EL MISTERIO DE LA VIDA: MORIR PARA VIVIR Y DAR FRUTO ABUNDANTE

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Si el grano de trigo muere, da mucho fruto. Es curioso que lo que Jesucristo nos viene a enseñar es que, para vivir, hay que morir. Para que nuestra vida sea fecunda, para que tenga significado y valor, curiosamente, tenemos que renunciar, no digo a toda la vida, pero sí a esa dimensión en la cual queremos encontrarnos a nosotros mismos, queremos disfrutar.

Hoy celebramos a un mártir especialmente querido en la historia de la Iglesia: San Lorenzo. Cuando le preguntaron, o más bien le ordenaron, que trajera los tesoros de la Iglesia, al día siguiente, efectivamente, se acercó con todos los enfermos y pobres que ellos cuidaban y dijo: "Estos son los tesoros de la Iglesia". El que podamos cuidar a estas personas y entregarnos a ellas es el verdadero tesoro de la Iglesia, porque el tesoro de la Iglesia es la caridad, es lo que nos enseña a dar la vida.

Claro, ahí nosotros deberíamos preguntarnos si somos ese grano de trigo que sabe morir o si somos ese grano de trigo que se queja cada vez que tiene que morir. Tenemos que cuestionarnos si sabemos entregarnos serenamente, no digo ya gozosamente (ojalá que fuera así), a los demás, o si realmente estamos pagando un precio y decimos: "Esto no puede ser, esto no es vida, me están tomando el pelo". Porque a veces podemos hacer muchas cosas muy buenas, incluso de caridad, pero estamos pasando factura constantemente a todos aquellos a los que amamos, diciendo: "Yo he hecho por ti, yo he hecho no sé cuántas cosas". Al final, hermano, ¿qué quieres? ¿Una entrega en la que das tu vida gratuitamente o una entrega en la que te tienen que aplaudir, recompensar y agradecer?

Por eso Jesús nos dice: "Mira, el secreto de esta vida es saber que tú vives por y para los demás". Yo escuché una vez, y parece muy acertado, que hay dos tipos de personas: las personas que sirven a los demás y las personas que se sirven de los demás. Las que sirven a los demás encuentran su gozo en poder procurar un hogar, una casa, una estabilidad, una seguridad, una amistad, una compañía. Las personas que se sirven de los demás son aquellas que los utilizan para su propio bienestar. Y ahí tienes que preguntarte en cuál de los dos grupos estás y si lo has elegido conscientemente, porque a veces, sin querer, buscamos amigos y familia para estar bien, y si no nos dan el bienestar, estamos con ellos.

¿Somos ese grano de trigo que muere a nuestros gustos, que muere a nuestras apetencias, y precisamente no nos quejamos de nuestra historia? No será una historia de éxitos, de triunfos, no será una historia de aplausos, pero será una historia de amor, una historia que tiene contenido y un valor sobrenatural altísimo. Por lo tanto, hoy le podemos pedir al Señor: "Conviérteme en ese grano de trigo, pero que no sea un grano de trigo endurecido, que le cueste morir, que le cueste abrirse, sino un grano de trigo agradecido. Qué suerte, Señor, poder servir, qué suerte poder dar mi vida, aunque me cueste, porque es lo que realmente da valor a mi vida".

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