estos santos es que nos tenemos que saber sentar a los pies de Cristo. Por muy ocupados que estemos, por mil cosas que tengamos que hacer, si no tienes tiempo para Cristo, ni tres minutos, ni cinco, ni media hora, es que no te importan tanto las cosas de Dios. No te importa tanto Dios, sino que te importan muchísimo más las cosas de la vida, del ahora, del tener, que no llevan a nada.

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