SAN JUAN BAUTISTA: LA GRANDEZA DE LA HUMILDAD Y LA FRAGILIDAD

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Juan es su nombre. Hoy celebra la iglesia la solemnidad de San Juan Bautista, el precursor de Cristo. Decía Jesús que no hay mayor nacido de mujer que Juan el Bautista, y a la vez decía que el más pequeño en el reino de los cielos es mayor que él. La verdad es que la figura de San Juan es impresionante. Es un hombre que tiene unos padres de edad muy avanzada: Zacarías y Santa Isabel. Un hombre que es pariente, a la vez, de la Virgen María. Sabemos que se cría en el desierto comiendo saltamontes, langostas silvestres y miel, vistiéndose con piel de camello, apartado del mundanal ruido, pues su tarea era en el desierto, en el silencio, decir: "Preparad el camino al Señor. Ha llegado ya, y está en medio de nosotros".

La gente lo tomaba por loco, por lunático; incluso los políticos le tenían una manía terrible. De hecho, él termina su vida decapitada porque el rey no podía soportar que le dijera: "Estás viviendo inmoralmente. Estás cometiendo un pecado muy grave que repercute en todo el pueblo". Qué bonito es ver cómo San Juan Bautista, que aparentemente por fuera era tan austero y tan radical, era de una ternura, de una humildad y de una grandeza extraordinarias. Bautiza al Salvador y, de hecho, dice: "No, no, no te puedo bautizar. Soy yo el que necesita que me bautices". Pues Jesús quiere ser bautizado por Juan. ¡Qué grande debe ser Juan el Bautista que el mismo Verbo de Dios se pone a sus pies para ser bautizado!

A veces, lo que somos por fuera no corresponde con lo que sucede por dentro. A veces podemos dar una imagen de medio locos, de medio no sé cuántos, y, sin embargo, saber que en el centro de nuestro ser conservamos la limpieza, la ternura y los sueños. Trabajemos mucho en nuestro interior. Toda esa vida austera de San Juan, toda esa valentía de San Juan. Él llamaba a los fariseos raza de víboras y les decía que eran como árboles que había que talar. Tenía aparentemente una fuerza muy grande por fuera, pero por dentro, repito, era de una fragilidad y de una ternura grandísimas.

Incluso en el momento de su muerte, él pide a unos discípulos que pregunten a Jesús: "¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?", como diciendo: "A veces tengo dudas, a veces soy frágil, a veces no lo tengo todo claro". El más grande nacido de mujer era un hombre de un carácter muy fuerte por fuera, pero de una grandísima sensibilidad y, a veces, fragilidad interior.

Es que fijaos, la grandeza del hombre está en saber ser frágil. La grandeza del hombre es saber comprender y no escandalizarse de sus propias fragilidades, debilidades, inseguridades y de las cosas que no tiene claras. ¿Quieres ser grande? Aprende a ser pequeño. ¿Quieres ser muy grande? Aprende a aceptar con muchísima paz las cosas humanas que te pasan y que no tienes que avergonzarte de ellas. Entonces, efectivamente, desde nuestra pequeñez podremos anunciar, como Juan el Bautista, que el Mesías ya ha llegado, que la salvación está aquí y que, si nos unimos a Cristo, él va a iluminar toda nuestra vida y todos nuestros senderos.

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